Restos romanos en América
2000/02/22 Roa Zubia, Guillermo - Elhuyar Zientzia
Los europeos emigraron a América antes de 1492. No hay duda de ello. Entre ellos, los vascos se dedicaban a la pesca en aguas de Terranova y los vikingos emigraron de Groenlandia a Norteamérica. La conclusión que algunos antropólogos han sacado ahora de otro descubrimiento es que los romanos también estuvieron en Centroamérica.
El descubrimiento tuvo lugar en 1933 en el valle de Toluca, a 65 kilómetros al oeste de la ciudad de México. Una pequeña terracota fue exhumada, es decir, una figurita de barro al horno. Es la cabeza de un hombre con barba de pocos centímetros de altura. Cabe destacar la ausencia de cualquier estilo precolombino. Nada más encontrarla se perdió la terracota. Finalmente, en 1994 el antropólogo Santiago Genoves lo redescubrió y lo llevó al museo de la ciudad de México. El antropólogo Roman Hristov decidió investigar su origen.
Trazas de calor
Tomó muestras del collado de la terracota y las llevó al instituto Max Plank. Allí analizó la metodología de la termoluminiscencia. Esta técnica transforma los electrones acumulados a lo largo del tiempo en luz. Midiendo la luz se puede saber cuándo se metió en el horno. La cabeza es la realizada hace 1.800 años, es decir, aproximadamente el año 200. Hristov recurrió a expertos en arte. Los expertos afirmaron que era arte romano. Además, según estudios sobre el descubrimiento, la cabeza se enterró antes de 1510, diez años antes de que los españoles llegaran a Centroamérica.
Según el arqueólogo David Kelley de la universidad de Calgary, la cabeza fue desenterrada por profesionales. «Estaba bajo las tres capas de tierra. Posee la máxima fiabilidad que puede ofrecer la arqueología». En opinión de Hristov, las relaciones entre Europa y América son prueba de que son anteriores a la llegada de España. Pero no está claro si aclarará ese debate. «No sé por qué la relación antigua debe ser imposible», explica Betty Meggers, antropóloga del Museo de Historia Natural de Washington DC. Dice que en la alfarería japonesa y ecuatoriana hay varias características iguales.
El arqueólogo David Grobe, de la universidad de Illinois, está de acuerdo en que es una terracota romana. Sin embargo, cree que podría llegar a México de otra manera. Puede provenir de un barco romano hundido en la costa, sin que se produzca ninguna relación entre gente de aquella época. Además, en el arte precolombino no se han encontrado restos de mezcla de culturas, ni romanas, ni de otros países europeos.
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