Armas microbiológicas
2000/10/01 Sarasua Etxeberria, Arantxa | Umaran Sanchez, Adelaida Iturria: Elhuyar aldizkaria
Oficialmente las armas biológicas sólo pueden desarrollarse durante la fase de investigación, no pueden utilizarse durante la guerra. Esto es lo que, por motivos éticos, establece el Tratado Internacional de prohibición de este tipo de armas, firmado en 1972. Según este acuerdo, no se pueden usar armas biológicas, pero sabemos que hay varios países y grupos no gubernamentales que tienen la capacidad de hacerlo.
Evolución histórica
Tras la disolución de la Unión Soviética, se dieron a conocer las armas biológicas presentes, entre ellas los misiles internacionales plagados de plagas. Se pudo saber que se manipularon bacterias capaces de producir plaga, tularemia y plagas de antrax para que fueran resistentes a los antibióticos. En la década de 1980 25.000 científicos soviéticos participaron en programas de desarrollo de armas biológicas. La mayoría de ellas se encuentran actualmente en situación de desempleo, dispuestas a poner su conocimiento y formación al servicio de los que mejor pagarán.
Se cree que en la guerra del Golfo también se utilizaron armas químicas y biológicas. Por si acaso los soldados que acudieron allí recibieron todas las vacunas. Tras la guerra, grupos de expertos internacionales tuvieron la oportunidad de visitar las instalaciones de Irak. Dicen que en Iraq había instalaciones para la producción de armas biológicas, con miles de litros de microorganismos nocivos y lanzadores para su difusión.
En la actualidad, diecisiete países cuentan con programas oficiales de investigación y desarrollo para la adquisición de armas biológicas. Entre ellos se encuentran Siria, Corea, Libia, China, Irán e Irak. Sin embargo, al margen de estos proyectos, proyectos o actuaciones oficiales, uno sabe el número de grupos armados capaces de crear armas biológicas.
Armas microbiológicas
Las armas microbiológicas son armas fabricadas a partir de microorganismos o sustancias producidas por microbios (esporas, toxinas...). El proceso de fabricación de estas armas es básicamente sencillo, pero si se trata de microorganismos en condiciones técnicas inadecuadas o por negligencia, puede contaminar al propio productor. Dependiendo de las características de la población a atacar, se pueden utilizar como armas muchos microorganismos.
Las consecuencias de las armas microbiológicas producidas con la tecnología actual son imprevisibles e incontrolables, ya que pueden perjudicar al agresor y al atacado. Según los expertos, el avance de la ingeniería genética evitará en pocos años este tipo de problemas. Parece, por tanto, que las futuras armas microbiológicas sean más selectivas.
Aunque en el Pacto Internacional por la Prohibición de Armas Biológicas se mencionan motivos éticos, algunos consideran que la razón real de este pacto es la imposibilidad de controlar los efectos de los ataques biológicos. No obstante, se prevé que en breve se supere dicho límite. A medida que el ADN humano se descifra, se cree que se podrán encontrar marcas genéticas que distingan a cada raza humana. De esta forma, se pueden manipular los microorganismos mediante técnicas genéticas para atacar sólo a los que tienen ciertas características. Por lo tanto, los agresores no tendrían riesgo de contaminación.
La mayoría de las armas biológicas inventadas hasta el momento son armas microbiológicas, proyectiles llenos de microorganismos o sustancias producidas por microbios. Mediante el uso de armas biológicas, tras la selección de la población objeto de ataque y su rápida expansión por el aire, se pretende que la mayoría de la población enferme, muera buena parte de ellas y que el territorio atacado se vea inmerso en una emergencia sanitaria.
El primer paso para crear armas biológicas es la obtención de microorganismos perversos. Para ello, existe una serie de colecciones de crianza que se utilizan para abastecer los laboratorios de investigación existentes en el mundo. El segundo paso sería la proliferación de estos indeseables microorganismos. Para ello se necesita únicamente el instrumental científico básico, pero puede suponer un riesgo para los que realizan el proceso. El último paso, el más difícil, es el desarrollo de tecnología para la difusión aérea de microorganismos. Con este fin se pueden utilizar proyectiles o explosivos, pero durante la explosión se perderá la viabilidad de los microorganismos y su capacidad de infección.
Aunque parecen cosas de ciencia ficción, son una realidad. Sin embargo, hay que distinguir entre qué es la ficción y qué realidad. Las siguientes líneas pueden ayudar en esta tarea.
¿Qué microorganismos?
