Sarrios, excelentes acróbatas de altura
1989/01/01 Aihartza, Joxerra Iturria: Elhuyar aldizkaria
Sarrio ( Rupicapra rupicapra ), es un mamífero artiodactilo de la familia de los bóvidos que, a pesar de su escasa presencia en el País Vasco, se extiende en los últimos años por los Pirineos. Este herbívoro clasificado en la tribu de los caprinos tiene una longitud de 1,1-1,3 m y una altura hasta la cruz de 70-80 cm. La cola es muy corta, con una longitud aproximada de 4 cm. De cara a la solidez, los asiduos suelen tener un peso de unos 2 kg en recién nacidos y al llegar a la madurez, el macho pesa unos 40 kg. La hembra es más esbelta y normalmente no supera los 30 kg. Sin embargo, estos valores son variables a lo largo del año, y cuando en un duro invierno la nieve impide el acceso a los alimentos, estos animales se adelgaza fuertemente y pueden perder hasta un tercio de su peso.
El sarrio pirenaico ( R. rupicapra pyrenaica ), subespecie más pequeña y de color que el de los Alpes. Esta segunda particularidad es más evidente en verano, ya que en esta época del año el sarrio presenta un pelaje corto, pardo claro y rojizo. En invierno desarrolla un pelaje largo y compacto en el que el color (sobre todo en los lados y costillas) se oscurece notablemente.
El desarrollo de las ramas de Sarriocume comienza rápidamente, primero se le presentan dos de los extremos que van a formar las ganchos de las cuerdas inclinándolas hacia atrás. Para que Sarrio cumpla dos años, la clave distintiva estará constituida, y a partir de ese momento sólo se prolongarán los ejes de ramificación, añadiendo cada año nuevos anillos de desarrollo. La longitud media de las ramas es de 17-21 cm.
Las diferencias entre los machos y las hembras no son tan evidentes como en otros artiodactilos, por lo que resulta especialmente difícil diferenciar los sexos en la montaña. El dimorfismo sexual se puede apreciar en forma de cuernos: las ramas del macho son algo más gruesas que las de las hembras, y además las claves formadas por los extremidades son más estrictas. En el caso del macho, mientras que los extremos clave aparecen orientados hacia abajo, los de la hembra se dirigen hacia atrás (hacia la cola). (Ver figuras 4 y 5).
Los sarrios, como ya se ha indicado, habitan en las altas montañas del Pirineo, donde se pueden encontrar tanto en zonas de pastos de altura como en rocas. Estos animales que viven de día, han aprendido bien a escapar de los seres humanos, y para dormir también eligen refugios altos. Sin embargo, cuando empuja frío y nieve, descienden hacia abajo y se encuentran en abetos y en los límites de los hayedos. Sin embargo, y si no hace demasiado frío, también hay grupos que se quedan en pastos de altura haciendo frente a la nieve, en los que se tallan las plantas cubiertas por la nieve para aflorar y comer.
Su sencillez y fuerza les brinda la capacidad de desenvolverse con increíbles habilidades en los territorios más peligrosos y difíciles de los tiempos. Por ello, en las cumbres y muros rocosos, así como en los pasos más ocultos de los acantilados y/o montañas, es frecuente escuchar el ruido de las piedras que el sarrio desprende en la fuga. Y éste es, en la mayoría de los casos, el único signo que nos indica la frecuencia.
Al ser un animal fugaz (y en lugares donde la presión humana es alta, por supuesto, más fugaz), se van como los rayos de vista, subiendo y descendiendo por los barrancos, ofreciendo un espectáculo de acrobacia excepcional. Sus saltos son terribles y de gran precisión. A pesar de recorrer unos seis metros en el aire, pueden quedar en una superficie de 30 cm de diámetro.
A modo de adaptación al entorno en el que viven, o en los traseros de los frecuentes, se pueden observar diferentes tipos de transformaciones. Por ejemplo, el borde de la uña que pisan los animales aparece bien desarrollado y está formado por una sustancia gomosa. Además, las dos mitades del apache son móviles entre sí y el sarrio tiene la capacidad de moverse libremente.
