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Reescribiendo la evolución humana

2021/12/01 Agirre Ruiz de Arkaute, Aitziber - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Nos han contado la evolución humana de una manera emocionante: la caza de grandes mamuts, el desarrollo cerebral, la extensión de África a todo el mundo… Pero apenas hay mujeres en este relato. Los inventos que supuestamente han sido claves para el desarrollo de nuestra especie han sido asignados a los hombres, invisibilizando las aportaciones biológicamente naturales de las mujeres. Sin embargo, para la evolución humana, cada vez son más los investigadores que consideran imprescindible la lactancia prolongada, el parto cuidado y la transmisión cultural a los niños. Sin ello, no estamos entendiendo la evolución humana. Es hora de reescribir el relato oficial.
Ed. Eduardo Saiz Alonso/CC BY-NC-ND

A la vista de las imágenes de la evolución humana, parece que la única contribución de las mujeres a la evolución ha sido la de los descendientes. Es decir, perpetuar esas características conseguidas por los hombres a través de la caza de grandes animales y con un esfuerzo enorme. Pero el centro de investigación de la evolución humana CENIEH quiere ahora ayudar a entender la evolución humana desde otro punto de vista y ha organizado una exposición itinerante con el objetivo de generar debate. La Cátedra de Cultura Científica ha organizado una serie de conferencias que completan la visita a Bilbao en otoño. Allí han opinado Carmen Manzano Basabe, bióloga de la UPV, Asier Gómez Olivencia, investigador de Atapuerca y paleontólogo de la UPV y Aranzadi, Arantza Aranburu, investigadora de Atapuerca y geóloga de la UPV, y Vega Asensio Herrero, bióloga e ilustradora científica. En el estudio de la evolución humana, los cuatro identificaban la tendencia de la sociedad actual hacia una visión androcentrista.

Asier Gómez Olivencia. Paleontólogo. Investigador de Atapuerca, UPV y Aranzadi.

“Son restos fósiles, pero el relato que hemos construido con ellos se ha construido con prejuicios. Utilizamos gafas actuales para interpretar el pasado”, señaló Asier Gómez Olivencia. “Un ejemplo: En el único enterramiento doble que se conserva del Paleolítico Medio en Oriente Próximo, de hace 90.000 a 100.000 años, se encontró un adulto joven y un niño. Adulto, llamado Qafesp 9, no era muy fuerte y se interpretó que era una mujer enterrada con su hijo. Esto se sumaba a la creencia de que el cuidado de los niños quedaba totalmente en manos de las mujeres. Pero recientemente, cuando se ha cuestionado y analizado, se ha visto que era un hombre joven”.

“Cada vez que aparecía un esqueleto con las herramientas se interpretaba directamente como un hombre, sobre todo si había armas para la caza de animales grandes. Y es que se ha considerado que la caza la hacían hombres”, explica la bióloga Carmen Manzano Basabe. Sin embargo, en el registro fósil no hay pruebas para pensar que sólo hombres cazaban y mujeres recogían.

Ed. Eduardo Saiz Alonso/CC BY-NC-ND

“Recuerdo alguna vez el enterramiento del cazador más antiguo encontrado. Fue descubierto en los Andes peruanos. Enterrados huesos fósiles de hace 9.000 años, junto a herramientas de caza de grandes animales. Y, aunque nadie lo esperaba, demostraron que era una mujer joven. Es decir, el cazador más antiguo descubierto en América es la mujer. A la vista de ello, se revisaron los estudios realizados hasta entonces y se constató que entre el 30% y el 50% de los cazadores del registro fósil eran mujeres”.

El estudio sugirió que, en las primeras sociedades cazadores-recolectores, las chicas jóvenes también cazaban hasta ser madres e incluso más tarde, gracias al cuidado aloparental de los niños del grupo. El grupo cuidaba a los niños y se les daba el pecho colectivamente. El hecho de que las principales tecnologías de caza de la época fueran lanceadoras contribuyó a que casi cualquier miembro del equipo pudiera participar en la caza: mujeres, hombres e incluso niños y niñas jóvenes. Las conclusiones del registro fósil eran evidentes, pero no fueron pocos los científicos que se mostraron convencidos de ello.

