Mortuorias y de palabra
En la era de la inteligencia artificial, en la que todo va a ser posible a través del móvil, la mayoría de las personas todavía prefiero estar cara a cara cuando nuestra salud está en juego. Aún no he conocido a nadie que quiera morir solo, ni siquiera a alguien que haya nacido solo.
Escucha, escucha. A veces en silencio, a veces hablando, la comunicación es la clave en la medicina, y no está de más decir (a saber dónde) que la lengua es una prioridad en estos casos. Porque lo que se dice a menudo no dice nada, y, por tanto, los límites y las malas interpretaciones son comunes. Muros.
A la hora de analizar el tema de la lengua, teniendo en cuenta que la mayor parte de la investigación sobre el tema se ha realizado en los países anglosajones, el concepto de límite lingüístico se repite una y otra vez. Llama la atención que en la mayoría de los artículos dedicados al tema no se define ningún límite de idioma. Los límites lingüísticos se han definido como un problema de comunicación entre las personas que hablan las diferentes lenguas, o que hablan la misma lengua a diferentes niveles, entre los pacientes y los profesionales sanitarios. En cuanto a las necesidades, poco se habla en la actividad sanitaria, es decir, en todo el proceso de salud, del idioma que todo paciente necesita para recibir un servicio de calidad (aceptable, seguro, accesible, eficaz, equitativo y sostenible), o más concretamente del idioma que necesita en sus relaciones con los trabajadores sanitarios y las organizaciones. Es decir, el idioma que necesita para relacionarse para que su estado de salud sea lo mejor posible. Necesidad.
Es evidente que, siendo verbales, necesitamos una nueva conceptualización de los límites lingüísticos, ya que la limitación no trae consigo al paciente necesitado. Se construyen muros. Por consiguiente, me refiero a la imposibilidad o la incapacidad de dar una respuesta adecuada a las necesidades lingüísticas o de comunicación de cualquier paciente, sea cual sea su naturaleza, tanto por parte de los profesionales sanitarios como de las instituciones sanitarias. Y la razón puede ser cualquiera. El origen de los límites lingüísticos a nivel social puede ser cultural, político o legal. Nunca había estado tan preocupado. Asimismo, a nivel de organizaciones sanitarias, podrán tener su origen en la falta de formación y conciencia, la falta de dotación de recursos humanos, su carácter estructural o organizativo. No se trata de una excepción, ya que se trata de un problema sanitario de carácter sistémico y universal, que afecta a millones de personas a nivel mundial, lo que se traduce en una percepción multitudinaria de servicios sanitarios inadecuados y equitativos. Al mismo tiempo, afecta también al personal sanitario en su actividad diaria, así como en el proceso de formación.
Es posible trabajar en euskera, así como escribir la historia clínica en euskera, y para ello no hace falta autorización. Basta con ser médico y saber euskera. Como subalternos, preferimos el traductor automático, es decir, la inteligencia artificial. Aquellos que, con el pretexto de la seguridad clínica, no son capaces de dar una respuesta adecuada para que lo poco que se escribe en euskera esté al alcance del castellano. Estamos reivindicando la seguridad en euskera y al mismo tiempo trabajando en castellano por seguridad. Parece que no se le ha ocurrido a nadie poner en euskera todo lo que hay en castellano; por ejemplo, los informes de las pruebas de imagen.
Nosotros somos moribundos y verbales, brotamos en la boca y galopamos como locos. No hemos creado un marco teórico propio, ni hemos impulsado la investigación. Pero en el mundo seremos precedentes en la utilización de la tecnología más avanzada que condene al encierro de la lengua que está a punto de morir. Nuestro artificio. Los primeros irían, joaldun.
-> Lengua materna en medicina
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