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Talleres de creación infantil

2004/01/01 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Queremos traer al niño y no. Esta es la realidad de muchas parejas, un 15% según las estadísticas. Hoy en día, sin embargo, hombres y mujeres con problemas de fecundidad tienen motivos para tener cierta esperanza. Las técnicas de reproducción asistida iniciadas hace 25 años han sido milagrosas para algunos de los más vikotarras hasta entonces estériles. No para todos, claro. Cuarto de siglo de Louise Brown Técnicas de reproducción
Las técnicas de laboratorio han aportado nuevas oportunidades a muchas parejas.

A pesar de que las estadísticas han fijado su número en un 15%, la ginecóloga Mari Jose Iñarra asegura que cada vez son más las parejas que no consiguen el embarazo. Trabaja en la clínica Quirón, en el Servicio de Reproducción Asistida. Las parejas que acuden a la consulta se centran en la edad. “Si la niña tiene menos de 30 años, la pareja debería esperar al menos dos años para pensar que tiene algún problema de esterilidad, y si es mayor de 30 es suficiente un año”.

Coitos dirigidos

Sin embargo, antes de acudir a los Servicios de Reproducción Asistida, las parejas tienden a acudir a los ginecolos habituales, a consultas ordinarias. Si no hay problemas físicos, se aplican tratamientos para que la ovulación sea más fuerte, para que se ovule más. En los días de mayor ovulación femenina, la pareja deberá mantener relaciones sexuales. “Es lo que se conoce como coito corregido –dice el doctor Iñarra–, y así muchas parejas han conseguido traer a los niños”. Estos tratamientos han sustituido a las pastillas por hormonas. Sin embargo, el tratamiento es básicamente el mismo, el refuerzo de la ovulación, el conocimiento de los días en los que hay que ovular y el contacto en esos días.

Las parejas recurren a los servicios de reproducción asistida cuando fallan los coitos dirigidos. A pesar de que el que tiene que quedarse embarazada es una mujer, lo primero que miran es la semilla del hombre, ya que cuanto peor es la semilla menos posibilidades de provocar el embarazo. “La calidad de la semilla ha disminuido drásticamente. Según la Organización Mundial de la Salud, antes se decía que una concentración de 60 millones de espermatozoides por mililitro era normal, mientras que en la actualidad se considera calidad la semilla con 20 millones de espermatozoides. De las parejas que tenemos, el problema en un 80% es la semilla masculina, la semilla escasa”.

Espermatozoide en el camino al óvulo.

Existen muchas teorías sobre el descenso de la calidad de la semilla, entre las que se mencionan los problemas ambientales, el estilo de vida, el estrés, etc., pero todavía no hay una respuesta clara. “La semilla masculina empieza a deteriorarse con la edad, eso es cierto, pero esto ocurre entre los 60-70 años. No es como una menopausia femenina. En las mujeres, de 18 a 35 años, las posibilidades de quedarse embarazadas son grandes, con 35 empiezan a disminuir y a partir de 38 se pierden enormemente. A los 30 años, con todo bien, las posibilidades de embarazo son del 10-15%; a los 38 años, el 2%”.

Soluciones de espermatozoides

A pesar de la importancia de la edad femenina, el mayor número de problemas se debe a las semillas. La ausencia de espermatozoides en la semilla, la muerte de todos los presentes o la poca movilidad de los existentes son factores que hacen estéril al hombre. Los problemas de la semilla marcan el tratamiento a realizar, ya que la propia semilla no tiene tratamiento.

La doctora Mari Jose Iñarra en el laboratorio. (Foto: B. Cortabarria).

“Los urólogos han aportado hormonas para mejorar la semilla, pero no mejora. No merece la pena perder el tiempo así, pagar lo que valen este tipo de tratamientos y tener que ir tomando inyecciones. Si hay algo que mejorar, se puede mejorar en el laboratorio. Diversos procesos pueden aumentar la concentración de espermatozoides e incrementar el movimiento de espermatozoides”.

Una vez completado este tipo de procesos se empiezan a utilizar técnicas en base a resultados. “Si conseguimos 5 millones de espermatozoides que se mueven bien por mililitro, podemos hacer inseminación”. A pesar de no llegar a esa cifra, María José Iñarra dice que se pueden realizar inseminación, pero que no merece la pena porque “la semilla es escasa y las posibilidades de embarazo son mínimas”. La inseminación es una solución adecuada y sencilla, ya que se puede realizar en la propia consulta sin entrar en el quirófano.

Si tras completar los procesos de mejora la semilla no llega a las cantidades necesarias, se rechaza la inseminación y se recurre a soluciones de laboratorio. A la mujer se le extraen los óvulos y en el laboratorio hay que conseguir embriones con los óvulos y la semilla. Es la fecundación in vitro.

