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Vacunas

2014/12/01 Etxebeste Aduriz, Egoitz - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

El tifón golpeó duro. “En pocas horas destrozó la fragata; perdimos el mástil de popa, las cuerdas, tres anclas, las lanchas y 20 hombres. Todos pensábamos que de un momento a otro las olas nos enterrarían”, señalaba Francisco Xavier Balmiss. “Conservar la vacuna y robar la compasión de Dios eran mi único empeño… Al final, empezó a relajar el temporal y, haciendo frente al peligro de los piratas y los ladrones chinos típicos de aquellos mares, me desembarqué en un pequeño cañón, con los niños en brazos, salvando así nuestras vidas y preciada vacuna”.

Todo empezó dos años antes. El 30 de noviembre de 1803 la corbeta María Pita salió de La Coruña, con médicos, enfermeras y 21 niños en su interior. Iban a difundir la vacuna del Baztán en el mundo, en una expedición dirigida por el médico alicantino Francisco Xavier Balmis. Era la Expedición Real de la Vacuna Filantrópica.

No hace mucho tiempo que el médico inglés Edward Jenner inventó la vacuna contra la viruela: al meter el pus de las leguminosas procedentes de la viruela bovina en las heridas en la piel, se obtenía inmunidad a la viruela normal. Publicó en 1798. Baztanga era una enfermedad grave que estaba provocando numerosas muertes. Y aunque en un principio la técnica de Jenner provocó miedo y críticas, pronto comenzó a vacunarse en Europa. Sin embargo, fuera de Europa la enfermedad estaba afectando con fuerza. En 1802 llegan a España noticias sobre epidemias de viruela en las colonias americanas. Balmis Carlos IV era entonces cirujano de la cámara del rey y convenció al rey de la importancia de llevar la vacuna a las colonias.

Valmis tenía dinero de la Corona, pero como llevar la vacuna al otro lado del mar era otra cosa. Hasta entonces fue enviado entre ambos cristales y sellado con parafina. Pero no llegaba en buen estado y casi siempre se perdía la efectividad de la vacuna. Balmiss tenía otro plan: utilizarían a los niños para transportar la vacuna.

Los niños menores respondían mejor a la vacunación, por lo que eran idóneos para llevar a cabo el plan de Balmiss. Como Jenner, inyectaría a los niños el fluido que contenía el virus de la viruela de vaca, haciendo una pequeña herida en el hombro con una lanza infectada. A unos diez días se les iban a sacar los granos. Fue el momento de pasar la vacuna de los granos a otros niños. Cada vez vacunaría a dos niños y así se lo llevaría hasta América.

Acogió a seis niños de la Inclusa de Madrid y llevó la vacuna a La Coruña en dos de ellos. Acude a la Casa de Niños Abandonados de La Coruña en busca de más niños. Allí se quedó fascinado por su directora, Isabel López Gandalla, que trataba bien a los niños y qué bien se manejaba con ellos. Pronto se dio cuenta de que la mujer le iba a venir genial en la expedición y la contrató. 4 niños procedentes de Madrid y otros 17 de La Coruña, entre ellos el hijo de Isabel. Siete tenían unos tres años y los mayores nueve. Todos eran chicos.

A los 10 días de salir de La Coruña llegaron a Tenerife. Allí les tomaron calor. En Canarias no había ninguna vacuna hasta entonces y sabían bien los tesoros de aquella expedición. No faltó misa ni celebración.

Salieron de Tenerife el 6 de enero de 1804 y llegaron a Puerto Rico el 9 de febrero. Logró llevar la vacuna a América. Sin embargo, fue tan importante como llevar la vacuna, cómo realizar las vacunaciones y cómo conservar y difundir la vacuna. Organizaban comités y redes de vacunación locales para que las campañas de vacunación fueran efectivas.

Desde Puerto Rico, tres niños más fueron a Venezuela. La expedición se dividió en dos. Un grupo dirigido por José Salvany se quedó en el suelo para seguir extendiendo la vacuna por Sudamérica y se dirigió hacia Balmis Cuba con otros seis niños venezolanos.

No siempre era fácil conseguir niños. En Cuba, por ejemplo, tuvieron problemas y Balmis compró tres chicas esclavas (las únicas que participaron en la expedición) para poder llevar la vacuna a México.

Balmiss intentaba que los niños siempre estuvieran lo mejor posible. Antes de iniciar la expedición se estableció una única condición, que al finalizar cada etapa los niños regresen a su lugar de origen. En la mayoría de los casos fue así, pero no en el caso de los transportados desde España. Ellos se quedaron en México. Allí hizo todas las gestiones para que estuvieran en una buena sede y recibieran una educación adecuada. Algunos fueron adoptados por familias mexicanas. Pero a partir de ahí no se ha sabido nada más sobre ellos. En 1810, todavía Balmis estaba pidiendo que esos niños llegaran a España.

La nave María Pita regresó a España desde México. Pero la expedición seguiría adelante. El 8 de febrero de 1805 salieron de Acapulco en el barco Magallanes con 26 niños mexicanos. Aquel viaje de cinco semanas fue duro. Balmis no paró de pelearse con el capitán, quien no ofreció las condiciones prometidas a los expedicionarios. Los niños dormían en el suelo, concentrados en un lugar sucio y pequeño. Fue imposible evitar las vacunaciones accidentales por contacto.

Llegaron a Manila, donde el director de la Casa de Niños Abandonados de La Coruña abandonó la expedición. Balmiss sólo tenía palabras de agradecimiento para él: “Incansable día y noche, ha derramado la ternura de su madre más sensible para los 26 angelitos que tenía en sus manos, como en todos los viajes desde La Coruña”.

Balmis siguió un poco más. Tres niños filipinos partieron a Macao, China, en la fragata portuguesa Diligencia. A causa de un tifón, apenas sobrevivieron. De Macao pasa a Canton y finalmente se traslada a España. En el camino quedaron en la isla británica de Santa Helena, en el centro del Atlántico, donde también se integraron sus habitantes.

Llegó a España el 14 de agosto de 1806. En total, más de un centenar de niños participaron en la expedición y se incorporaron miles y miles de personas. El propio creador de la vacuna, Jenner, alabó la labor de Balmiss: “No puedo imaginar que en la historia haya más ejemplo y más noble de filantropía que esto”.

 

Bibliografía:

Angulo, E.: “El caso de los niños vacuniferos”. Cuaderno de Cultura Científica (2014).

Ariza, S.L. : “La odisea del doctor Balmis”. El País (2010).

Balaguer Perigüell, E. y Ballester Añon, R.: “En el nombre de los niños: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1806)”. Asociación Española de Pediatría (2003).

Fuentes, V. “Un médico español del siglo XIX lideró la primera misión humanitaria de la historia”. SINC (2013).

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