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El hombre deja huella

2004/01/01 Rementeria Argote, Nagore - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria

Muchos no creen o se hacen pasar por oídos los pronósticos sobre el futuro oscuro del Planeta. La huella ecológica demuestra, sin embargo, que somos insostenibles para el medio ambiente. A pesar de ser un mero indicador, nos puede ayudar a caminar hacia el desarrollo sostenible. ¿Estamos a tiempo de cambiar el futuro? ¿Pueblos pobres y sostenibles? ¿Cómo puedo reducir mi huella ecológica?
Cada ciudadano del mundo utiliza 2,8 unidades de superficie de suelo fértil para vivir.

El hombre tiene la necesidad de dominar un entorno áspero, como dice la canción. Urgente o no, domina el entorno en el que vive y su influencia se puede ver en cualquier lugar. Fíjate, si no, en los pueblos y ciudades donde vive la mayor parte de la población mundial: no se puede decir que imperen las leyes de la naturaleza.

El ser humano necesita estar en contacto con la naturaleza... En cuanto a la supervivencia, el ser humano es el que depende inevitablemente del medio. Explota fuentes de la zona para obtener materias primas: obtiene de la naturaleza alimentos, combustibles y sustancias utilizadas en la producción de diversos productos.

Aunque la realidad es única, ambas perspectivas son las dos caras de una misma moneda. Pero ¿está en equilibrio la relación entre naturaleza y humanidad? Para responder a esta pregunta surge el concepto de huella ecológica. La huella ecológica es una herramienta para medir la presión humana sobre los ecosistemas del mundo.

La huella ecológica mide el daño que el hombre ejerce sobre la naturaleza en sus actividades y se expresa en unidades de superficie de terreno fértil, lo que significa que la influencia de las actividades humanas, tanto las tierras explotadas como los residuos generados, se traslada a unidades de superficie. A efectos de simplificación, se considera únicamente la superficie de terreno necesaria para alimentación y madera, la destinada a infraestructuras y la necesaria para absorber el dióxido de carbono generado por la combustión de combustibles fósiles.

La ampliación del mercado incita al consumo de productos de otros países.

Todos estos términos se expresan en unidades de superficie (o hectáreas) mediante fórmulas matemáticas. Así, por ejemplo, el dióxido de carbono producido por el combustible consumido por un coche se transforma en hectáreas. Lógicamente, el terreno que representa la unidad de superficie no es real. La unidad se ha definido mediante una media de superficie terrestre biológicamente rica. Esta unidad de superficie se ha definido en función del tipo de terreno, de manera que una unidad es de 0,3 hectáreas (ha) de terreno rural, 0,6 ha de bosque, o 2,7 ha de prado o 16,3 ha de mar.

Todas estas áreas presentan una fertilidad media, una hectárea real de suelo muy productiva se expresa con más unidades de superficie que una superficie de baja productividad con la misma dimensión.

Analicemos qué factores se utilizan para calcular la huella ecológica. Supongamos que hay tres modos de desplazamiento a trabajar: coche, autobús y bicicleta. ¿Cuál es la que menos huella ecológica produce en estos tres? En el caso de ir en bicicleta, en el desayuno habrá que tomar más energía; si se han comido cereales, por ejemplo, se calcula la superficie de tierra utilizada para la producción de estos cereales. A ello se añade el combustible utilizado en el proceso de fabricación de la bicicleta, que se traerá a unidades de superficie. Se realiza de forma similar al coche y el autobús, pero dado que la fuente de energía es la gasolina, se tiene en cuenta la cantidad de litros de gasolina que se han utilizado, el espacio que ocupan en el camino, el mantenimiento de la carretera, etc.

Calculada como media, se puede decir que la menor huella ecológica se produce utilizando la bicicleta, el autobús es casi el doble y si se opta por ir en coche puede ser diez veces mayor.

Para calcular la huella ecológica de un individuo se tienen en cuenta los medios de transporte, pero también otros factores como si compra productos locales o importados, si se baña o ducha y con qué frecuencia, la cantidad de basura que genera...

El consumo de productos locales tiene muchas ventajas.

Sin embargo, la mayor parte de los cálculos se realizan por término medio, teniendo en cuenta todo un municipio, o sin pasar a unidades de superficie como la ciudad, la región, el estado, etc., es decir, en hectáreas de terreno. Así, la huella ecológica de los donostiarras es de una media de 3,64 ha/año, cerca del doble de la que puede soportar San Sebastián. La huella ecológica de un navarro es de una media de 3,47 ha.

En el gráfico inferior destaca la diferencia existente entre países del mundo. Los países que utilizan las tecnologías más avanzadas son los que dejan mayor huella, ya que consumen más. Los países que dejan la huella más pequeña son los subdesarrollados.

La huella media de la población mundial es de 2,8 unidades de superficie, según datos de Naciones Unidas de 1996. Para determinar si la tierra puede soportar este nivel de explotación, se ha calculado la superficie correspondiente a cada ser humano, correspondiendo dos hectáreas o unidades de superficie. Para el cálculo se han tenido en cuenta todas las zonas fértiles del mundo: tierras rurales, bosques, prados y costas. El 12% de esta superficie ha sido eliminada por ser necesaria para el mantenimiento de la biodiversidad. Y han dividido la superficie restante entre la población.

Si observamos los datos, la conclusión es clara: el hombre está explotando más de lo que le corresponde. En concreto, cada uno de los seis billones de habitantes de la Tierra explota una superficie media de 0,8 hectáreas superior a la que le correspondería. Está claro que, siguiendo ese camino, el futuro aparece oscuro.