Los microorganismos ideales para ser utilizados como armas deberían ser consecuencia de una serie de características. Una de estas características es el tamaño, el tamaño adecuado. Según los expertos, los microorganismos deben medir alrededor de un micrómetro. Aunque la mayoría de los virus son menores, el virus de la viruela o el virus Marbug son de los más grandes: Miden entre 0,3 y 0,8 micrómetros. La mayoría de las bacterias y las esporas de las bacterias, por su parte, tienen un tamaño muy apropiado para su propagación por el aire: 1-3 micrómetros. El resto de microorganismos patógenos -hongos, protozoos, etc.- son demasiado grandes, superiores a 5 micrómetros.
Además del tamaño, la presencia de microorganismos seguros tiene una gran importancia, es decir, en el proceso de fabricación de las armas los microorganismos no deben presentar riesgos añadidos. La producción de armas microbiológicas requiere el crecimiento del microorganismo seleccionado. Del cultivo se obtendrán millones de microorganismos. Se recogen todos ellos y luego se meten en los lanzadores. Es imprescindible reducir el riesgo de infección durante este proceso. En las bacterias, pocas especies son capaces de formar formas de resistencia. Estas formas, las esporas, son inertes, no se reproducen, pero son muy resistentes y tienen la capacidad de sobrevivir durante muchos años. Por lo tanto, las esporas bacterianas son óptimas para su recolección y evitar la reconstrucción de los cultivos bacterianos. Además, hay que tener en cuenta que algunas bacterias que han sido seleccionadas para ser utilizadas en la guerra, como Bacillus anthracis, sólo causan enfermedades leves a través de contactos inesperados.
El microorganismo utilizado como arma deberá tener, a su vez, la capacidad de enfermar a mucha gente. Dado que las enfermedades producidas por los microorganismos son transmisibles, la introducción de microorganismo en una determinada población puede dar lugar a varios casos. En estos casos se habla de aparición de enfermedad. Cuando el brote es grande, afecta a la mayoría de la población, se habla de epidemia.
En función de la vía de transmisión de la infección, pueden existir diferentes tipos de brotes. A veces, en poco tiempo aparecen muchos casos a la vez. Para poder producirse este tipo de brotes es imprescindible que la fuente sea única y corriente. Por ejemplo, si se contamina el agua potable o el aire que se respira, muchas personas enferman al mismo tiempo. Al desaparecer la fuente de infección se acabó el brote. En otros brotes, al principio aparecen pocos casos y la infección se transmite lentamente. Ejemplos de ello pueden ser las enfermedades transmitidas por relaciones sexuales, como el sida. La única solución para erradicar este tipo de brotes es buscar la forma de proteger a la población, es decir, la vacuna.
Para atacar a la población pero que la difusión de la infección sea limitada y controlada, se han seleccionado los microorganismos que producen los primeros tipos de brotes. Así, la mayoría de los virus y bacterias que aparecen en la lista de la tabla inferior pueden transmitirse al aire o bien -por ejemplo, las toxinas producidas por las bacterias- son útiles para envenenar agua potable o alimentos.
También añade la posibilidad de utilizar como arma los muertos que puedan causar microorganismos. Analizando los datos de brotes de armas microbiológicas y extrapolando los experimentos con animales, se puede calcular el ID50 de cada microorganismo, la dosis necesaria para matar a la mitad de la población. Así, si se utilizan esporas del Bacillus anthracis para atacar a una población de 100.000 habitantes, se utilizarán 20.000 esporas, mientras que en el caso de Brucella melitensis o Francisella tularensis son suficientes 1.000 células.
La última característica que deben tener los microorganismos ideales para ser utilizados como armas es la ausencia de prevención y tratamiento para ellos, al menos para la población atacada. Actualmente no existen tratamientos específicos contra los virus que aparecen en la tabla 1. En el caso de las bacterias, sin embargo, existen antibióticos adecuados para el tratamiento de la antraxa, la tularemia, la brucelosis, la peste y la fiebre Q, pero no sería fácil conseguir antibióticos en brotes gigantes intencionados y tratar inmediatamente a todos los infectados. Con la utilización de toxinas de Clostridium los antibióticos no servirían de nada, ya que la única posibilidad de controlar la toxicidad es el antídoto y el antiserum preciso, y es muy difícil mantener los antídotos suficientes.
Además de todas estas características, hay que tener en cuenta la "contribución" de la ingeniería genética a este campo. De hecho, aprovechando la posibilidad actual de la ingeniería genética de manipular los genes, se pueden transformar las características de estos microorganismos y "mejorar" las armas microbiológicas existentes, por ejemplo mediante la elaboración de microorganismos más resistentes a los antibióticos.