Como Sarrio vive en terrenos rocosos, no es frecuente ver huella de pie, salvo en invierno. Las huellas son de forma característica. Las marcas de ambos lados de cada Apatx son angulosas y entre las dos mitades siempre aparece un claro intervalo. Cuando camina, la huella de pie suele ser rectangular, casi cuadrada, pero a medida que aumenta la velocidad del animal y debido al movimiento de las uñas adquiere forma trapecial. Los dedos secundarios, situados en la parte trasera y arriba de la pezuñas, sólo dejan huella en las profundas nieves o cuando el animal emprende la fuga.
A diferencia de los restos de nieve blanda, cuando el animal se escapa, los dedos secundarios se imprimen muy atrás (unos 10 cm por detrás de los dedos primarios). La razón es que, tras un gran salto, al aterrizar el animal, las patas parecen amor, tocando el suelo los dedos secundarios. Las huellas de los adultos Sarrio tienen una longitud de 6 cm y una anchura aproximada de 3,5 cm. (Ver 1, Figuras 2 y 3).
Salvo en el caso de los machos mayores, los sarrios los hemos agrupado. Estos grupos de rebecos, que pueden llegar hasta los 100 en celo, son mucho más pequeños a lo largo del año, y están formados por sarriokume, eme y macho joven.
El celo comienza en noviembre. Los principales machos que habitaron en solitario hasta entonces se concentran en distintos grupos de hembras, cada uno de los cuales se encarga de que un macho se convierta en cabeza y se cuide con mucho cuidado. Si se descubre otro macho, el jefe provisional es perseguido inmediatamente. Si el macho extraño le resiste, ambos lucharán. Los dos machos, con el pelaje sobre el cuello y la espalda muy orgullosos, se enfrentan y se enfrentan en un intenso choque, con la cabeza inclinada, el enfrentamiento. Estos ataques son a menudo orientados al vientre del enemigo, por lo que la ventaja de tener ramas con gancho es evidente.
De lo contrario habría riesgo de heridas graves. Si estos choques y cascos no resuelven el caso, los ardientes machos atascan las claves de las ramas e intentan dominar a una tira y a la otra. Al final, por supuesto, el más débil de los dos tendrá que desesperarse, huyendo.
Tras el celo del sarrio llega el invierno, y este aniversario es duro y largo en los parajes en los que viven estos animales. En consecuencia, este aniversario establece una rigurosa selección en la población de rebecos, ya que el frío y la escasez de alimentos provocarán la muerte de los animales más viejos y vulnerables.
Con la llegada del verano, las hembras vuelven a juntarse en grupos y con los críos juguetones saltando alrededor, parten a través de prados y roquedos de altura, hasta que los inviernos y los fríos vuelven a ahuyentarse.
Sarrio, por tanto, tiene muy pocos enemigos naturales. El oso, además de ser tan escaso, es demasiado lento para capturar a este tipo de animales ligeros, el zorro, de nuevo, no es capaz de atacar el duro ataque del sarrio y el águila real puede atropellar a algún sarriocedo, pero este depredador no tiene influencia significativa en el crecimiento de las poblaciones de sarrio. El ser humano es, por tanto, el principal depredador que provoca el crecimiento de las poblaciones sarrianas. De hecho, los datos paleontológicos e históricos indican que los rebecos fueron mucho más numerosos que ahora.
En Navarra, en los alrededores de Belagua y Larra, viven en la actualidad unos 30 ejemplares, pero parece que hace siglos, a través de las laderas del monte Orhi, Irati, Abodin, y en el propio Roncesvalles, también había muchos.
En consecuencia, la razón de que los sarrios vivan en las zonas más altas del Pirineo en la actualidad debe buscarse a la presión humana, por lo que aunque su hábitat natural es montañés, puede decirse que han sido ahuyentados a regiones más altas que las originales. Analizando las tasas de crecimiento de las poblaciones de rebeco en los parques y reservas del Pirineo central, se observa que la capacidad de recuperación de estas poblaciones es elevada. Por ello, en el denominado Parque Nacional de los Pirineos, las tasas de reproducción entre 1968 y 1970 se sitúan en torno al 13-14% anual. No es de extrañar, por tanto, la expansión de la masacre en los Pirineos, que nos hace optimistas de cara al futuro de este animal.
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