Ejercicio físico, el mejor medicamento
El ejercicio físico no es solo una buena costumbre de llevar una vida más saludable; además de ser una de las mejores herramientas para prevenir enfermedades, también puede ser un tratamiento de primer nivel. Y los médicos deberían prescribirlo, al igual que los medicamentos, en la dosis adecuada. Así lo atestiguan las evidencias científicas que se están acumulando en los últimos años; así lo afirman también los investigadores Ana Rodriguez Larrad y Mikel Izquierdo Redin.

Ejercicio físico, el mejor medicamento
“El ejercicio físico es uno de los mejores medicamentos” dice claramente Mikel Izquierdo Redin, Catedrático de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra. “La evidencia científica ya es terrible”.
De hecho, numerosos estudios han demostrado que se pueden prevenir y tratar enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes tipo 2, la obesidad, la depresión y algunos deterioros cognitivos. “Los resultados podrían ser iguales o mejores que los obtenidos con medicamentos, pero sin efectos adversos”, dice Izquierdo. “En algunos casos, como la hipertensión o la depresión leve, la evidencia indica que con el ejercicio físico los medicamentos pueden sustituirse por completo o reducirse sustancialmente”.
En la misma línea se ha pronunciado Ana Rodriguez Larrad, profesora del Departamento de Fisiología del Grado en Fisioterapia de la UPV/EHU e investigadora del grupo AgeingOn: “Cada vez hay más evidencias científicas que afirman que el ejercicio físico es una de las herramientas más eficaces para mejorar la salud, tanto para la prevención como para el tratamiento. Por eso nace el movimiento Exercise is Medicine, que reivindica el ejercicio físico como componente de la medicina”.
Polipilula biológica
“El ejercicio físico activa mecanismos biológicos muy complejos”, explica Rodríguez. Son complejos y variados, pero cada vez se conocen mejor. Por ejemplo, el ejercicio reduce los niveles de inflamación sistémicos, lo que influye directamente en la evolución de enfermedades crónicas como las cardiovasculares, el cáncer o la depresión. Aumenta la producción de neurotrofinas, lo que contribuye a la plasticidad cerebral y a la función cognitiva. Provoca cambios en la expresión génica a través de mecanismos epigenéticos; afecta también al sistema inmunitario, así como a la composición de la microbiota. “El ejercicio no es solo una actividad de utilidad general, sino toda una intervención terapéutica que activa determinadas vías biológicas”, explica Rodríguez.

“El ejercicio físico es una polipíldora biológica que actúa sobre distintos sistemas a través de mecanismos interrelacionados”, ha subrayado Izquierdo. “No hay fármacos con un efecto tan amplio que replicen los beneficios del ejercicio físico sin efectos adversos. Por eso, hoy en día, estamos apostando por la total integración en la prescripción, no solo como herramienta de prevención, sino como tratamiento primario”.
Izquierdo destaca entre los mecanismos biológicos el muscular: “El músculo es un órgano endocrino fundamental que regula el metabolismo, el sistema inmunitario y la salud cerebral”. Durante el ejercicio el músculo segrega moléculas llamadas mioquinas (IL-6, IL-10 y BDNF), anti-inflamatorias, inmunomoduladoras y neuroprotectoras. “Por ello, el entrenamiento de fuerza es especialmente importante en las personas mayores para hacer frente a la pérdida de masa muscular y mejorar su funcionalidad”.
Fundamental para los mayores
Las recomendaciones actuales ponen de manifiesto que el entrenamiento progresivo de fuerza es fundamental para las personas mayores. Así, por ejemplo, a principios de año, varios expertos internacionales, dirigidos por el propio Izquierdo, publicaron el “Consenso global sobre recomendaciones óptimas de ejercicio para promover una vida saludable en los mayores”. “En este consenso global hemos recogido recomendaciones basadas en la evidencia, pero también es una llamada a la acción. Pedimos a las autoridades sanitarias, a los profesionales sanitarios y a los políticos un compromiso activo en la integración del ejercicio físico como pilar básico de la atención geriátrica y de la salud pública”.
“El ejercicio estructurado, sobre todo el entrenamiento progresivo de fuerza, es fundamental para el tratamiento de la fragilidad, sarcopenia (pérdida muscular), osteoporosis y enfermedades cardiovasculares”, explica Izquierdo. “Los estudios demuestran que la vida saludable puede alargar más de una década. Fomenta la independencia funcional y reduce los ingresos hospitalarios y la medicación, así como los costes sanitarios”.
Aunque muchas veces se piensa que a partir de cierta edad ya no estamos en condiciones de hacer ejercicio, esa suposición es totalmente equivocada, según Izquierdo. “La evidencia demuestra que en los años octavo o noveno de la vida el ejercicio intenso es beneficioso. El músculo no pierde capacidad de adaptación con la edad, por lo que es fundamental promover programas adaptados que permitan mantener la autonomía y la calidad de vida de las personas mayores”.
Sean mayores o no, la receta deportiva es buena para todas las personas. Por ejemplo, el ejercicio físico también tiene beneficios importantes para las personas que están hospitalizadas. Estar en la cama hace que la pérdida de fuerza, el debilitamiento de la respiración, etc. sea muy rápida. “Los programas de ejercicios en el Hospital son beneficiosos para disminuir los problemas de circulación y el riesgo de trombosis, así como para mantener la capacidad funcional, de forma que una vez dado de alta, la persona salga más autónoma”, explica Rodríguez. Además, reduce el estrés y la ansiedad que genera la hospitalización, mejora la calidad del sueño y ayuda a recuperar la sensación de control. “Por lo tanto, el ejercicio físico no es algo que viene de detrás de la recuperación, sino una herramienta activa para acelerar la recuperación”.

