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Las andanzas de un oso de cuevas en la era moderna

2012/05/01 Roa Zubia, Guillermo - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Modificado por Guillermo Roa/Elhuyar Fundazioa

Parecía un costado. Los arqueólogos de la UPV-EHU no dieron especial importancia al fósil enterrado en una esquina de la cueva de Lezetxiki. Salían muchos huesos, que no sería la primera costilla. Los arqueólogos Aritza Villaluenga, Alvaro Arrizabalaga y Mari Jose Iriarte pusieron a varios alumnos asturianos trabajando con esta costilla. Era viernes 20 de julio de 2007 y el último día de la campaña de tres semanas, y ese día había mucho que hacer. Pero media hora después estaba claro que aquel fósil no era un costado. Era algo mayor.

Era la calavera de un oso de cuevas. "Estaban saliendo el neurocranio, parte atrás de la cara", recuerda Villaluenga. "Al principio no sabíamos qué era porque hasta entonces no habíamos encontrado calavera. También podía ser una pelvis, un omoplato en diagonal, o algo así. Pero cuando estaban sacando el agujero del ojo nos dimos cuenta de que era cráneo y que además estaba completo".

Los científicos se nervioso. En esa fecha debían cerrar el yacimiento hasta la próxima campaña de verano y no podían dejar la calavera allí durante un año. "En Lezetxiki se puede meter cualquiera y, si se protegía el fósil, entonces teníamos que sacarlo", dice Villaluenga. Por lo tanto, era una emergencia. El fósil tenía que salir ese mismo día. En lugar de sacar el hueso del suelo, lo hicieron con tierra, dejando un agujero de 40 centímetros de profundidad en el sedimento. "Normalmente la excavación tarda al menos 15 días en bajar 40 centímetros", ha subrayado Villaluenga. Fue introducida en una cesta de fruta, bien protegida con cojines, amarrada y trasladada a la universidad, en Vitoria-Gasteiz.

Así comenzó la trayectoria del cráneo fósil del oso en la era moderna. Quedó enterrado en Lezetxiki hace miles de años y salió de allí en julio de 2007 para iniciar el nuevo vial de los laboratorios.

Bienvenido Yogi

El fósil es de un oso mayor que el oso pardo que hoy en día queda en Europa. Podría ser un oso cavernario, Ursus spelaeus , o su antepasado a Ursus deningeri . El fósil faltaba de la mandíbula inferior, pero en el resto se hallaba casi completa. Y el cráneo no estaba solo. Con el paso de los años, se descubrieron más fermentos fósiles. "Tres o cuatro osos aparecieron en el mismo lugar, roto en diferentes tamaños", dice Arrizabalaga. Uno de ellos, por ejemplo, tiene el cuerpo entero, pero no tiene cabeza.

Mari Cruz Ortega es restauradora de la Universidad Complutense de Madrid del centro UCM-ISIII. En lugar de dedicar su profesión a la paleontología al ámbito artístico, ha reconstruido fósiles de todo el mundo. Ed. © Mari Cruz Ortega

Han aparecido en una superficie inferior a diez metros cuadrados, lo que tiene mucha lógica. A diferencia de los osos de hoy, los expertos creen que los osos de la cueva hibernaban en grupo. De vez en cuando algunos ejemplares morirían mientras hibernaban, lo que explicaría que se encontraran juntos restos de varios osos, como en Lezetxiki.

El equipo de Vitoria estaba satisfecho. En broma, el fósil era conocido como Yogi. Pero no podían empezar a trabajar con él hasta que el hueso saliera del suelo y se completase correctamente. Se trata de un trabajo con mucho cuidado y para ello recurrieron a especialistas: Fue trasladada a la Universidad de Burgos, donde se encuentran los que trabajan en Atapuerca y otros yacimientos, y entregada a María Cruz Ortega, restauradora de UCM-ISIII.