Consecuencias de la guerra microbiológica
Conociendo las características de los microorganismos ideales, una vez fabricados, sólo queda su uso al agresor. Sin embargo, antes de su uso, ¿no debería prestar atención a posibles efectos? Sí lo es, pero dado que la influencia de las armas microbiológicas depende de ciertas variables, difícilmente se sabría de antemano lo que ocurrirá después.
Dependiendo de la técnica de difusión del microorganismo, el efecto puede variar considerablemente. Hasta el momento, los microorganismos han sido transportados en proyectiles y explosivos de avión, tanto en bombas más pequeñas como en misiles internacionales. Por lo tanto, para conocer el territorio y la población objeto de ataque, las características del proyectil,
la duración de la agresión y el tamaño del microorganismo.
Las características de los atacados también pueden condicionar la acción de los microorganismos. Algunas características de la población agredida son difíciles de controlar de antemano: grado de inmunidad al microorganismo que se va a utilizar, tratamientos antibióticos que se están tomando, posibilidad de transmisión de infección por persona, etc. En el caso del virus del baztango, al estar erradicado y haber dejado de utilizar la vacuna, no hay protección. En la mayoría de los casos, al tratarse de infecciones raras o restringidas a pocos lugares, la mayoría de la población carece de anticuerpos. Asimismo, deben tenerse en cuenta los medios sanitarios, la ordenación, las condiciones socioeconómicas, los factores geográficos y demográficos, etc., sobre todo si se quiere anticipar la capacidad de respuesta ágil y adecuada tras posibles agresiones.
se devolverán plagas antiguas.
Sin duda, las características del microorganismo que más tienen que ver con el impacto de la agresión son la patogenia del microorganismo elegido (vías o estrategias para perjudicar al ser humano), la virulencia (capacidad de enfermar y morir) y la epidemiología. No todos los microorganismos tienen la misma patogenia, ni la misma virulencia, ni la misma capacidad de transmisión e infección. Cuando se trata de infecciones ocurridas de forma natural, en general se conoce la patogenia, virulencia y epidemiología de todos estos microorganismos. Pero cuando se han difundido intencionadamente no. El ejemplo de antrax puede ser ilustrativo.
¿Se pueden prevenir las agresiones microbiológicas?
No se dispone de formación para hacer frente a emergencias de tamaño similar a las mencionadas en el ejemplo de Antrax. Por ello, debe evitarse el desarrollo y uso de armas biológicas. Sin embargo, hay que estar atentos a diagnosticar y tratar adecuadamente estas enfermedades susceptibles de ser resurridas (antrax, plaga...). Para ello, habría que buscar técnicas ágiles para detectar microorganismos virulentos en el aire. Estas técnicas deberían ser de aplicación remota para poder analizar en pocos minutos cualquier nube sospechosa y, si fuera contagiosa, adoptar medidas preventivas lo antes posible. Esto no es posible con las técnicas de diagnóstico actuales.
Por otro lado, uno de los recursos más importantes de la prevención es la educación. En caso de accidente o ataque nuclear o vertido químico, están creados programas para saber responder adecuadamente y se realizan ensayos para que la población aprenda bien. La respuesta adecuada a la plaga causada por el antrax, la viruela u otra arma microbiológica sería más difícil debido a la falta de desarrollo de los programas de respuesta. Los programas de prevención se han desarrollado únicamente en algunas capitales de EEUU.
La otra opción es utilizar vacunas. Las vacunas son suspensiones de microorganismos muertos o atenuados que aumentan específicamente el sistema inmune para controlar la infección en caso de encontrar el mismo microorganismo. Son, por tanto, uno de los instrumentos más valiosos para la prevención de enfermedades infecciosas. Para realizar cualquier vacunación es imprescindible conocer a la persona que va a recibir la vacuna, ya que hay que pasar unas semanas para detectar el efecto de la vacuna. En el caso de las armas microbiológicas no se puede cumplir este requisito, ya que toda la población mundial no puede tomar todas las vacunas por si fuera necesario. No obstante, en caso de producirse una agresión de este tipo se pueden utilizar vacunas para reducir la aparición y evitar que la enfermedad se convierta en una epidemia y proteger al personal sanitario.
EN EL | EN FASE DE INVESTIGACIÓN Turalemia* |
Las vacunas de emergencia, además de ser efectivas, deberán ser cómodas y baratas. Ahora en el mercado se pueden encontrar vacunas contra el antrax, la viruela y la peste, en el caso de la viruela, y hay otras en fase de investigación o mejora como el botulismo, la fiebre Q, la tularemia o la encefalitis. Por otra parte, aunque parezca paradójico, la ingeniería genética, la misma tecnología que se puede utilizar para crear y mejorar armas microbiológicas, puede resultar de gran ayuda en la búsqueda de vacunas nuevas y mejores.