Evidencias primarias
También es muy beneficioso para las personas con cáncer. Izquierdo ha destacado un estudio reciente en el que, con una sesión clínica a gran escala con enfermos de cáncer de colon, se ha demostrado que la quimioterapia que se inicia inmediatamente mejora la calidad de vida y la supervivencia. “Esta investigación ha supuesto un hito, ya que se trata de una evidencia de nivel 1; ha pasado de ser una asociación observada a una prueba causal. La comunidad científica llevaba años esperando eso”.
El equipo de investigación de Izquierdo también ha obtenido resultados significativos en varias sesiones clínicas. Entre otras cosas, han demostrado que el entrenamiento progresivo de fuerza reduce la fragilidad y la sarcopenia, es eficaz para combatir el COVID sostenible y mejora la calidad de vida tanto a los pacientes con enfermedades cardiovasculares como a los enfermos de cáncer.
Rodríguez ha citado un estudio realizado por el grupo de investigación AgeingOn en 10 residencias de Gipuzkoa. A más de 100 personas mayores de 70 años se les aplicaron programas individualizados de ejercicios de intensidad media con resultados muy satisfactorios. Por un lado, se redujeron las caídas y el grado de fragilidad y, por otro, se produjeron mejoras importantes en las capacidades funcionales físicas, así como en las capacidades cognitivas y en la salud mental. “El ejercicio físico no solo afecta al cuerpo, sino también al cerebro”, ha explicado Rodríguez. “El deterioro cognitivo en la vejez puede ser también una forma de prevenir y retrasar demencias”.
Rodríguez también ha querido subrayar la importancia de otro proyecto. “En colaboración con tres institutos de investigación, hemos diseñado un programa de ejercicios dirigido a pacientes con cáncer avanzado de más de 75 años. Todavía estamos analizando los resultados, pero podemos adelantar que, además de ser factible y muy bien aprobado, se mejora sustancialmente la capacidad de padecer la toxicidad del tratamiento oncológico”.
Sin embargo, este tipo de programas no están al alcance de todos los ciudadanos. Por ello, ahora, en colaboración con el proyecto Mugiment y la misión OnkoOn, se está validando una nueva herramienta: una herramienta de prescripción que permita prescribir el ejercicio físico de forma individualizada y segura. “Nuestro objetivo es que esta herramienta sea de utilidad para los profesionales sanitarios y que a la vez se extienda su uso al conjunto del sistema sanitario, de forma que la prescripción del ejercicio físico se integre de forma sistemática y segura en los protocolos de tratamiento”.