Puzzle sin modelo

El centro UCM-ISIII pertenece a la Universidad Complutense de Madrid. Pero estos fósiles son analizados a menudo por Ortega en la Universidad de Burgos, en el Laboratorio de Evolución Humana. Tiene que viajar muchas veces entre las dos ciudades. El cráneo de Lezetxiki llegó a Burgos en otoño de 2007. "Recuerdo que el cráneo nos llegó muy bien, bien embalado. Estaba en una caja de fruta, sobre una esponja y cubierta de plástico. La mitad del cráneo estaba limpio, pero el resto todavía estaba metido en tierras húmedas", dice.

Sin embargo, no comenzó a trabajar nada más llegar el cráneo. Este trabajo nunca empieza de inmediato. Una vez que un fósil llega al laboratorio, debe salir del recipiente transportado y permanecer unos días en el nuevo entorno, esperando para adaptarse a las condiciones del mismo. Mientras tanto, se analiza el estado de conservación del fósil y se recoge toda la información posible sobre el yacimiento. "Para una correcta limpieza debemos conocer perfectamente las características geológicas del yacimiento original y analizar las condiciones en las que nos ha llegado el fósil. En este caso fue traída en muy buen estado de conservación, pero tenía una gran humedad. Dejamos que la humedad se evapore muy lentamente".

Ortega retiraba el sedimento con la ayuda de un palillo, limpiando y separando las piezas de una en una. "Siempre separo trozos de hueso en más de un recipiente, dependiendo de su posición original en el fósil, y nunca intento juntarlos desde el principio", dice Ortega. Es posible que cada fragmento óseo requiera un tratamiento específico en función de su grado de mineralización.

La parte superior del cráneo del oso --neurocraneo-, parte del hueso frontal, parietales, occipital y la parte posterior del cuello estaban enteras. Pero la mandíbula (cara y paladar) estaba muy rota y los arcos cimáticos estaban deformados y abandonados. "Este fósil tuvo que soportar un gran peso", explica Ortega. Pero el equipo tenía una parte casi completa, al menos para que partiera de allí la recuperación del cráneo. "Volvimos de atrás hacia delante. Por un lado, pegamos los trozos de paladar juntos y a ellos la mitad de los arcos cimáticos. La otra mitad se la pegamos al neurocranio. Y luego lo más difícil: fuimos sumando ambas partes".

Elena Santos, paleontóloga de la Universidad de Burgos. La tesis doctoral se está desarrollando en el marco del linaje del oso. Analiza las características de los fósiles para elaborar un mapa evolutivo de la cronoespecie. Ed. © Elena Santos

Los trozos se pegan con resina acrílica Paraloid, un producto que no daña el hueso (Ortega insiste en que está muy bien estudiado) y lo aplican con pinceles que no dejan marcas. "Se trata de un trabajo con mucho cuidado y detenido", dice, lo hacen con una lupa. Allí donde faltan trozos, tuvieron que añadir pequeñas perlas de resina.

De este modo, poco a poco se formó el fósil y se estabilizó encerado. XIX. También se han conservado los fósiles recogidos en el siglo XIX. "Da total garantía", dice Ortega. "Todas las técnicas utilizadas son reversibles, por lo que podrían dividirse en fracciones si fuera necesario. Lo importante es que con el resultado obtenido se pueda hacer una lectura global de la información del fósil".

Filetes virtuales de hueso

La lectura comenzó rápidamente. Y el primer paso de esta lectura fue analizar la forma exacta del fósil formado. Se celebró en la propia Universidad de Burgos. Precisamente, uno de los participantes en la reconstrucción del fósil, la paleontóloga Elena Santos, realizó una tomografía del cráneo --un TAC brus-. Se trata de un estudio tridimensional del fósil, realizado por rayos X, compuesto por análisis bidimensional de las secciones del hueso.

"En la Universidad de Burgos tenemos un tomógrafo industrial que lo instalamos en 2005 y que era el primero de España", cuenta Santos. Es un gran tomógrafo que permite examinar objetos de medio metro alto y 40 cm de ancho". Además, pueden trabajar con más precisión que con un tomógrafo de un hospital. "Al ser fósil y estar muerto, no se verá afectado por la radiación de rayos X. Una persona debe ser irradiada lo menos posible y obtener la información lo antes posible. En el caso de un fósil, por el contrario, se trata de analizarlo con la mayor precisión posible".