Excitando ovarios en quirófano. (Fotos: Clínica Quirón).

Hay muchas formas de fecundación in vitro. Antes, el óvulo y los espermatozoides, una vez preparados, se ponían juntos para ver si eran capaces de integrarse o no. Pasado un par de días se comprobaba la existencia o no de embriones. Si no se conseguía esa integración, no había tarea, ahí terminaba la fecundación in vitro. En la actualidad las posibilidades son mayores. “Ahora, cuando la semilla es muy mala, podemos hacer microinyecciones intracitoplasmáticas, es decir, coger el óvulo e introducir el espermatozoide en su interior. Miramos cuántos embriones hay a dos días. ¡Cogemos esos embriones, los metemos en el útero y ya está! !”.

A pesar de que la técnica es la misma en la base, han creado numerosas posibilidades y variantes. “Nosotros dejamos el espermatozoide en el núcleo del óvulo, en el citoplasma. A dos días tenemos que encontrar el embrión de dos o cuatro células, el gameto. También podemos dejar pasar cinco o seis días y entonces se pueden conseguir blastocistos. Los blastocistos son embriones más grandes, lo que aumenta la probabilidad de embarazo. Sin embargo, es frecuente que en el laboratorio se dejen muchos embriones y luego no se obtengan blastocistos, y entonces no hay embarazo. Sin embargo, nosotros primero utilizamos embriones de dos o tres días. Si con estas dos o tres veces no se consigue un embarazo, luego en el laboratorio intentamos blastocistar a estos jóvenes embriones”.

Con estas técnicas se solucionan los problemas del 40% de las parejas que recurren a médicos. La mejora es evidente, pero aún más evidente en el caso de los donantes. De hecho, tanto la semilla como el óculo pueden pertenecer a la pareja, uno de ellos a un donante o ambos a los donantes. Las posibilidades son múltiples, lo que ha permitido dar solución a los problemas de muchas parejas, pero la misma abundancia ha generado debates éticos en la sociedad.

De soluciones técnicas a debates éticos

Extraen óvulos del líquido folicular. (Foto: Clínica Quirón).

Una de ellas es que parejas del mismo sexo traigan hijos. A pesar de ser un tema que puede generar debate en la sociedad, en los servicios de reproducción asistida es un tema cotidiano. “Nos vienen muchas lesbianas, sobre todo francesas. Para nosotros la presencia de la mujer o de la pareja es similar, ya que es la propia mujer la que da permiso para realizar la inseminación con la semilla de un donante. La ley dice que tiene pleno derecho. Algunas mujeres también vienen solas, cada vez más. A lo largo de los años nos vienen muchos que no tienen pareja. Necesitan hijos, pero no tienen pareja y vienen a la consulta con esa opción”.

La elección del sexo del niño también está en el saco de debates éticos. No es legal en el Estado español, salvo que pueda transmitirse alguna enfermedad junto con el sexo. Por ejemplo, si el niño que va a nacer es chico cuando se sabe que va a ser hemofílico, se puede elegir sexo. En estos casos se realiza un diagnóstico genético pre-implícito consistente en la comprobación de los cromosomas sexuales embrionarios, es decir, la separación de los cromosomas X e Y y la selección de los necesarios. “Hay muchas discusiones al respecto —afirma el doctor Iñarra—.

Con ayuda del microscopio, los espermatozoides pueden incorporarse al ovocito. (Foto superior: Clínica Quirón, Foto inferior: B. Cortabarria).

Por ejemplo, si una pareja tiene 3 chicos y quiere traer chica, ¿quién soy yo para decir que no? No soy nadie, pero de momento la ley no da esa oportunidad. Por eso, mucha gente va a Estados Unidos a traer a sus hijos, donde elegir sexo es legal”. Además de seleccionar el sexo, si se observan cromosomas es posible saber si el embrión está enfermo o no. Por supuesto, esto hace que sólo se utilicen embriones en buen estado. Se cree que los diagnósticos genéticos pre-implícitos van a abrir muchas puertas, se van a conseguir más embarazos.

Por tanto, en estas técnicas siempre se eligen los mejores embriones, mientras que los restantes se congelan. Las legislaciones en esta materia son muy diferentes según países. Al margen de las cuestiones legales, estos embriones se podrían reservar para uso de los propietarios, entregarlos a otra pareja o utilizarlos en la investigación.

María José Iñarra ve claro que el tema va a generar debate. “Con el tiempo se supone que se acepta la clonación terapéutica. Obviamente, si se acepta esto está claro que existe la posibilidad de hacer otras clonaciones, utilizarlas para multiplicar la clonación. Los hombres, a través de sus células y su semilla, ayudados por el utero de alguien, podrían crear un hijo que se parece físicamente a ellos. El uso terapéutico de los embriones abre numerosas puertas, ya que de los embriones sobrantes saldrían células madre”.

