Mirando al mar
2020/03/01 Agirre Ruiz de Arkaute, Aitziber - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
Debemos al mar las precipitaciones de nuestro planeta, el agua potable, el clima templado, una gran parte de la alimentación y una gran parte del oxígeno que respiramos. Es un recurso fundamental para la vida en la Tierra. Pero su estado de salud es cada vez más grave y las propias Naciones Unidas marcaron como objetivo para 2030 la gestión prudente y sostenible del océano. “Nuestra civilización se está quedando sin tiempo para evitar el declive absoluto de la salud de los océanos”, afirma el Informe General de Ciencias Marinas publicado por la UNESCO. La acidificación, la plastificación, el calentamiento, la eutrofización y la contaminación del agua son, a día de hoy, algunos de los problemas más graves del mar. Su gestión sostenible nos sitúa ante muchas de nuestras contradicciones y limitaciones.
Naciones Unidas ha afirmado que conocer bien el océano es uno de los grandes retos científicos de la humanidad en este momento. “No olvides que la vida nació en el mar”, explica Ibon Cancio Uriarte, biólogo de la Estación Marítima de PiE Plentzia. “Ha pasado 4.000 millones de años viviendo en el mar, a diferencia de lo que ocurre en la tierra, y su biodiversidad es impresionante”. Esa diversidad es invisible para nosotros, pero hay millones de especies sin identificar.
“En esta enorme diversidad, los organismos se enfrentan constantemente: producen compuestos de oposición, muchos de ellos de gran interés médico. Por ejemplo, los microorganismos marinos apenas sabemos nada, pero esta gran biodiversidad ha convertido al mar en un lugar de gran capacidad farmacéutica. ¿A dónde está orientada la industria biotecnológica? De una vez por todas debe centrarse en el mar para buscar futuros antibióticos, probióticos y antioxidantes, entre otros.”
El océano es también un lugar de gran capacidad energética. La corriente del Golfo, por ejemplo, mueve el agua templada del Golfo de México al Atlántico Norte. Tiene una profundidad de 100 m y una anchura de 1000 km: Caudal de 80 millones m3/s. Es decir, 300 veces el flujo del Amazonas. Otras muchas formas de esta capacidad energética son la fuerza de las olas, las mareas, los gradientes térmicos, los gradientes de salinidad, el viento… “La energía oceánica podría producir el 10% de la energía que consume la Unión Europea, y ahora estamos generando sólo el 0,4%, una parte muy pequeña de su capacidad. Mientras tanto, seguimos suministrando combustibles fósiles y energía nuclear”, explica Jesús María Blanco Ilzarbe, ingeniero de la UPV y investigador de energía marina.
También ofrece importantes recursos minerales. El problema es que sólo el 5% del fondo marino está mapeado. “Portugal, por ejemplo, es uno de los territorios más grandes del mundo. Tiene poca tierra, pero el fondo marino es enorme, desde el Portugal continental hasta Azores y desde allí hasta Madeira. Si conocieran su fondo marino, podrían obtener enormes recursos”, explica Cancio.
Esta prosperidad de los recursos oceánicos es, sin embargo, la que nos ha llevado en muchos casos a explotarlos desproporcionadamente y gestionarlos de forma no sostenible. Conocer bien el funcionamiento del océano y su vida es una de las claves para una gestión sostenible. Con la declaración de los años 2021-2030 como Década del Mar, la UNESCO quiere impulsar el desarrollo de las ciencias del mar.
“Los vascos vivimos al lado del mar, pero en lo que respecta a la investigación, vivimos de espaldas al mar”, afirma el físico Ganix Esnaola Aldanondo. Investigador en Oceanografía Física en la UPV. “Al margen de la pesca, y más allá de los recursos energéticos extraíbles del mar, no hemos estado demasiado orientados al mar. En comparación con otros países, la comunidad de investigadores trabajando en el mar es mucho menor, en muchos casos en el ratio 1:100”.
“La verdad es que conocemos mejor la Luna que el mar”, afirma Ibon Cancio. Sólo hay que fijarse en EE.UU., que tiene el 50% de su propiedad bajo el agua, pero que invierte 1.600 veces más en explorar el espacio que en explorar el océano.
