Animales conservadores, animales progresistas
2013/03/01 Iglesias Carrasco, Maider - Aranzadi Zientzia Elkarteko Herpetologia Sailako biologoa | Cabido Quintas, Carlos - Aranzadi Zientzia Elkarteko Herpetologia Sailako biologoa Iturria: Elhuyar aldizkaria
Tenemos claro que los individuos de una población humana tienen diferentes personalidades. Algunos individuos son progresistas y otros más conservadores, por ejemplo. Es más difícil explicar lo que ocurre en otras especies animales. Por ello, hasta hace pocos años todos los estudios sobre la naturaleza se realizaban con el hombre. Sin embargo, hoy sabemos que otras especies animales también tienen identidades. Del mismo modo que ocurre con las personas, y aunque parezca mentira, los animales también son conservadores y otros progresistas ante las amenazas, pero en el caso de los animales utilizamos adjetivos fugaces y audaces (shy-bold). Los valientes (que serían como los hombres progresistas) están dispuestos a afrontar situaciones nuevas y desafiantes, mientras que los fugaces (conservadores) no les gustan nada.
En la medida en que la depredación se considera una de las presiones de selección más importantes, en el caso de los animales puede ser un ejemplo de explicación de estas variaciones de comportamiento. La selección natural aboga por ejemplares que eviten con éxito a los depredadores, lo que obliga a las presas a adoptar un comportamiento antipredador adecuado. Eso sí, la optimización de la respuesta antipredadora debe estar en equilibrio con el resto de necesidades. Puede ocurrir que un depredador se escape, aunque el riesgo sea bajo. Lógicamente, si la amenaza no fuera real, podría suponer un gasto metabólico innecesario para el refugiado. Por eso, la respuesta a una amenaza individual es flexible. No obstante, en muchas ocasiones se pueden hacer distinciones entre especies, poblaciones, sexos y personas de la misma edad, ya que cada uno juega a su manera. Además, estas respuestas son consistentes, es decir, el mismo animal actúa igual independientemente de las circunstancias. Si un animal aparece más huidizo que otro en una ocasión (por ejemplo, delante de un depredador), en otras y en otras circunstancias también tenderá a aparecer fugaz. Cuando estas diferencias de comportamiento entre los ejemplares persisten en el tiempo (no sólo como respuesta a la situación actual), puede decirse que hay una personalidad implicada.
Este fenómeno que nos ocupa sólo puede explicarse por la genética y por un proceso de adaptación. ¿Por qué? Porque si no fuera así, una de las dos tendencias hubiera optado por desaparecer por selección natural. Pensemos en una especie concreta de pescado. En una misma población aparecen animales fugaces y atrevidos. En el mismo lugar habita también una especie de peces depredadores de mayor tamaño. El valiente no abandonaría a los predadores o al menos daría una respuesta más tardía que la fugaz. La probabilidad de muerte de estos individuos es mayor. Como el fallecimiento no tiene vuelta atrás, este individuo no dejará descendencia. Por tanto, es de suponer que la selección natural eliminaría de la población ejemplares de personalidad valiente.
Sin embargo, en la naturaleza se observa que el grado de presencia de ambas identidades está equilibrado, ya que se produce la compensación de ambas estrategias de vida. Ambos tipos de estrategias, como consecuencia de un proceso de adaptación, son evolutivamente estables. Pensemos de nuevo en algunos individuos de la misma especie de pescado y en su estrategia de vida. Aunque los atrevidos corren más peligro de morir, en esta corta vida puede cubrir a más hembras, ya que no se escapa -sea cual sea el riesgo potencial. El fugitivo, en cambio, se asociará con menos hembras en el mismo periodo de tiempo, pero al abandonar los depredadores, su esperanza de vida es más larga. Esto implica que los sucesores de una vida corta y otra a largo plazo son iguales, lo que provoca el mismo fitness (eficacia biológica). Estas estrategias de vida, además, serán más efectivas en función de las condiciones ambientales y, como estos entornos pueden evolucionar año a año y de lugar a lugar, las dos personalidades finalmente son óptimas en función de las condiciones de evolución.