Ventajas sí, pero también barreras

Sin embargo, al tratarse de un instrumento de medida, es limitado, ya que no puede tener en cuenta todos los factores, si todos los términos afectados fueran tenidos en cuenta, no sería útil, sólo la recogida de datos sería demasiado larga.

La sencillez tiene ventajas ya que facilita la comprensión del propio concepto. Este indicador pone de manifiesto el impacto ambiental del modo de vida personal, los hábitos de consumo. De alguna manera, hace más consciente al consumidor del daño que generan sus necesidades. Esto facilita la toma de conciencia de la necesidad de cambiar estos hábitos.

Para la medición se elimina el 12% de las tierras y mares fértiles, como mínimo para mantener la biodiversidad.

No obstante, se pueden introducir mejoras para medir la huella ecológica de los pueblos. De hecho, no se tiene en cuenta que la producción de los productos consumidos también se ha producido sobre los ecosistemas exteriores, ya que actualmente el mercado se extiende a todo el mundo. Lo que se calcula es el consumo de cada país, para lo cual se añade a la producción interna lo importado y se elimina lo exportado.

Así, si compramos en Euskal Herria un coche producido en Alemania, la huella ecológica generada por ese coche se contabiliza en EH.

Aunque el producto se vende fuera, los residuos generados durante la producción se incluyen en el consumo del país. Esto significa que el país importador no asume la huella correspondiente a los residuos generados durante la producción. Siguiendo con el ejemplo antes mencionado, la huella de residuos generados durante la producción del coche se cuenta en Alemania.

En consecuencia, algunos restos ecológicos están inflados. Imagínate: Aunque los hábitos de consumo irlandeses son similares a los del Reino Unido, la huella irlandesa es cuatro unidades más grande. De hecho, Irlanda vende gran cantidad de verduras al exterior y los residuos generados en el cultivo aumentan su huella ecológica.

Otro tanto ocurre en los países de gran afluencia turística: la huella ecológica generada por personas de fuera no se contabiliza en el municipio de origen sino en el destino turístico.

La huella ecológica tiene, sin duda, características que pueden ser refinadas. Para que pueda ser fiable como instrumento de medida, debe ser preciso, lo que implica un gran número de datos, pero al mismo tiempo, debido a su sencillez de manejo, el número de datos es necesariamente limitado. La clave está en el equilibrio entre ambas características.

El objetivo de la huella ecológica es poner en cifras el daño que el ser humano ejerce sobre el medio para descubrir si las actividades humanas son insostenibles. Sin embargo, no es fácil decir hasta qué punto cada pueblo debe bajar su huella ecológica para ser sostenible. Es una cuestión de voluntad, no hay que decirlo. Quizás deberíamos fijarnos en las palabras de la canción: el dinero duro no tiene corazón, lo van a unir duro y apretado para que no crezca sobre los hombres.

La huella de los pueblos subdesarrollados es menor de lo que el mundo puede soportar. ¿Eso significa que son sostenibles? Si sólo miramos a la ecología, son sin duda sostenibles. Pero no hay que olvidar que la sostenibilidad tiene también una dimensión social y económica, y los países subdesarrollados, por definición, no son sostenibles económicamente, y por lo general también presentan grandes carencias a nivel social.

Por ello, la huella ecológica destaca las diferencias existentes entre los pueblos. De hecho, los países desarrollados no sólo explotan los recursos dentro de sus límites, sino que, por tanto, también afectan a los ecosistemas del resto de países.

Piénsese que la huella ecológica española es aproximadamente 5,4 unidades de superficie y la capacidad ecológica 2,52 unidades. Por tanto, cada habitante de España presenta un déficit ecológico de casi tres unidades de superficie, o lo que es lo mismo, fuera del Estado se utilizan tres unidades de superficie para mantener su nivel de vida. Y en Francia ocurre lo mismo, ya que la huella ecológica es de 7,27 unidades de superficie y la capacidad ecológica de 4,27.

Si en lugar de una ducha rápida llenas la bañera, no vas por el camino correcto. Los hábitos de consumo cotidianos para reducir la huella ecológica son los que hay que cambiar.

Soportan la influencia de nuestro consumo a miles de kilómetros.

Por ejemplo, si es posible, mejor moverse a pie o en bicicleta y coger el transporte público para recorrer distancias largas. Procura no comprar los artículos que no necesites, ya que para su fabricación se han explotado las materias primas y si luego no sacas partido se convertirá en residuo, además tu bolsillo también lo agradecerá. Si seleccionamos productos locales sabemos que el transporte se ha contaminado menos y evitamos que nuestra huella ecológica sea atribuida a otros países.

¿Que su basura se llena de latas, fundas de plástico y otros envases? Puedes empezar a elegir productos con menos envoltorios al hacer la compra.

Si quieres medir tu huella ecológica, en Internet hay páginas para ello y sólo tienes que responder a un cuestionario. En http://www.euskadi.net/ihitza/ihitza10/10kontsumista_e.htm, por ejemplo, dispones de un breve cuestionario en euskera. Aunque esta última no sea en euskera, puedes elegir entre muchas lenguas y es muy concreta: http://www.myfootprint.org

Ten en cuenta que aunque las grandes decisiones se delegan en los Estados, cada ciudadano puede hacer el esfuerzo y asumir la responsabilidad.

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