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Nuestros pequeños

2006/06/15 Carton Virto, Eider - Elhuyar Zientzia

En los últimos días he leído algunas noticias sobre los microorganismos que tenemos en el intestino y me ha parecido un buen momento para ofrecer unas líneas a este tema. Y es que mientras no nos hagan daño no nos damos cuenta de que están ahí, aunque son muchos más que nosotros. Imagínate que cada uno de nosotros tenemos entre 100 y 1.000 billones (sólo doce ceros) de microorganismos en el intestino. Se calcula que el número de microorganismos que conviven con nosotros es al menos un orden de magnitud superior al número de células del cuerpo. Y el cuerpo humano tiene unos 10.000 billones de células.
Cada uno de nosotros tenemos entre 100 y 1.000 billones de microorganismos en el intestino

Sin embargo, más que por cantidad, merecen la atención por la ayuda que nos ofrecen. Los microorganismos intestinales desempeñan un papel fundamental en la digestión: sin ellos muchos compuestos no podríamos descomponerlos, ni formar muchos compuestos imprescindibles para nosotros, como las vitaminas y los aminoácidos. Es decir, sin ellos no podríamos vivir, no habría nosotros sin ellos.

Por ello, algunos científicos ven y analizan al hombre como resultado de esta suma. Por ejemplo, desde esta perspectiva, investigadores de universidades e institutos de investigación de Estados Unidos han analizado el genoma de nuestros microorganismos intestinales, una pequeña parte por el momento, y han dado a conocer el primer análisis del microbioma humano hace pocos días. En cuanto a los resultados concretos, señalan que gracias al genoma de los microorganismos han enriquecido la información genética correspondiente al metabolismo de muchos compuestos. Pero han querido destacar la idea de la unidad por encima de todo, de que el genoma humano es la amalgama de los genes de los genes humanos y de los microorganismos del cuerpo, con los que habría que analizar y comprender la biología humana.

Otros estudios menos conceptuales se han publicado estos días. Uno, además, lo han hecho algunos de los integrantes del grupo anterior. En este caso han trabajado con los niños: 14 niños recién nacidos han hecho un seguimiento de un año para ver cómo cambia la comunidad de microorganismos intestinales y qué patrimonio nos deja nuestra primera relación con los microorganismos. De hecho, la mayoría de las investigaciones indican que en el momento del nacimiento se mantiene esa primera relación. Puede que no sea una imagen higiénica, pero de la vagina y las heces de nuestra madre tomamos los primeros microorganismos que luego formarán parte de nuestra flora intestinal. Y al tomar la leche materna también ingerimos los microorganismos de la piel. En este estudio han visto que la relación entre los niños y las muestras de madres es clara, y que esa primera relación deja una cierta firma en el futuro, a pesar de que la comunidad microbiana de los niños crece cada vez más parecida a la de los adultos. No sabemos si la importancia de esta firma es grande o pequeña, pero quienes realizan estas investigaciones consideran que es grande, aunque han reconocido que todavía es una mera especulación sacar de los resultados esas conclusiones.

tomamos en el momento del nacimiento a los primeros microorganismos que formarán parte de nuestra flora intestinal. Por la vagina y las heces de la madre.

Las especulaciones han cobrado especial importancia en la investigación de los nacimientos por cesárea, en los que el niño no tiene esta primera opción de ingerir microorganismos. En consecuencia, fallan un paso que parece importante. ¿Hasta qué punto es importante? Y es que, aunque nace por cesárea, son muchas las fuentes de obtención de microorganismos. Algunas pistas para responder a la pregunta han sido proporcionadas por un estudio realizado en Alemania con ratones. Durante la investigación se ha estudiado la respuesta inmunitaria de los ratones recién nacidos a los microorganismos del intestino materno y se ha comprobado que las células de los embriones reaccionaban en contra, mientras que las células del intestino de los ratones de un día eran desoídas, y que en las dos primeras horas de la vida los ratones nacidos de forma natural mostraron las señales de una respuesta inmunitaria, a diferencia de los nacidos de cesárea. De ahí que los microorganismos ingeridos al nacer puedan actuar como iniciadores del sistema inmunitario.

El tiempo y los estudios más profundos van a decir qué hay más allá de estas especulaciones. Mientras tanto, que nuestros txikis sigan trabajando.

Publicado en el diario Berria.