Tomemos como ejemplo a Iberolacerta cyreni, una especie de lagartija que habita en las montañas madrileñas. En el celo, el color de los machos es verde-azulado, y en el vientre, para atraer a las hembras y competir con los demás, desarrollan los ocelos azules. El macho de I. cyreni es más maduro, dominador y sano cuanto más ocelo tiene. Estos machos dominantes, en estado sin predadores, permanecen activos y cubren el mayor número de hembras durante ese tiempo. Además, evitan que otros machos (no dominantes) se reproduzcan con hembras. Sin embargo, ante los depredadores son fugaces, se esconden en las guaridas durante mucho tiempo. Al proliferar no tienen por qué arriesgarse. Entre los que se comportan como valientes se encuentran los machos no dominantes. Al fin y al cabo, sus únicas posibilidades de reproducción se dan en períodos en los que los machos mejores que ellos están ocultos. Se trata de dos estrategias de vida en las que los individuos que presentan las dos personalidades se reproducen por igual, por lo que el proceso de adaptación hace que ambas poblaciones se consoliden.
En el caso del ser humano, siempre se ha considerado que el comportamiento y modo de ser de cada persona está determinado por el medio ambiente social en el que crecemos. Hoy en día sabemos, como ocurre con el resto de animales, que una parte importante de la personalidad de cada ser humano está bajo el control de los genes. Las identidades y comportamientos son características que se han establecido en la población por selección natural. Por ello, el estudio de la naturaleza de las personas en términos evolutivos ya no es responsabilidad de los psicólogos clásicos, sino de los psicólogos evolucionistas (equipo de investigadores recientemente formado). En los últimos años han sido muchos y muy variados los aspectos de identidad que estos expertos han analizado en sus investigaciones. También se han tratado temas que hasta ahora no se han considerado que pudieran tener una base genética. ¿Quién podía pensar que la ideología política de un individuo podía depender de unos genes? Hay estudios que demuestran que aunque nuestra tendencia política se debe en parte a la influencia social, el auge congénito también tiene una gran importancia. Por lo tanto, ¿es posible que exista una predisposición genética para abrazar una determinada ideología política? Esto podría explicar la perseverancia a lo largo de la historia de las dos grandes tendencias que aparecen en diferentes culturas (izquierda/derecha o liberal/conservador).
La influencia de la biología en la naturaleza de los individuos, sin embargo, no depende sólo de los genes. Un estudio realizado en EEUU con un grupo de personas de fuerte ideología política demostró que la fisiología también influye. Para la realización del estudio se midió la respuesta física individual al ruido repentino y a las imágenes amenazantes. Los resultados muestran que los conservadores mostraban una respuesta fisiológica más intensa ante las amenazas. Estos individuos apuestan por la patria, la pena de muerte, la guerra de Irak... Por otra parte, suelen ser de baja iniciativa y se muestran más prudentes ante nuevos fenómenos como la inmigración. Por el contrario, los progresistas a favor del pacifista y del control de armas muestran una menor sensibilidad física.
Conclusiones
Han pasado pocos años desde que se estudia la personalidad del hombre y del resto de los animales desde el punto de vista evolutivo. Todavía queda mucho por hacer, pero de momento se puede concluir que el ser humano y el resto de los animales son más parecidos de lo que se cree. Estas similitudes, además, ponen de manifiesto el valor de muchos estudios realizados con animales y, al mismo tiempo, desmotivan a un gran número de personas consideradas absurdas. ¿Quién puede decir que los estudios de personalidad y sus consecuencias actuales con lagartijas no tienen aplicación en el ser humano? Los depredadores obligarían a nuestros antepasados a ser valientes o huidizos. ¿Podría, por tanto, ser el origen evolutivo de las luchas entre conservadores y progresistas actuales?
Referencias bibliográficas
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