Los investigadores creen que las tecnologías de caza que se crearon posteriormente trajeron la especialización de los hombres en la caza. Por ejemplo, arcos y flechas. Por lo tanto, la evolución cultural dio lugar a que no existiera un límite inicial.

“La única limitación que tendrían las mujeres era la imposibilidad de llevar a cabo acciones que requerían mucha fuerza. Todos los demás límites que les ponemos sólo perjudican y nos impiden comprender la evolución”, añade Manzano.

Carmen Manzano Basabe. Biólogo. Investigador y profesor de la UPV.

Por lo tanto, no estamos entendiendo la evolución humana. No podemos entenderlo mientras no limpiemos la mirada. Es más, mientras no se ven las mujeres y sus aportaciones.

Aportaciones de mujeres invisibles

“La tecnología cinegética sí ha sido muy destacada, pero otros elementos fundamentales para la evolución de nuestras especies no se han puesto de manifiesto en el relato oficial de la evolución humana. De hecho, han sido claves factores que nos diferencian de otras especies como el parto, la lactancia prolongada, el cuidado prolongado de los niños y la transmisión cultural del conocimiento”, ha subrayado Manzano.

Pero la ciencia no las ha tenido en cuenta. En el relato de la evolución humana han quedado ocultos los mismos que se consideran actividades secundarias en la actual sociedad patriarcal. Dos son las razones principales: por un lado, la mirada parcial y llena de prejuicios de los científicos, que desprecia la aportación de las mujeres en general, y por otro, que estas actividades no dejan registros fósiles. ¿Hasta qué punto han sido claves en la evolución humana?

Parto y lactancia

Un rasgo característico de los homínidos es el bipedismo. Pero al empezar a caminar erguido, la pelvis humana tuvo que recolocarse: el cambio de postura hizo que el canal del parto se estrechara y dejara de ser correcto. Desde entonces, a diferencia de los chimpancés, los recién nacidos humanos tienen que hacer un giro en el parto y nacen mirando hacia atrás en lugar de hacia la madre. Esto complica el nacimiento. Aunque los nacimientos de los chimpancés son fáciles y totalmente autónomos, las mujeres necesitarán la ayuda de sus compañeros en el parto. De este modo, el bipedismo convirtió al parto en una acción social, a la vez que un proceso complejo y clave para el seguimiento del grupo. Se propone que la obstetricia sería la primera profesión del hombre, creada junto con el bipedismo, al inicio de la evolución humana.

El parto se convirtió en la acción social y clave para el seguimiento del grupo. Ilustración: Eduardo Saiz Alonso/CC BY-NC-ND.

Es más, desde que se apretó el canal del parto, el cerebro de los recién nacidos humanos sólo podía representar el 28% del volumen del adulto. Esto, a diferencia del resto de los homínidos, llevó al cerebro humano a desarrollarse después de nacer, prolongando la infancia hasta los siete años. Así, durante el desarrollo del cerebro humano, la lactancia y los cuidados prolongados se convirtieron en fundamentales. Cada mujer tenía alrededor de siete partos y cada niño tomará el pecho durante tres o cuatro años. Es de suponer una gran presencia en la vida del grupo. Pero el relato oficial ha dejado de lado. En los dibujos de Homo no aparecen las mujeres que dan a luz ni los niños que toman el pecho. Los hombres son los más abundantes y los que prevalecen.

La ilustradora científica Vega Asensio Herrero es crítica con estos dibujos: “Es habitual que en primer plano aparezcan hombres, de forma activa, usando herramientas y armas, y detrás, mujeres, haciendo actividades secundarias o simplemente estando”.

Vega Asensio Herrero. Biólogo. Ilustrador científico.

“Recuerdo lo que María Ángeles Querol Fernández concluyó al analizar la exposición de Atapuerca”, afirma Manzano. “En las principales escenas aparecían 20 hombres y 3 mujeres solas. Los hombres aparecían en las siguientes actividades: caza, tallado de piedras, afilado de bastones, espiando la entrada a la cueva, enterrando muertos, raspando pieles y recogiendo bayas de los árboles. Las mujeres, sin embargo, en reposo, comiendo o, como mucho, cuidando de su bebé”.