De hecho, en la tomografía de Santos de una sección a otra sólo había 500 micras, medio milímetro. Con esta precisión, el TAC del fósil total se compone de análisis de 900 secciones, cada una de las cuales ha generado una imagen de 4 Mb. "La máquina tiene la capacidad suficiente para que la distancia entre secciones sea de 100 micras, pero no lo hice con esa precisión porque el ordenador no podría gestionar esa cantidad de datos".

El resultado es un modelo tridimensional de cráneo adecuado para el trabajo de Santos. "Puedo trabajar con él todos los días sin tener que ir a ningún sitio y sin poner en peligro el cráneo mismo. Trabajando con él, no tengo que manipular el verdadero hueso". De este modelo se obtiene información de la geometría precisa de los huecos interiores. Santos analiza el hueso de frente y los senos frontales (los senos frontales son unos agujeros que alivian la cráneo y sirven también para la termorregulación del cerebro), el agujero del cerebro y un pequeño hueso llamado basiokzipital. "Estas partes las analizo porque sirven para el diagnóstico de la especie", explica Santos. "Miro su forma exacta y su grado de desarrollo, y lo comparo con los datos de todas las especies para conocer la evolución de cada fósil".

Álvaro Arrizabalaga (izquierda) y Aritza Villaluenga. Son responsables de la excavación del yacimiento de Lezetxiki y arqueólogos de la UPV. Ellos sacaron del subsuelo el cráneo del oso y coordinan el estudio del fósil. Ed. Juanan Ruiz/© PRESS FOTOGRÁFICO

El cráneo de Lezetxiki presenta características especiales. Según los expertos de la Universidad de Burgos, casi todos pertenecen al Ursus spelaeus o al oso de cuevas, pero también tiene unas pocas características de su antepasado, el Ursus deningeri. "El oso de Lezetxiki tiene un tejo anterior que no está en Ursus spelaeus", explica Santos, "y la curvatura del cráneo es más antigua que la de otros spelaeus que he estudiado. Tenemos, por tanto, un par de características de Ursus deningeri. Sin embargo, es un spelaeus casi tradicional. spelaeus es el 80% y el 20% es deningeri. Se puede decir que es el primer Ursus spelaeus de la península ibérica".

Oso no dice cuándo es

Mientras la calavera estaba en Burgos, el equipo de Vitoria siguió trabajando porque además del fósil hay que estudiar el entorno. Lo descubierto en el entorno puede tener gran importancia, por ejemplo, para fosil fechado. Pero en este caso es muy complicado. "Con la cronología que tenemos en Lezetxiki es muy difícil tener una datación concreta. Estamos fuera de la capacidad de algunos métodos". Los sedimentos contribuyen a la determinación de la datación, es decir, a conocer la localización de la fósil a escala estratigráfica, pero la mejor forma de aproximarse a la datación es mediante el estudio de los dientes de herbívoros presentes en el entorno, en el que Lezetxiki es también un yacimiento difícil. "No se han encontrado restos de grandes herbívoros (caballos, bisontes, etc.) en Lezetxiki. Parece que sólo había un hombre y un oso", dice Villaluenga.

En la primavera de 2008, el fósil regresó a Vitoria, donde comenzaron otras muchas líneas de investigación. Por un lado, el paleontólogo Pedro Castaños le tomó medidas. "Cada hueso del esqueleto se mide de una manera determinada", explica Villaluenga. "Hay que medir ciertos parámetros al hueso". Y con estas medidas clásicas se puede calcular el tamaño del oso cuando estaba vivo.