En ciencia, todo lo que brilla no es oro
“Aunque parezca mentira, uno de los mayores problemas para investigar el mar es el de los datos”, explica la oceanógrafa de AZTI, Eider Andonegi Odriozola. “Hay un gran conflicto. Sobre todo en los países del sur de Europa es habitual no querer compartir datos. Hay una especie de tabú. Para nosotros es un grave problema para investigar las dinámicas de los ecosistemas, ya que es imposible que cada instituto estudie todos estos datos”.
“Yo no sé qué es, qué es la falta de cultura en la distribución de datos o qué es”, afirma Esnaola. Para estudiar la superficie del mar necesita datos de satélites. “Por prejuicios, normalmente espero tener problemas con las agencias de EEUU, pero soy mucho más fácil acceder a los datos de la NASA que de la Agencia Española de Meteorología”.
La UNESCO ha afirmado que es fundamental crear un sistema de información oceánico compartido y abierto. Es más, ha realizado una solicitud pública para compartir recursos de investigación y fortalecer redes de colaboración. En su opinión, será imprescindible cambiar la arquitectura de la ciencia oceánica mundial para alcanzar los objetivos marcados para esta década.
No todos los países disponen de los mismos recursos para la investigación. “Buena parte del mar es de todos —dice Cancio—, pero su investigación y explotación está en manos de unas pocas naciones, sólo de quienes disponen de recursos para ello”. Los intereses regionales también son diferentes: En Asia existe una gran tendencia a la tecnología e ingeniería marina, en Europa a comprender la relación entre el océano y el clima, en África a satisfacer la alimentación y la salud humana.
Llamada a la implicación de todas las ciencias
El mar es un sistema socio-ecológico complejo que exige una visión integral de una gestión sostenible real. De esta manera, la UNESCO ha hecho un llamamiento a todas las áreas científicas para que se orienten al mar: físicos, sociólogos, biólogos, ingenieros, economistas, médicos…
“Tenemos que aprender a trabajar todos juntos —dice Andonegi—. No sólo científicos, sino otros agentes del mar: pescadores, surfistas, administración, instituciones públicas… Fíjate en nuestra realidad: cuando nos juntamos con la administración, cada agente tiene su objetivo y surgen conflictos, no nos sentamos en la misma mesa. No discutimos juntos. Eso no puede seguir así”.
“Es más, creo que hay que implicar a toda la sociedad. Necesitamos una sociedad formada”, explica Cancio. Esnaola también se suma: “La explotación salvaje de los recursos marinos no cesará hasta que la sociedad no lo demande con fuerza. Reivindicando cambios o no consumiendo productos procedentes de una determinada forma de explotación… La casuística es amplia pero necesaria”.
Principales retos de investigación
De cara a la década, Cancio, Andoni, Esnaola y Blanco han reflexionado sobre los principales retos de cada área de investigación.
Cancio ve un gran reto en la observación de los ecosistemas marinos: “Tenemos que introducir herramientas genómicas en la investigación marina. Tenemos que crear observatorios genómicos que nos enseñen cómo están cambiando los ecosistemas marinos, en qué medida estamos perdiendo la biodiversidad y que refuercen la investigación y la explotación sostenible de los recursos biotecnológicos marinos, sobre todo de los microorganismos”.
Andonegi ha mirado al sector pesquero desde una perspectiva crítica: “Tenemos que mejorar el modelo de gestión de la pesca. Cuando se analiza el estado de los stocks de peces y se establecen cuotas de pesca, sólo se observan efectos a corto plazo: cuánto se puede capturar para que el año que viene se mantenga la biomasa. Además, la gestión se centra en una sola especie. No se analiza la influencia del aumento de las capturas de esta especie en otras especies relacionadas con la misma. Por ejemplo, hay que saber cómo afectará el aumento de las capturas de anchoa a los predadores. Pueden reducir drásticamente el contenido en grasa de los predadores y reducir su capacidad nutricional”. Andoni tiene claro: “Gestión a nivel de ecosistema que tenga en cuenta las relaciones tróficas completas. Además, el cambio climático nos ha planteado grandes retos en la mesa redonda. Los movimientos de especies cambiarán la pesca”.
Esnaola se fija en la oceanografía física. Usando imágenes de satélite, investiga qué ocurre en la superficie del océano. “Los científicos no sabemos qué pasa por abajo. En esta década será clave comprender bien toda la estructura vertical del océano”. Sentaría una base sólida para el futuro, comprender bien la circulación termohalina, la circulación de corrientes y nutrientes y, en general, todos los procesos que condicionan la dinámica del océano.
