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Bacterias de las manos como las huellas dactilares

2010/05/16 Aulestiarte Lete, Izaro - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa

En los últimos tiempos, varias series nos han brindado la oportunidad de acercarnos al mundo de la policía científica que antes era totalmente desconocido, y pronto nos hemos dado cuenta del sorprendente desarrollo de técnicas forenses para resolver crímenes o asesinatos. Ya conocemos vías efectivas de investigación de las huellas dactilares o moléculas de ADN, tanto en la ficción como en la realidad, pero parece que para identificar a una persona hay otro método que puede ser tan preciso como estos. Los científicos observan las huellas bacterianas que dejan nuestras manos al alcance de cualquier cosa.
Dejamos nuestra “huella microbiana” en cada superficie que tocamos diariamente con las manos.
D. Sharon Pruitt

Porque nuestro genoma no es lo único que nos hace únicos o únicos. El propio grupo de genes bacterianos que pasan a cada superficie que tocamos por nuestros dedos, como por ejemplo el teclado del ordenador, también deja huella y puede aprovecharse con fines forenses.

Tal y como han explicado los investigadores de la Universidad de Colorado, nuestros cuerpos están recubiertos de bacterias y dejamos su huella en la vida cotidiana. Ya sabían que en las manos tenemos muchos tipos de microbios. Pero esta vez la principal novedad es que estas diferencias entre los microbios se pueden utilizar para saber quién ha tocado un objeto o una superficie determinada. Por eso, entre otras cosas, si se quisiera resolver un crimen, la información obtenida en este camino podría tener una gran importancia. En la revista Proceedings of the National Academy of Sciences se ha dado cuenta de lo tratado.

Las muestras de ADN de bacterias se tomaron de los ratones y teclados de los ordenadores personales para llevar a cabo la investigación.
Deele

Previsiones superadas

La nueva técnica, basada en la secuenciación genética, presenta una precisión entre el 70% y el 90%. Sin embargo, hoy por hoy se encuentra en la fase preliminar, porcentaje que probablemente aumentará cuando consigan perfeccionar el método. “Sin duda puede llegar a ser un elemento valioso en la caja de herramientas de los científicos forenses”, ha señalado uno de los investigadores.

Para llegar a esta conclusión, investigadores estadounidenses tomaron muestras de ADN de bacterias a partir de ratones y teclados de tres ordenadores personales. Primero los compararon con las bacterias de las manos de los propietarios de los objetos y después las compararon con muestras tomadas de otros teclados que nunca utilizaron. La similitud entre los individuos y las bacterias de sus ordenadores personales fue mucho mayor.

La prueba funcionó a las 12 horas de la última utilización de los ordenadores. Y los científicos de la Universidad de Colorado quisieron ir más allá. Se tomaron muestras de las superficies de dos personas y una de ellas se congeló bajo cero a 20 grados, dejando la otra muestra a temperatura ambiente durante quince días. ¿Qué pasó? Pues que las colonias bacterianas no sufrieron ningún cambio, en ninguno de los dos casos.

Esta resistencia mostrada en el experimento, según los expertos, se limita a confirmar el valor de los microbios para la medicina forense.

En una mano viven una media de 150 tipos de bacterias, de las cuales sólo el 13% son iguales para dos personas seleccionadas al azar.
The International Rice Research Institute

Además, el nuevo método que utilizan puede ser también de utilidad en medicina legal, sobre todo cuando en un objeto hay dificultades para obtener ADN humano (ausencia de sangre, tejido, esperma o saliva). Son tantas las células de las bacterias que tenemos en la superficie de la piel, que sería más fácil recoger el ADN de las bacterias de las cosas afectadas que obtener el ADN humano.

En una mano humana viven una media de 150 tipos de bacterias, de las cuales sólo un 13% son iguales para dos personas seleccionadas al azar. Así, el 87% de las especies de bacterias de nuestras manos son únicas. Ellos son precisamente nuestra “huella microbiana”.

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