En la neblina de las palabras, conocimiento de los usos.
Hace muchos años, cuando estudiaba en Boston, vivía un hecho que me volcó el alma. Mientras trabajaba en la oficina apareció un desconocido en la puerta y preguntó en inglés dónde podría encontrar a Itziar Laka. Cuando le contesté que era yo en inglés, empezó a sacar una txalaparta sin sentido de la boca del desconocido, que en un segundo se convirtió en euskera, como en un milagro. ¡Ese hombre me hablaba en euskera! Sorprendió a mi euskera con una modorra tan profunda que tardó en despertarme de un golpe hasta llegar a mi conciencia. En ese momento que siempre recordaré, mi lengua materna se me hizo ininteligible, una experiencia realmente curiosa que me ha ayudado a entender muchas cosas sobre la lengua.
Esta anécdota nos muestra que las lenguas que conocemos no siempre están disponibles de la misma manera en nuestras cabezas. Los idiomas que utilizamos con más frecuencia los obtenemos más fácilmente. De hecho, la frecuencia es lo que gobierna nuestra mente y, en consecuencia, encontramos las palabras y estructuras más usuales con mayor rapidez. En otras palabras, nos resultan más fáciles, porque tenemos que hacer menos esfuerzo para utilizarlos.
De hecho, en lo que se refiere a la lengua, el uso y el conocimiento son inseparables, ya que el uso decide el conocimiento, no al revés. Para explicar esto tomemos como ejemplo el latín. Aprendí latín durante ocho años, como muchos otros, desde la escuela a la universidad. Puedo decir que sé algo sobre el latín gracias a las largas horas de clase que le he dado, pero no puedo decir que no. ¿Por qué? Porque saber latín no es más que poder hacerlo en latín.
Por lo tanto, para fomentar el uso del euskera, debemos incidir en el uso del euskera de todas las maneras posibles. Debemos ser conscientes de que el uso no es solo lo que decimos y escuchamos en voz alta durante el día. Existe un uso silencioso y creo que tenemos margen para influir en él. En los textos bilingües es decisivo que el euskera esté donde el ojo u oído primero toca. Por ejemplo, voy a la oficina de correos, donde leo casi todo lo que he leído, aunque esté escrito en castellano y en euskera, el idioma que primero tocan mis ojos es el castellano, porque está escrito a la izquierda. Así, de forma automática y sin que yo pueda hacer nada en contra, mi cabeza activa el castellano e inhibe el euskera. En cuanto se ve el texto en euskera escrito a la derecha, es tarde en el juego de las frecuencias de cabeza, ya que se juega en milisegundos. Si el euskera se hubiera presentado a la izquierda, activaría el euskera e inhibiría el castellano, una gota más a favor del euskera en el juego de las frecuencias.
La niebla que genera esas gotas en nuestro entorno cotidiano a favor de la frecuencia del euskera facilita el uso del euskera para todos, tanto para los que tenemos el euskera como para los que se han puesto en marcha en el camino del euskera. Estemos atentos, pues, a que esa bruma silenciosa que impregna nuestras mentes todos los días y sin cesar caiga en euskera, la más frecuente posible.
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