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Restos de hormigón acompañados

2008/12/16 Lakar Iraizoz, Oihane - Elhuyar Zientzia

Las materias primas de la civilización son el hormigón a base de cemento y cemento. Sin ellos no habríamos llegado al grado de progreso que tenemos en la actualidad, y nuestra civilización no hubiera sido todo.
El hormigón es el símbolo de la civilización. (Foto: M. Septiembre )

El hormigón es, por tanto, el símbolo de la civilización. Pero la civilización tiene un lado más oscuro: Más de uno cree que es como el caballo de la atla, es decir, que en el lugar donde se oprime no se produce nuevamente hierba. La construcción de un edificio de hormigón destruye la parte natural que existía en él, nunca será la que existió hasta entonces.

Nunca podemos decir que una cosa es necesariamente blanca o negra. Y en el caso del hormigón tampoco se puede decir que sólo perjudica al medio ambiente. Un científico de la Universidad de Newcastle ha descubierto que las ruinas de hormigón, restos de antiguos edificios, pueden servir para sacar de la atmósfera el dióxido de carbono que cada vez estamos acumulando más en la atmósfera y dejarlo atrapado en el suelo.

Lógicamente, las partes de hormigón que en su día fueron muros o techos de un edificio no pueden hacerlo por sí mismas. Lo que ocurre es que confieren unas características especiales al suelo y que, a partir de estas características, determinadas plantas pueden llevar a cabo la citada "captura".

Una pared caída es una excelente fuente de calcio que puede ayudar a atrapar el dióxido de carbono de la atmósfera. (Foto: P. Jelliffe)

La esencia es el calcio

¿Qué puede ofrecer al suelo una pared caída? Pues el calcio. El cemento es muy rico en calcio. El compuesto que confiere al cemento la capacidad de endurecimiento, entre otros, contiene calcio, por lo que es imprescindible la adición de calcio en las cementeras. Por tanto, las zonas en las que se encuentran restos de edificios derribados presentan un alto contenido en calcio, correspondiendo a su propia geología.

Sabemos que las plantas reciben dióxido de carbono del aire, y que con este carbono producen azúcares y sus tejidos y componentes para formar estructuras. Pero no todo lo utilizan para ello: una parte del carbono captado de la atmósfera es expulsado de sus raíces al suelo circundante.

De hecho, lo hacen cuando tienen falta de alimentos. Expulsan el carbono en un ácido para disolver las piedras que les rodean y utilizar el carbono disuelto como alimento mineral.

En un suelo rico en calcio, el ácido reacciona con el calcio formando carbonato cálcico. El carbonato cálcico, unido a otros compuestos, puede formar tiza.

Se trata de plantas del género Brassica, que arrojan gran cantidad de ácido de sus raíces. (Foto: T. Spaans)

El geólogo de la Universidad de Newcastle descubrió la tiza. Buscaba una forma de restaurar una mina y quiso ver lo que pasaba dejando tres colinas de trozos de piedras recubiertas de compost. Volvió cinco años después y descubrió mucho más de lo que debería haber tenido en cuenta la geología existente. Al analizar de dónde procedía ese clarion, descubrió que las plantas produjeron el carbono de ese clarion.

Descubrió lo que había encontrado y, con el fin de confirmar que las conclusiones eran correctas, estudió un terreno lleno de restos de hormigón en el que también encontró fragmentos de tizas procedentes de las plantas.

La tiza es una piedra muy estable que puede permanecer en el suelo durante un tiempo muy largo, sin alterarse. Y, por supuesto, también el carbono que contiene la tiza. ¡No es una mala manera de capturar el carbono de la atmósfera! Así lo dice el geólogo de Newcastle. Ha afirmado que este sistema de captura de carbono puede mejorarse mediante la plantación de plantas que desprenden gran cantidad de ácido de sus raíces en zonas con restos de hormigón, convirtiendo así a la parte ambiental en la que de hecho se ve tan afectada.


Publicado en Deia

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