Insuficiente prescripción
“Ese es el verdadero reto —dice Rodríguez—, tenemos evidencia científica, pero todavía no se prescribe suficiente, ni de forma adaptada e individualizada. Para ello es imprescindible reconocer la condición física (fuerza muscular, capacidad aeróbica, equilibrio...) como parámetro de salud e integrarla en las historias clínicas. Esto permitiría prescribir la actividad física a las necesidades de cada persona”. Coincide con Izquierdo: “En la historia clínica pocas veces se incluye la actividad que realiza una persona y no se miden la fuerza, la marcha, la resistencia y otros indicadores funcionales. Y lo que no se mide, no se prioriza”.
Aunque en los últimos años se han dado pasos significativos, en opinión de los dos expertos, todavía queda mucho por hacer. “El ejercicio físico no está debidamente integrado en la formación ni en la práctica clínica”, explica Izquierdo. “En la mayoría de las facultades de Medicina y Enfermería apenas se da tiempo a enseñar cómo prescribir el ejercicio físico. Muchos profesionales de la sanidad reconocen la importancia del ejercicio físico, pero no se sienten dispuestos a mandar con la misma seguridad que tienen para mandar las estatinas o betabloqueantes”.
“Deberíamos dejar de ver el ejercicio como recomendación y empezar a prescribirlo como parte del tratamiento estándar”, ha subrayado Izquierdo. “Al igual que recetamos medicamentos, debemos hacer ejercicio físico. Pero no basta con decir ‘tienes que hacer más ejercicio’; hace falta programas estructurados, personal sanitario capacitado y seguimiento”.
De hecho, la dosis y la personalización del ejercicio es tan importante como con cualquier otro medicamento. “Las recomendaciones generales no son suficientes —dice Izquierdo—; ‘caminar 30 minutos al día’ es positivo, pero no garantiza resultados terapéuticos. Se necesitan programas individualizados basados en la evidencia científica que recojan la intensidad, volumen, modalidad y progresión del ejercicio. La prescripción personalizada es obligatoria”.
El reto de la salud pública
Se trata de un gran reto, pero muy necesario, según los dos expertos. Y aunque exige inversiones significativas en personal e infraestructura, es una apuesta rentable a largo plazo. “Los beneficios económicos y sociales de la promoción del ejercicio físico compensan plenamente el esfuerzo inicial”, explica Izquierdo. “Necesitamos políticas públicas atrevidas, es fundamental para que los beneficios del ejercicio físico estén al alcance de todos y, sobre todo, de los más vulnerables”.
“Los condicionantes socioeconómicos tienen una gran influencia en la posibilidad de realizar ejercicio físico —ha advertido Rodríguez—: recursos económicos, tiempo libre, infraestructuras adecuadas, entorno seguro, entre otros. A esto hay que añadir que muchos colectivos con situaciones concretas (personas con cáncer, personas con problemas neurológicos o personas mayores en situación de fragilidad) manifiestan en muchas ocasiones que no encuentran programas adaptados a sus necesidades y gustos”. Muchas de las ofertas de actividad física no están adaptadas a capacidades físicas limitadas y tienen dificultades para encontrar el formato adecuado y los profesionales preparados. Además, algunos de estos recursos solo están disponibles en el ámbito privado. “Esto genera brecha económica y aumenta las desigualdades en salud”.

Uno de los obstáculos para que el ejercicio físico ocupe su lugar en las políticas de salud es el cultural, según Izquierdo: “Disponemos de un sistema sanitario basado en medicamentos, cirugías y tratamientos reactivos. El ejercicio no se receta en una píldora y no da resultados inmediatos. Es una medicina que requiere constancia, esfuerzo y tiempo. Y eso choca con la lógica de la inmediatez y de la solución rápida”.
“Si tenemos ciencia, lo que falta es voluntad política, compromiso institucional y cambio de mentalidad colectiva”, resume Izquierdo. “Necesitamos profesionales capacitados, sistemas sanitarios que participen como parte de la receta del ejercicio y políticas públicas que impulsen entornos activos. Pero también necesitamos algo más profundo: una sociedad empoderada que comprenda que moverse no es una opción estética o divertida, sino una forma de vivir mejor y más”.
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