Movimientos, inercia, etc.
1999/04/01 Bandres Unanue, Luis Iturria: Elhuyar aldizkaria
Lanzándose desde el tren en marcha
Si a cualquier persona le preguntamos si al saltar del tren miramos hacia delante, es decir, hacia el sentido del tren o hacia atrás, sin duda, esto nos dirá "según la ley de la inercia, mirando hacia delante". Pero profundizando un poco más, si se le pregunta qué relación tiene éste con la ley de la inercia o cómo lo indica, seguramente comenzará a hablar para dejar su idea totalmente limpia, pero si no lo cortamos, al llegar a un punto nos queda mudo: según la ley de la inercia… el salto debería ser retrospectivo, es decir, deducirá el sentido del tren y no como ha dicho al principio.
En el caso expuesto, la ley de inercia sólo tiene un papel secundario, ya que el motivo principal es el otro. Claro, si dejamos de lado todo lo que es la verdadera razón y nos centramos únicamente en la ley de la inercia, llegaremos a la conclusión equivocada, si queremos llevar a la práctica lo que luego ha dicho la teoría con su lamentable resultado.
Pensemos que tenemos que saltar por el tren que va por su camino. ¿Qué ocurrirá?La inercia del salto desde el tren hace que nuestro cuerpo tenga la misma velocidad que el tren con la tierra y la tendencia a seguir adelante. Pero el salto contra la marcha del tren, es decir, hacia atrás, y si lo hacemos fuerte, a la velocidad que tenemos con la inercia se le quita el revés que nosotros hacemos con el salto y, por tanto, la velocidad con la tierra será menor que en el primer caso. El riesgo de caer al suelo no será tanto.
Sin embargo, cuando saltamos del vehículo en marcha todos miramos hacia delante (aunque nuestro cuerpo se desplaza). Sin duda, este es el camino correcto y que recomendamos de corazón a nuestro lector.
¿Pero cómo puede ser eso? Porque la declaración anterior no es correcta ni completa. El motivo que tenemos para caer después de hacer el salto mirando a cualquier sitio es que, mientras la parte superior de nuestro cuerpo quiere seguir moviéndose según el tren, los pies tienden a quedarse al tocar el suelo. Pero si nos lanzamos mirando hacia delante, como hacemos habitualmente, tendremos la oportunidad de dar unos pasos y de evitar caer. Este tipo de actividades son las que realizamos diariamente cuando caminamos. Caminar, desde el punto de vista físico, no es más que un montón de matorrales hacia delante: evitamos la caída real porque avanzamos la pierna necesaria.
Sin embargo, si nos tiráramos del tren mirando hacia atrás, a pesar de tener una visión más lógica de la inercia, no tendríamos la oportunidad de dar pasos y nos caeríamos. Por otro lado, siempre es más adecuado caer hacia delante y suavizar de alguna manera las consecuencias del golpe con las manos.
De esto saldremos una conclusión clara: que la mayor seguridad del salto hacia adelante corresponde más a nuestra capacidad de avanzar que a la inercia. Por ello, esta regla no se cumple con los objetos. Si vamos a lanzar un objeto frágil desde el tren, como la botella, es mejor tirarlo hacia atrás que hacia adelante, ya que la probabilidad de rotura será menor. Por eso, y sabiendo que la mejor manera de salir del tren es estar quieto, si en algún momento debéis abandonar el que está en marcha, primero tiráis vuestros bultos o equipajes y después nos miráis hacia delante (y con empuje hacia atrás). Así, por un lado, debido a la inercia, reduciréis la velocidad del cuerpo y, por otro, evitaréis el riesgo de caer patas arriba.
Agarrar con la mano la bala tirada
Según una noticia aparecida en un periódico durante la Primera Guerra Mundial, a un aviador francés le pasó algo extraño. Mientras viajaba en un avión a dos kilómetros de la Tierra, se dio cuenta de que estaba moviendo un pequeño objeto junto a su cara. Pensando que iba a ser un bicho, le sorprendió con la mano. Y… mira, se sorprendió al ver que lo atrapado era la bala de un fusil alemán.
Esto nos trae a la mente los cuentos del barón de Münchhausen, que decía que este barón se agarró a una bala de cañón tirada. Pero al margen de los cuentos, la noticia no es en absoluto imposible.
Las balas no siempre van con su velocidad inicial, es decir, con una velocidad aproximada de mil metros por segundo, sino que debido a la resistencia del aire van cada vez más lentas y sólo tienen una velocidad de cuarenta metros por segundo antes de caer. Esta velocidad era posible para los aviones de la época, por lo que, a pesar de la casualidad, las balas y los aviones podían tener una velocidad instantánea similar y entonces la bala estaría prácticamente estancada respecto al aviador. Por lo tanto, esto se podía coger fácilmente con la mano; con el guante, por supuesto, las balas se calientan mucho por fricción con el aire.
Riesgo de aves
Si en condiciones adecuadas la bala tirada se transforma en algo no peligroso, también podemos tener lo contrario, es decir, la baja velocidad del "cuerpo pacífico" puede provocar efectos negativos.
Debido a las enormes velocidades que han alcanzado los aviones de reacción en los últimos años, en algunos casos se han producido averías (y en algunos casos accidentes) debidas a la colisión entre aviones y aves. Alguien puede preguntarse qué peligro puede suponer un pájaro ligero para un avión con más de cien pasajeros? Pero cuando el pájaro choca contra un avión a una velocidad de quinientos metros por segundo, puede romper el revestimiento metálico o el vidrio de la cabina del piloto. ¿Y qué diremos si entra de alguna manera por la tolva del motor? Como consecuencia de este choque, hace unos veinticinco años, el aviador norteamericano Theodore Erymann murió durante un vuelo de entrenamiento en un avión de reacción.
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