El último bloque de medidas preventivas estaría compuesto por expertos. Tras la agresión sería fundamental realizar un diagnóstico de la enfermedad lo antes posible. Posteriormente habría que aplicar medidas de aislamiento y tratamientos antibióticos adecuados para reducir el número de muertos. En la guerra la sorpresa suele ser una ventaja, en la guerra microbiológica el desconocimiento puede ser un factor a favor de los agresores. Las armas microbiológicas en desarrollo pretenden extender enfermedades infecciosas ya desaparecidas o fuertemente focalizadas. Ante esto, los expertos en enfermedades infecciosas deberían ser defensas de primer orden, pero desgraciadamente se aprecia que esta defensa será débil, ya que el personal sanitario no tendrá experiencia para tratar este tipo de infecciones. ¡Imagínate que a los estudiantes de medicina ni siquiera les han explicado estas enfermedades!
Antrax
Antraxa es una infección causada por la bacteria Bacillus anthracis. Esta bacteria forma formas de resistencia o esporas capaces de sobrevivir en el medio durante mucho tiempo (fotos). Cuando la tierra se contamina con estas esporas, el ganado puede infectarse y enfermar a los seres humanos que viven alrededor del ganado. El antrax ha sido una de las mayores plagas de la antigüedad, también citada en la Biblia. En 1660 mató a miles de seres humanos y animales en Europa, pero desde que en 1881 se logró la vacuna contra el antrax, está bien controlada y aparecen muy pocos casos.
En la mayoría de ellos las esporas de las bacterias entran por la piel del hombre y provocan una infección local, leve y curable.
Si las esporas del antrax se respiran, la cuestión es mucho más grave. Las células defensoras de los bronquios -los macrófagos- tragan las esporas y las llevan hacia dentro hasta los pulmones. Allí las esporas germinan y proliferan produciendo y expulsando tres tipos de toxinas. Las toxinas matan las células, la infección se expande y finalmente destruyen los vasos sanguíneos y los órganos internos. Si 48 horas después de la infección no se somete a tratamiento, muere el 95% de los infectados, sin tratamiento por supuesto mueren todos los infectados. Es muy raro que se den estos casos de forma natural, ya que la dosis necesaria para infectarse por las vías respiratorias es muy elevada -10.000-20.000 esporas-. Sin embargo, cuando el pelo de los animales está lleno de esporas, pueden enfermar los cortadores de lana.
¿Pero qué pasaría después de un ataque con la espada del antrax? Si se despegasen millones de esporas de entre 1 y 2 micrómetros de Bacillus anthracis sobre una población de 100.000 habitantes, estarían en el aire unas dos horas, de modo que la población pueda respirar. La aparición del antrax sería similar a la del gráfico 2. La mayoría de los pacientes deberían ser hospitalizados y tratados con antibiótico durante mucho tiempo, siempre y cuando haya medios sanitarios para hacer frente a este tipo de emergencias. Si no lo hubiera, el número de muertos sería superior al previsto. Por otra parte, el tratamiento de 100.000 habitantes y los días de hospitalización requerirían entre 25 y 500 millones de dólares.
Microorganismos utilizados
Como se puede observar en la tabla 1, las sustancias producidas por microorganismos o microbios que en ocasiones pueden utilizarse como armas biológicas presentan una gran variedad de características, muchas de las cuales, especialmente las bacterias, presentan características similares o idénticas:
- Producen zoonosis. El antrax, la tularemia, la brucelosis, etc. son enfermedades típicas del ganado que sólo sufren los animales enfermos o que se encuentran en contacto frecuente con sus productos (Figura 1).
- A pesar de los primeros grandes brotes, los controles sanitarios que se realizan actualmente al ganado hacen que estas enfermedades sean raras.
- Estos microorganismos pueden transmitirse por aire.
- Cuando los microorganismos entran por la piel, la infección puede ser local, leve y curable, mientras que si entran por las vías respiratorias la enfermedad puede ser grave y mortal.
En el caso del virus Marbug la transmisión no está totalmente iluminada, pero saben que el depósito es un animal, el mono. La enfermedad producida por este virus no tiene tratamiento y el 90% de los infectados morirá por hemorragia.
Los virus que producen las encefalitis se encuentran en los roedores y en muchos otros animales y el ser humano puede recogerlos a través de mosquitos. Estos transmisores son muy específicos, por lo que la enfermedad está limitada al lugar donde vive la especie transmisora.
El virus de Baztanga no tiene depósito en los animales, es un virus de los seres humanos y, gracias a las vacunas, actualmente está desaparecido.
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