La tecnología de la energía de las olas y las mareas sigue en sus inicios. “Para desarrollar más necesitamos conocer bien el funcionamiento interno de las olas y mareas y un modelo atmosférico sólido. De hecho, las olas se originan por la acción del viento, que las dirige en una u otra dirección. Su conocimiento fluidodinámico es uno de los grandes retos de este tipo de tecnología para esta década”, cree Blanco.
Por otra parte, el recurso energético marino más desarrollado es la fuerza del viento. “Los grandes aerogeneradores que actualmente se instalan en el mar no tienen nada que ver con los que se instalaban hace apenas cinco años. En tamaño han aumentado mucho: Son ya palas de 100 metros de longitud. Además, algunos están fijados al fondo del mar, pero otros son flotantes. Las estructuras flotantes han aumentado considerablemente la posibilidad de desarrollar parques marinos”, explica Blanco.
Antes los aerogeneradores se colocaban muy cerca de la costa, ya que la energía obtenida en los mismos debe ser transportada hasta el punto de consumo. “Este problema se va superando ya con los nuevos esquemas de acoplamiento eléctrico, los cables submarinos y los barcos capaces de transportar estas plataformas. Ahora, uno de los retos es conocer mejor las características del mar lejos de la costa y elaborar buenos modelos matemáticos de viento en alta mar para identificar los mejores emplazamientos para la ubicación de los aerogeneradores”.
Esnaola ha dado importancia a ser capaz de comprender y predecir los cambios que se producirán en el clima y el océano en las próximas décadas: “No vamos a instalar una estructura de captación de energía de las olas que pueda dañar el medio ambiente si no estamos seguros de que será aprovechable en los próximos 50-100 años. Es decir, que no sólo servirá para 20 años, y que por los cambios que se avecinan no tendrá rentabilidad”, afirma Esnaola.
“Cuando implantamos este tipo de estructuras todavía tenemos que trabajar mucho para minimizar su impacto en la flora y fauna oceánica —ha reflexionado Blanco—. Por ejemplo, para que los animales puedan migrar sin causar molestias a máquinas tan grandes. Estamos colocando estructuras gigantes y el sonido que producen las turbinas desorienta a muchas especies. En las universidades de Noruega y Dinamarca se está estudiando cómo interacciona el sonar de tiburones, ballenas o focas con estas estructuras para ver cómo pueden recibir una señal de “aquí hay una estructura y no es peligroso”. Pero para ello necesitamos saber cómo entienden los animales a través del sonar.Necesario. Si no, introduciremos estructuras gigantes en el mar sin saber cómo van a actuar”.
Los investigadores también tienen el reto de imitar la biomimética de los animales marinos. “En el caso de los tiburones, no se entiende de dónde sale la enorme fuerza que les produce cuando tienen que atacar o huir. Sólo mirando los músculos no puede aparecer. Debemos entender la hidrodinámica, que sólo puede explicarse por el movimiento de las microespículas superficiales. Hemos trabajado con AZTI y la UPV para imitar las espículas de los tiburones. Servirá para facilitar el movimiento e hidrodinámica de estas gigantescas estructuras que introducimos en el mar”.
Esperando protocolos
Más allá de la investigación, la UNESCO ha visto la necesidad de profundizar en la relación entre investigadores y gestores y mejorar los mecanismos de coordinación. Por otro lado, el trabajo que se realiza en esta década debería tener su reflejo en la legislación. “Es de esperar que en esta década las Naciones Unidas vayan consensuando varios protocolos”, explica Cancio. Lo anterior ha sido la década de la biodiversidad y se han firmado varios protocolos. Se aprobó el Protocolo de Kartagena, relativo a los organismos modificados genéticamente, y el Protocolo de Nagoya, que indica que si alguien toma recursos genéticos de otro país y obtiene un beneficio económico, parte de ese beneficio económico debe devolverse al territorio de origen.
“Espero que este tipo de proyectos vayan surgiendo en la década del mar. Por ejemplo, el protocolo de Nagoya tiene un gran vacío en las mareas sin jurisprudencia, ya que dos tercios del mar no tiene ningún propietario. ¿Quién se ocupará de preservar su biodiversidad? Todos sus beneficios están alcanzando territorios ricos con recursos para ello. Necesitamos Nagoya 2.0”.