Ranking de contaminación por fuentes eléctricas
2008/11/01 Urruzola Arrate, Manex - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria
La disponibilidad y prosperidad de la energía actual permite a muchas personas disfrutar de la comodidad y la movilidad en una medida sin precedentes. Pero para ello, el hombre gasta una media de energía 100 veces más que antes de usar el fuego. Y hay que tener en cuenta la contaminación y el impacto ambiental que supone este consumo energético.
Un tercio de la producción total de energía se destina a la generación de electricidad. El resto se destina principalmente al transporte y a la calefacción. La generación de electricidad requiere la explotación de varias fuentes de energía, como el carbón, el petróleo, el gas natural o el uranio. De hecho, la electricidad es una energía eficiente y limpia para el consumo, pero genera impactos ambientales en su fase de generación.
En cualquier caso, no es posible poner todas las fuentes de energía al mismo nivel, al menos en lo que respecta a la contaminación. No generalizable. Todas las tecnologías que producen electricidad contaminan más o menos. Por tanto, al consumir electricidad, en cualquier caso, estamos contaminando el medio ambiente. Eso es inevitablemente así. Pero, empezando a compararse, hay diferencias entre unas y otras. La reciente investigación llevada a cabo por la consultora catalana de medio ambiente y energía, AUMA, pone de manifiesto las grandes diferencias entre los impactos ambientales de las fuentes de electricidad.
Los resultados obtenidos demuestran que las tecnologías que utilizan combustibles fósiles son las que presentan mayor impacto ambiental. De ellos, el carbón y el petróleo son los principales contaminantes, siendo las centrales de lignito las más contaminantes. Las centrales con menor impacto ambiental son las hidroeléctricas y las eólicas.
Explotación de las fuentes más contaminantes
Tras los resultados aparecen datos llamativos. De hecho, las fuentes de energía con mayor impacto ambiental son las más explotadas. El carbón es, con diferencia, el combustible más utilizado en el mundo para generar electricidad. En cuanto al sistema eléctrico del Estado español, el carbón y el gas natural son los más explotados, generando entre ambos la mitad de la energía eléctrica total del Estado y siguiendo de cerca la nuclear.
Los responsables de ello son fundamentalmente económicos. La explotación de combustibles fósiles y energía nuclear ha sido siempre muy económica tecnológicamente en comparación con las energías renovables. Además, las centrales térmicas tienen una utilidad casi total a lo largo de todo el año y producen mucho más que las renovables. De hecho, la producción de renovables depende en gran medida del tiempo --sol, viento y caudales no siempre están garantizados. Dado que el mercado eléctrico paga a cada productor en función de los kWh o unidades de energía generadas, las tecnologías de producción más contaminantes han ofrecido grandes oportunidades de negocio. Pero las cosas van cambiando poco a poco.
Hay que tener en cuenta los incentivos económicos que los productores de renovables reciben de los gobiernos. Además, el desarrollo de la tecnología de las energías renovables aumenta su eficiencia a lo largo de los años. Así, cada unidad de energía generada por centrales eólicas o placas fotovoltaicas es cada vez más económica. Además, el impacto ambiental de estas tecnologías ha disminuido considerablemente en los últimos años.
El ejemplo más significativo es el de las células fotovoltaicas. Si se comparan los estudios de ACV 1999 y 2008 de la empresa AUMA, la puntuación de impacto ambiental de las instalaciones fotovoltaicas se ha reducido casi 5 veces. La clave de este cambio radica en los materiales de las placas fotovoltaicas, que en los últimos diez años han mejorado notablemente en calidad y contagiosidad. Y la industria fotovoltaica está reduciendo constantemente sus costes. Por todo ello, las instalaciones de energías renovables han aumentado considerablemente en los últimos años gracias a la demanda energética y a las oportunidades de negocio.
Efectos económicos de los daños: costes externos
Más allá de los costes económicos de unas y otras tecnologías, también hay que tener en cuenta los costes ambientales y sociales asociados a cada fuente de energía. Estos costes, conocidos como “costes externos”, analizan las implicaciones económicas de cada fabricante de electricidad para la salud humana, los ecosistemas, las cosechas, los edificios y el efecto invernadero, entre otros. Se tienen en cuenta, por ejemplo, las cuantiosas pérdidas que se produjeron en el caso del Prestige o los gastos que suponen para la salud pública las emisiones de gases contaminantes.
El informe ExternE de la Comisión Europea ha estimado el valor monetario de los costes externos. Esto supone que si estos costes se expresaran en la factura de la luz, a la electricidad procedente del carbón y del petróleo habría que añadir una media de 5 céntimos por kWh. Por el contrario, el coste externo de la electricidad generada por las centrales hidroeléctricas es de 0,4 céntimos, mientras que el coste de la energía eólica es de sólo 0,15 céntimos. Estos valores varían de un país a otro, pero la diferencia entre combustibles fósiles y energías renovables es evidente. Según los autores del informe, estos datos deberían ser tenidos en cuenta en las acciones políticas, por ejemplo, mediante impuestos o ecotasas a los combustibles y tecnologías más dañinas, o mediante incentivos a los productores de electricidad con menor coste socio-ecológico. El tema, sin embargo, tiene muchos vértices y está por ver las medidas que se van a adoptar.
Retos de futuro
La demanda de energía sigue creciendo año tras año y el sistema eléctrico tiene todas y cada una de las fuentes de energía necesarias para dar respuesta a esta demanda: este argumento está cobrando fuerza en los últimos tiempos. Además, a pesar de las desventajas, muchos expertos creen que en el futuro habrá que reforzarla, sobre todo argumentando que habrá que llenar de alguna manera el vacío que dejará la crisis del petróleo.
Las reservas de petróleo y gas natural sólo ofrecen durante décadas. Con el nivel de producción actual y los yacimientos de combustible conocidos hasta el momento, las reservas de petróleo sólo están garantizadas para unos 40 años y el gas natural sólo queda para 60 años. El carbón se agotará en menos de tres siglos. Además, las reservas no son el único problema del sector energético, sino el crecimiento exponencial del consumo mundial.
No se podrá, por tanto, provisionar más con menos: se cortará la cuerda por uno u otro lado. En la sociedad del futuro, el modelo de civilización y los hábitos de consumo deben ser necesariamente modificados para lograr una verdadera viabilidad energética.
Pero eso no tiene por qué ser un desastre: hay ejemplos significativos en todo el mundo. En Japón, por ejemplo, son muy pocas las personas que utilizan el coche particular para desplazarse, y en esa sociedad es impensable que cada persona sea dueña de un coche. En Londres, el tráfico se solucionó cuando empezaron a cobrar para acceder al centro de la ciudad y en Dinamarca los impuestos suben mucho. Son decisiones contrarias a la voluntad mayoritaria, pero sin grandes márgenes de maniobra.
Habrá que ver qué medidas se tomarán en un futuro próximo y cómo responderá la sociedad ante esas medidas. Y la clave será cómo se gestiona todo esto.
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