“La ilustración científica ha hecho invisible a la mujer”, afirma Asensio. “Preguntando a los niños se pone de manifiesto que, al no ver a las mujeres en las imágenes, creen que en aquella época sólo había hombres. Desde la publicación de la primera representación científica de un ser prehistórico en 1873 hasta la actualidad, predominan las imágenes masculinas. Esto nos hace pensar que los machos son el motor de la evolución y los únicos protagonistas de la Prehistoria. Pero, ¿por qué no mostrar los dos sexos y su colaboración en las ilustraciones para hacerles comprender que ambas han sido claves en la supervivencia de la especie?”

Transmisión cultural

“Por otro lado, debemos entender que la evolución de nuestro linaje no fue un proceso puramente biológico, sino biocultural”, afirma Manzano. “Es decir, yo creo que no podemos hablar de la evolución humana desde la biología. Desde el punto de vista biológico no somos más que unos extraños monos africanos. ¿Y cuáles son nuestras rarezas entre los monos? Pues que somos un bipedismo y un animal absolutamente vinculado a una cultura. Es decir, que utilizaban la cultura para adaptarse a los cambios del medio ambiente. Esta nueva especialización cultural fue fundamental para el éxito de nuestra especie, ya que supuso importantes cambios en el modo de funcionar en equipo: el equipo comenzó a cuidar de forma cooperativa y el aprendizaje social adquirió fuerza. Con estos nuevos recursos culturales, los seres humanos se expandieron por todo el mundo. Crearon fuego, tecnologías y creencias compartidas”. Por tanto, es posible que el cuidado y la transmisión cultural de los niños hayan sido claves en la evolución humana. Eso tampoco ha tenido sitio en la versión oficial.

El aprendizaje social y la transmisión cultural han sido claves en la evolución humana. Ilustración: Eduardo Saiz Alonso/CC BY-NC-ND.

“Por otro lado, parece que en nuestro éxito evolutivo ha sido importante, al mismo tiempo, que las mujeres dejen de ser fértiles. Es decir, la menopausia temprana. Aumentó la posibilidad de ayudar a sus hijas, de cuidar mejor a sus hijos y de sobrevivir. Y sin embargo, esta etapa de la vida ha llegado hasta nuestros días totalmente estigmatizada. Apenas aparecen mujeres en el clima y en la vejez, y creo que en el relato de la evolución hay que dar importancia a todas las etapas humanas”, ha reflexionado Asensio.

Empoderar a las mujeres para cambiar

Arantza Aranburu Artano. Geólogo. Investigador de Atapuerca y UPV.

Una de las razones de la mirada parcial es que hasta hace poco la mayoría de los investigadores han sido hombres y han dejado fuera la mirada de las mujeres. Por ejemplo, la mayoría de los que estudian la evolución humana en cuevas de contextos kársticos son hombres. La geóloga Arantza Aranburu Artano ha dado algunas claves importantes: “Tenemos que ser conscientes de lo que necesitamos las mujeres para poder investigar. Tenemos que empoderarnos en la espeleología, para abrir caminos en cuevas, para hacer de guía, para rapelar… ¿Cómo vamos a interpretar la evolución humana de otra manera, nosotros todavía tenemos esas limitaciones mentales? La cultura tiene tanta carga en nosotros que nos cuesta muchísimo cambiar la mirada”.

Nuevas preguntas

Ahora, dada la importancia que tiene la revisión del relato científico, ¿qué preguntas debe revisar la investigación de la evolución humana?

“La verdad es que hay muchos prejuicios en el relato de la evolución humana, no sólo en el género. También hay indicios de racismo y de visión colonialista”, ha reflexionado Gómez. “Para evitarlo es imprescindible que todos tengamos conciencia y colaboremos más con las ciencias de la humanidad. No podemos trabajar solo”.

Manzanos ha criticado también el finalismo que refleja la influencia de la religión y la evolución: “Del chimpancé al hombre no ha habido cadenas. Ambos tenemos el mismo pionero común hace 6-8 millones de años, y la evolución de los homínidos no ha sido una línea de progresión, sino un arbusto. La religión nos ha “contagiado” y las cadenas son confusas”.

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