Las células madre son lo que los investigadores buscan de los embriones humanos. De hecho, las células madre son totipotentes, pueden convertirse en cualquiera de las células que forman el cuerpo humano. Son las joyas más deseadas para la medicina. Los expertos aseguran que las células madre inyectadas en el hígado, por ejemplo, serían capaces de reparar los órganos afectados por la cirrosis o la hepatitis, o los corazones infartados, curar el páncreas de diabéticos, etc. Incluso en las técnicas reproductivas, la posibilidad de utilizar células madre podría aportar beneficios, ya que se podrían formar ovocitos o espermatidas. En el caso del ratón, por ejemplo, este año se ha conseguido.

Ovocitos, pioneros de óvulos. (Foto: Clínica Quirón).

El avance de la legislación y las vías y velocidades elegidas por la evolución de la técnica no es fácil. Sin embargo, si las cosas no cambian mucho, se espera que con estas técnicas se logren embarazos cada vez más precisos, es decir, que los esfuerzos por solucionar los problemas de esterilidad no sean estériles.

Un gran número de espermatozoides en busca del óculo es el sistema de reproducción natural del ser humano. A esta vía natural de embarazo se añadió en 1978 otra: los probeta-ume. La noticia llegó de la mano del doctor Robert Edwards de la Universidad de Cambridge. En noviembre de 1977, el equipo de investigación de Edwards retiró un óculo a la señora Lesley Brown, una mujer que presentaba una lesión que impedía el embarazo en la trompa de Falopio. El óculo fue colocado en una taza para ser fecundado por un espermatozoide adquirido por John Brown, el marido de Lesany. Pasados unos días, cogieron el embrión resultante de la fecundación y lo introdujeron en el útero de Lesany.

El embarazo fue normal, pasó por circunstancias normales. El 25 de julio de 1978 nació en el Hospital de Oldham, Louise Brow. El Dr. Edwards sabía que había hecho un hueco en la historia de la medicina y de la humanidad, pero seguramente no hubiera imaginado las futuras puertas de los sistemas reproductivos de sus logros. Desde que nació Louise Brown ha pasado un cuarto de siglo y desde entonces han nacido más de 1.000.000 de niños de probeta.

Las técnicas de reproducción asistida se utilizan cuando la fecundación no es posible por sí misma. En resumen, estas técnicas permiten manipular células germinales, espermatozoides, óvulos y embriones para lograr el embarazo. Los sistemas básicos son la inseminación y la fecundación in vitro, dentro de los cuales se incluyen varios procedimientos.

Inseminación artificial: Consiste en colocar espermatozoides en los órganos sexuales de la mujer. Dependiendo del lugar donde se colocen los espermatozoides, la inseminación se puede realizar en el interior de la vagina, dentro del útero, cervicales, etc. La semilla puede ser de pareja o de un donante. Es necesario excitar el ovario mediante hormonas.

Fecundación in vitro convencional. Tras la excitación del paciente, mediante cirugía laparoscópica o realización de ecografías intravenosas, se realiza la toma de ovocitos —óvulos inmaduros—. Estos ovocitos se aíslan y entran en contacto con los espermatozoides para que puedan fecundarse. El embrión resultante se coloca en el útero.

Transferencia intratubar de gametos (GIFT). En la trompa de Falopio se colocan un par de obocitos y al menos 40.000 espermatozoides. Su uso es poco frecuente ya que se realiza bajo anestesia general.

Transferencia intratubar de citotos (TIF). Tras la fecundación in vitro convencional, se recuperan los citotes –embriones que salen de la fecundación- y dos o tres de ellos se colocan en uno de los extremos de la trompa de Falopio. La operación se realiza con laparoscopia, pero en la actualidad apenas se realiza.

Transferencia embrionaria intratubar (TET). Los embriones obtenidos tras la fecundación in vitro convencional se toman en la fase de inicio de fragmentación y se aplican en el aparato reproductor femenino.

Inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI). Se toma un espermatozoide y se introduce en el obocito. Esto se hace con la ayuda de un microscopio. Dos o cuatro días después se coge el embrión y se coloca en el útero de la mujer.

Inyección intracitoplasmática de espermatida. El sistema es igual al anterior, pero en lugar de usar espermatozoides se utilizan espermatidas, células precursoras de los espermatozoides. Las espermatidas se toman de los testículos.

Culturas conjuntas. Tras la fecundación in vitro convencional, los embriones se mantienen en una taza hasta que se blastocistas.

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