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Parece que ha empezado a enfriarse...

2007/10/28 Lakar Iraizoz, Oihane - Elhuyar Zientzia

Ha pasado ya un mes desde que terminó el verano y, aunque este año no ha sido muy caluroso, se nota que el sol ya no calienta tanto. Para salir de casa, la mayoría cogemos la chaqueta para cuando la enfríe.
No todos percibimos el frío del mismo modo: unos son muy germinados y otros siempre están calientes (Foto: R. León)

La mayoría sí, pero no todos. Y es que no todos percibimos el frío de la misma manera: algunas personas son muy germinadas y otras siempre están calientes. Es decir, algunos ya empezaron a utilizar la ropa de invierno y otros todavía no han recogido la de verano hasta el año que viene.

Está claro que los términos calor y frío son muy relativos, dependen de la persona que lo siente y de la situación. Esto se puede demostrar con un sencillo experimento que se realiza a menudo con los niños: cojamos tres contenedores y llenemos uno con agua caliente, otro con agua fría y el tercero con agua tibia. Si metemos una mano en el agua caliente y la otra en el agua fría, la mantendremos durante un poco de tiempo y luego metemos las dos manos a la vez en el agua tibia, con las dos manos no notaremos la sensación de que la mano que ha pasado del agua fría al templado está caliente, y la que ha pasado por el agua caliente, que está fría.

Lo cierto es que cuando dos cuerpos a dos temperaturas (hemos puesto el ejemplo de la mano humana y el agua, pero cualquier otro puede ser) entran en contacto, el que tiene la temperatura más alta pasa el calor al cuerpo más frío hasta igualar las temperaturas de ambos.

El cuerpo humano es capaz de percibir pequeñas variaciones de temperatura; puede percibir si algo está frío o caliente con su temperatura. Sin embargo, los objetos pueden engañar a nuestra percepción. Si entramos en una habitación más fría que la temperatura corporal y tocamos un metal sobre una mesa y un trozo de madera, aunque ambos estén a la misma temperatura, nos parecerá que el metal está más frío que la madera. Esto se debe a que el metal es un buen conductor (buen conductor de la temperatura), por lo que el metal "roba" el calor de la mano que toca, lo que nos da una sensación de frío. La madera es un conductor muy malo y al tocarla con la mano nos "quita" mucho menos calor, por eso nos parece que está más caliente.

Si pasamos la mano de agua fría a templada, observaremos que el agua está caliente y si pasamos de agua caliente a templada, que está fría.

Temperatura en la calle

Cuando salimos a la calle también podemos ver cuál es la temperatura ambiente. Eso sí, la temperatura que percibimos no tiene por qué coincidir necesariamente con la temperatura real. Por ejemplo, el viento tiene una gran influencia en nuestra percepción. El cuerpo calienta las partículas de aire circundantes que aportan calor al cuerpo. Sin embargo, si el viento sopla (siempre que la temperatura de la calle sea más fría que la de nuestro cuerpo), esa capa de aire calentada por el cuerpo desaparece y la partícula de aire que está en contacto con el cuerpo en cada momento tiene que estar calentando constantemente, lo que provoca una sensación de frío. Cuanto mayor sea la velocidad del viento mayor será la sensación de frío.

No hay que olvidar, sin embargo, que la temperatura tiene un único valor en cada una de las circunstancias mencionadas, que nuestro cuerpo siente lo que siente. Para saber qué temperatura hay sin subjetividad, por tanto, no nos sirve. Para ello el hombre inventó los termómetros.

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