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¿Soy calvo y qué? Buscando remedios

2002/01/27 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia

A pesar de que muchos no lo reconocen, están dispuestos a hacer todo lo posible para no perder el pelo: no hay más que ver una amplia oferta de productos para evitar la pérdida de pelo o una gran cantidad de dinero que se mueve en este mercado. Sin embargo, para el disgusto de Burusoil, aunque se realizan miles de investigaciones en busca de un tratamiento eficaz, todavía no se ha conseguido un remedio que asegure un éxito total.
La calvicie se recibe de su madre.

Al parecer, ser calvo sólo afecta a la imagen externa, pero la verdad es diferente. Muchos estudios demuestran que tanto los hombres como las mujeres ven más antiguos de lo que son los burusoilas y además no les parecen tan atractivos y fiables como los ancianos. De ahí que los burusoils tengan menos seguridad consigo mismos, lo que repercute en su trabajo y relaciones.

¿Por qué se pierde el pelo?

Además de crecer cada pelo por separado, el estiramiento es variable a lo largo de la vida del pelo. El pelo de una persona no burusoil tiene una media de 18 meses de crecimiento, que se alarga en torno a los 0,4 mm por día. Posteriormente, las células que producen el pelo mueren y la actividad del folículo se ve interrumpida durante unos 6 meses. Pasado este tiempo comienza un nuevo ciclo, el pelo cae y en su lugar nace el nuevo.

Sus orígenes son muy variados, por lo que es casi natural encontrar un remedio idóneo para todos.

Los nuevos pelos de quien se va raseando se hacen cada vez más delgados y coloreados hasta que son casi invisibles. Sin embargo, el burusoil tiene tantos folículos como mariposas largas. Según varios investigadores, cada uno de los folículos está programado para un número determinado de ciclos, y una vez agotados, el folículo sólo produce pelos enanos. Parece que la fase de crecimiento de los pelos de los calabozos dura sólo 6 meses, por lo que los ciclos se agotan antes.

Sin embargo, la pregunta sigue ahí: ¿qué resume la duración del ciclo? Hace 2.400 años, Hipócrates se percató de que los vascos o los hombres manchados no tenían pelo. Por ello, pensó que estaba relacionada con la virilidad y al parecer no se equivocaba del todo. La pérdida de pelo se produce cuando la dihidrotestosterona (DHT) es abundante en los folículos.

Los eunucos, a la vez que castran, reducen la producción de esta hormona, por lo que tienen menos posibilidades de burusoilarse. Sin embargo, Hipócrates consideraba que no era del todo cierto, ya que los niveles de DHT en sangre de los burusollos son similares a los de los demás; es decir, el problema es el exceso local, no el aumento de las hormonas masculinas.

Otros estudios recientes ofrecen explicaciones aún más profundas. El equipo de investigadores de la Universidad de Melbourne ha atribuido la responsabilidad de la expurgo a una proteína defectuosa que introduce la señal del DHT en el núcleo celular. Además, los investigadores afirman que el gen que codifica esta proteína está en el cromosoma X. Esto confirma que la característica de que el casco sea muy limpio se recoge de su madre. Sin embargo, con culpar a la madre no se soluciona nada, y dado que los científicos todavía no han llegado al fondo del problema, no se puede conseguir una solución definitiva.

El proceso de estiramiento es variable a lo largo de la vida del pelo.

Por otra parte, lo anterior se refería a la sencillez común de los hombres, pero hay otros tipos de simplicidad. Por ejemplo, la cicatriz posterior a una herida o intervención quirúrgica produce una pérdida permanente de sus folículos. Enfermedades como infecciones cutáneas por hongos o bacterias, tuberculosis o cánceres de piel pueden producir cicatrices con pérdida de pelo. La dolencia llamada trikotilomanía está directamente relacionada con la calvicie, ya que el síntoma principal es que el enfermo saca sus pelos de raíz. En este caso, una vez curado, el cabello se recupera. Lo mismo ocurre con las calvicisitudes tóxicas y hormonales; por ejemplo, tras el parto cae el pelo temporalmente.

Perdido en el laberinto de curas

Donde hay cicatrices no crece pelo.

Los orígenes son muy variados, por lo que es casi imposible encontrar una remediación adecuada para todos. Sin embargo, los ensayos han sido constantes a lo largo de la historia. El primer texto médico conocido es un papiro egipcio precristiano en el que aparece un remedio que mezclaba hierro, plomo, cebolla, miel y alabastro para evitar la pérdida de pelo. Mil años después, Hipócrates recomendaba un revuelto con paloma entre sus ingredientes

¡Ella explicó las normas de la ética médica!

A pesar de que han pasado siglos desde entonces, la situación no ha mejorado demasiado: hasta hace poco había muchos remedios para frotar y negar que causaban más daños que beneficios.

En la actualidad se comercializan medicamentos autorizados por la inspección sanitaria. Los últimos son Propecia píldora y Rogaine rechazada, pero no aseguran el éxito absoluto. Por ello, se han introducido otras vías como terapias láser y trasplantes que no han dado resultados satisfactorios. La verdad es que desde la época en la que el cuero cabelludo adquiría la forma de cabeza de muñecos introduciendo los pelos en grupos, se ha avanzado mucho en los trasplantes, pero es una solución dura y cara. ¿Será la terapia génica la última palabra? Para saberlo hay que esperar un poco de tiempo. Mientras tanto, ¡que no se caiga más pelo!

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