Por otro lado, el equipo de la UPV/EHU buscó sucesos tras la muerte del oso. Lo hizo el propio Villaluenga. "Mi especialidad es la tafonomía, es decir, veo si otros carnívoros tomaban huesos, es decir, si hay marcas de colmillos de otros carnívoros en el hueso, si están comidos los extremos de los huesos, etc." No sólo cogió la calavera, sino que lo hizo con todos los trozos de hueso que le rodean. "Lo que hago es ver qué marcas son, en qué huesos aparecen, en qué parte del hueso y luego sacarles una foto. Cuando tienes un gran número de huesos, comparados con otros lugares, se ven si aparecen en la misma zona o si existen otros modelos". En el caso del fósil de Lezetxiki, al menos, el cráneo no tenía marca de caninos.

Es difícil determinar la vida y la muerte de un determinado oso. Pero un fósil, como este calavera, puede tener mucha información. Tendrá mucho, y los científicos de hoy no pueden acceder a toda la información. Por ello, deben conservar el fósil lo mejor posible. "Las investigaciones duran muchos años", explica Villaluenga. "Nunca se pueden dar por terminadas. Dentro de 20 años podría venir otro investigador con una nueva metodología y trabajar sobre el mismo hueso". Y este espectacular cráneo les espera, un testigo de la prehistoria sobre la mesa de los científicos.

Linaje del oso
Ed. Sergio de la Rosa/CC BY
La línea evolutiva de las cavernas es una cronoespecie. Se llama cronoespecie porque se produce un cambio gradual de una especie a otra. Algunos expertos creen que toda la línea está compuesta por una sola especie, aunque en un principio sus características son más antiguas y luego más modernas (los osos son cada vez más grandes y desaparecieron varios huesos a lo largo de la evolución). Para otros expertos se trata de una cronoespecie, ya que los más antiguos son de hace 800.000 años y hace 12.000 años desaparecieron, tiempo que es demasiado grande para ser considerada como una sola especie. "Los investigadores reconocemos que son dos especies", afirma Elena Santos, paleontóloga de la Universidad de Burgos, "¿pero cuándo ocurre el cambio? ". Los expertos lo consideran como fecha de cambio hace entre 180.000 y 200.000 años. Sin embargo, es muy difícil definir con exactitud cuándo los osos dejaron de ser deningeri y se convirtieron en spelaeus, porque el cambio se ha producido de forma muy lenta y constante.
Escrito en dientes: macho y viejo
No es más que un trozo de hueso, pero al estudiar el fósil, los arqueólogos han sabido mucho del oso. Era macho y no era nada joven. Y no sólo eso, los arqueólogos de la UPV también tienen una hipótesis razonable sobre la muerte del oso.
"En los osos es muy fácil saber si un ejemplar es macho o hembra si han aparecido colmillos", explica el investigador del grupo Aritza Villaluenga. "Los candelabros de los machos y hembras tienen un aspecto muy diferente, tanto los de los maxilares superior como los inferiores. Sin ningún tipo de medida, el aspecto de un candelero permite saber si es de un oso macho o de una hembra. En nuestro caso es macho, lo sabemos porque los caninos tienen una raíz muy amplia y son grandes".
Ed. Guillermo Roa/Fundación Elhuyar
La edad es difícil de conocer. Se calcula atendiendo a la forma y al desgaste de los dientes. El oso comía muchas plantas y durante mucho tiempo esta actividad erosiona mucho los dientes. Cuanto más viejo es el oso, más desgaste tiene en los dientes. Esta relación no es matemáticamente exhaustiva, pero ha servido a los arqueólogos para definir una escala básica. "Las erosiones se clasifican en cinco categorías y, en nuestro caso, en cuarto o quinto grado, es decir, era muy antiguo", afirma Villaluenga. "Todos los osos que han aparecido en Lezetxiki son muy viejos. Las coronas de Hagin han desaparecido y estaban usando raíces para comer".
De hecho, los arqueólogos creen que eso significa que los osos sufrirían un gran dolor en la comida. "Hay erosiones increíbles", destaca Villaluenga. Seguramente por eso esos osos viejos no podían comer lo suficiente en verano y morirían en la hibernación.

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