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Buscando el tesoro de la salud

2001/04/08 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia

Hoy en día tenemos tanta comida que muchas veces tenemos dudas al decidir la comida del día siguiente. Además, tratamos de mantener una dieta adecuada para la salud. Pero antiguamente no elegían mucho trabajo, y mucho menos los que hacían meses en un barco...

XVIII. Los hombres marinos del siglo XX se enfrentaban a una serie de peligros: tempestades terribles, ataques de ladrones de mar, corrientes marinas maléficas que no aparecían en los mapas de la época o intervenciones forzosas en guerras declaradas inesperadamente. Pero las enfermedades que se producían por la escasez de comida y por la falta de aseo eran más terroríficas que todas ellas. Y entre los que causaban más muertes se encontraba el escorbuto.

Un marinero de la época explica así los síntomas de la enfermedad: "sentía una gran debilidad, estaba sin protección, todos los dientes perdidos y los dientes superiores e inferiores salían como gelatina, y tenía tanto flujo de sangre que tenía la boca colgada fuera de la hamaca para que la sangre que estaba obligada a dormir se derramase al suelo, y tenía que estar lejos de la ropa y de las tapas para que no se ensuciaran".

Si bien la descripción anterior es muy representativa, no son los únicos daños causados por el escorbuto. En palabras del médico de entonces James Lind, "los primeros síntomas son el dolor de cabeza, la pérdida de apetito, la debilidad, la agilidad mental, la irritabilidad y la tendencia a la desobediencia", y tras referirse a síntomas cada vez más graves, terminó dramáticamente la descripción de las características de la enfermedad: "Para terminar, la vulnerabilidad avanza hasta llegar a la muerte".

A pesar de la calma del mar, los reflejos estaban por todas partes, incluso dentro del barco. Los riesgos más graves eran las enfermedades.

Este médico, que dio tantos detalles al entrar en la marina británica en 1739, pronto aprendió que el escorbuto, el tifus y la disentería causaban más muertes que las navieras francesas y españolas, ya que las dos terceras partes de la tripulación llegaban a morir. Con el objetivo de encontrar una solución, fue el primer ensayo científico de la historia que recogió los remedios que entonces se consideraban como los remedios del escorbuto y que llevó a cabo con los compañeros de su barco.

Escogió a doce pacientes del HSM Salisbury, con los mismos síntomas: dentones corruptos, manchas de piel y debilidad. El hecho de que los integrantes del equipo de ensayo se encuentren en la misma situación es muy importante desde el punto de vista científico y que hayan sido recogidos por escrito en su libro A Treatise of the Scurvy (Tratado sobre el escorbuto). Además, todos estaban en el mismo lugar y tenían la misma dieta: "Papilla de agua dulce de azúcar por la mañana; a menudo el caldo de cordero fresco para comer, otras veces pudddings, galleta cocida con azúcar, etc. ; para cenar, cerveza, pasas, arroz y grosellas, harina y vino, o similares”.

Descubrieron que la vitamina C era beneficiosa contra las enfermedades producidas en los barcos del ejército.

Los doce hombres elegidos dividieron en seis parejas y dieron a cada pareja un medicamento diferente. En esta distribución no todos tuvieron la misma suerte, la primera pareja tenía que tomar medio litro de sidra al día y la segunda, en ayunas y tres veces al día, tenía que hacer gárgaras con 25 gotas de vitriolo (ácido sulfúrico). Al parecer estaban dispuestas a todo para curar el escorbuto, pero creo que si lo hacían, ellos también preferirían beber sidra.

El tratamiento adaptado a la tercera pareja era más ligero, incluso tres veces al día y sólo dos cucharadas de vinagre debían tomar su medicamento en ayunas. Sin embargo, según Lind, los más descontentos eran los que tenían que beber agua del mar cada día media pintura (algo más de un cuarto de litro). Está claro que, por gustos, cada uno tiene la suya, por lo que el siguiente tuvo que tener en cuenta, el arrastre por beber agua del mar...

Y es que la quinta pareja tenía que adoptar una mezcla especial en un hospital, que incluía ajo, semillas de mostaza, tamarindo y cremor tartárico (y nuestro niño dirá que el jarabe para la tos tiene mal sabor! ).

Por último, a la sexta pareja le correspondió el tratamiento más beneficioso, ya que le obligó a comer dos naranjas y un limón al día. Como dejó escrito Lind, ambos comían con buen gusto, tanto en ayunas como con vientre lleno. El tratamiento duró seis días, tiempo en el que quedaron sin naranja ni limón en el barco.

Sin embargo, los resultados del experimento fueron muy significativos: si bien la sidra se benefició en cierta medida, los que comieron cítricos percibieron la mejora más destacada y así lo recogió en su libro. A pesar de que hasta el sexto día aparecían algunos signos de enfermedad, cuando el 16 de junio llegaron a Plymouth, uno de los miembros de la pareja estaba saturado de salud.

Linde no sabía qué era la vitamina C y, menos aún, cómo y por qué la falta de vitamina causaba esta enfermedad. Pero su lógica y método fueron una pequeña revolución en la medicina de entonces y posteriormente los científicos han dado esos pasos en sus investigaciones. Sin embargo, durante muchos años no se tuvo en cuenta la labor de Linden y la orden general de llevar cítricos en todos los barcos británicos no se dio hasta un año después de su muerte. Desde entonces, los marineros británicos eran conocidos como "limey".

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