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Paradoja de los antibióticos

1999/11/01 Arrese, Elixabete | Basaras, Miren - Mikrobiologiako Irakasle Titularra Iturria: Elhuyar aldizkaria

Los antibióticos nacieron en la década de 1940 y desde entonces han sido elogiados por su maravillosa capacidad. Y es que son capaces de destruir las bacterias sin influir demasiado negativamente en las células del huésped. Desde entonces, las bacterias también han aprendido y han desarrollado resistencia a muchos antibióticos. En consecuencia, su control es ahora más complicado. Debido a este aumento de la resistencia, la mortalidad por enfermedades contagiosas como la tuberculosis ha aumentado en los territorios industrializados.

La pérdida de sensibilidad a los antibióticos y, por tanto, la aparición de resistencia se debe a dos motivos. Por un lado, la aparición de genes de resistencia y, por otro, la extensión del uso de antibióticos. Los antibióticos, en resumidas palabras, inhiben o frenan la educación de las bacterias, penetran en ellas y cortan el proceso de formación de nuevas bacterias.

Genes de resistencia

El mecanismo más importante para generar resistencias a los antibióticos es la aparición de genes de resistencia. Los genes de resistencia producen proteínas que protegen a las bacterias de la acción del fármaco. ¿Cómo actúan estos genes? Estas proteínas o moléculas son capaces de degradar o transformar el fármaco, convirtiéndolo en inactivo. A veces se elimina la entrada de antibiótico o, lo que es más común, se sintetizan las bombas de eliminación del antibiótico antes de que el antibiótico realice su acción.

¿Cómo obtienen las bacterias estos genes de resistencia? La verdad es que pueden conseguirlos de varias maneras. En ocasiones, las bacterias toman estos genes directamente de sus precursores. En otros casos, las mutaciones genéticas (muy comunes en el mundo bacteriano) serán aquellas que producen el gen resistente o son capaces de mejorar lo que ya existe.

¿Dónde se ubican estos genes? Es muy común que estos genes de resistencia se depositen en los plasmidos, es decir, en los anillos pequeños del ADN. La segunda opción es integrarse en el cromosoma de bacterias. De esta manera, el gen resistente se transportaría de generación en generación. Por otro lado, la bacteria, mediante su aporte de plasmido, puede transferir sus características resistentes. Este proceso se denomina técnicamente conjugación. Cuando la bacteria muere, sus componentes se dispersan al medio, de forma que otra bacteria puede hacerse cargo del gen que se ha liberado. Este proceso se denomina transformación. Por otro lado, los virus también son capaces de expulsar el gen de una bacteria para aplicarlo en otra. Este último proceso lo denominamos transducción.

Uso de antibióticos

El mal uso de los antibióticos es la segunda causa de aumento de la resistencia a los medicamentos. La difusión (y el abuso) de antibióticos ha aumentado en los últimos años y en la actualidad, en muchos casos, los usos de antibióticos no son del todo médicos. En la agricultura, por ejemplo, los antibióticos se utilizan como aerosoles para controlar o prevenir las infecciones bacterianas de los árboles. En el momento de su administración, una alta dosis de antibióticos puede matar a todas las bacterias, pero al mismo tiempo el residuo de antibióticos puede estimular el crecimiento de bacterias resistentes. Estos aerosoles pueden llegar a las plantas comestibles y alcanzar el último nivel de la cadena trófica, es decir, penetrar en el interior del ser humano y colonizar su tracto digestivo.

El uso de antibióticos también es notable en ganadería. Como hemos podido leer en los últimos días en los periódicos, en la carne de cerdo consumida se han detectado antibióticos. Estos medicamentos son utilizados en pequeñas cantidades y durante mucho tiempo (semanas o meses) para evitar infecciones y acelerar el crecimiento del ganado. Pero ese es el mejor camino para que en el cuerpo de estos animales se formen bacterias resistentes y luego pasen al hombre que come su carne.

Por otro lado, en nuestra sociedad muchas veces los pacientes no terminan el tratamiento del antibiótico y conservan el medicamento sobrante para automedicarse en el futuro o entregárselo a sus familiares. En estos casos, las dosis de fármaco utilizadas habitualmente son inferiores a las necesarias. Esta dosis inadecuada no es capaz de eliminar totalmente la causa de la infección y permitirá el crecimiento de cepas más resistentes.

Sin duda, cuando el antibiótico llega a un grupo de bacterias, es capaz de destruir aquellas que son muy sensibles. Pero las bacterias que eran resistentes desde el principio o que posteriormente han sido capaces de desarrollar la resistencia (por mutación o intercambio genético) pueden mantenerse vivas. Por lo tanto, el proceso de selección es muy limpio y si se coloca un grupo de bacterias frente al antibiótico, las más resistentes serán capaces de descartar las otras.

Soluciones

Todos estos problemas hacen necesario idear soluciones para el control de resistencias. En primer lugar, se debe prestar ayuda a los ganaderos y agricultores para encontrar alternativas baratas y útiles, tanto para estimular el crecimiento ganadero como para la protección de los frutos. Por ejemplo, las frutas y verduras crudas pueden limpiarse para eliminar restos de antibióticos y eliminar bacterias resistentes.

Por otro lado, los pacientes deberían recibir adecuadamente el tratamiento (para garantizar la destrucción de todas las bacterias patógenas o nocivas). Asimismo, en caso de infecciones por escalofríos u otros virus, no deberían tomar antibióticos porque los antibióticos no actúan contra los virus. Cuando hay pequeñas heridas se pueden utilizar antibióticos tópicos, pero para utilizar crema de manos sería conveniente que éstos no fueran agentes antibacterianos (actualmente muy comunes en estas cremas).

Por parte de los médicos deberían tomarse medidas para reducir las resistencias debidas al uso de antibióticos. En la medida de lo posible se debería identificar el patógeno o bacteria tractora antes de iniciar el tratamiento, de forma que se pueda elaborar un medicamento específico. Los médicos deberían proporcionar suficiente cantidad de antibióticos para eliminar completamente la infección, pero sin matar otras bacterias auxiliares que se encuentran dentro del cuerpo humano.

Los laboratorios farmacéuticos están lanzando nuevos medicamentos para solucionar este grave problema. Pero el desarrollo de estos medicamentos va muy lentamente.

La solución al problema de la resistencia radica, por tanto, en el buen uso de los antibióticos, para que sean capaces de destruir las bacterias sensibles. Este grave problema se ha extendido en la actualidad a los medicamentos utilizados para el tratamiento de virus, hongos y parásitos (por ejemplo, la resistencia del virus de la inmunodeficiencia humana frente al TR).

Hace dos años, en un libro publicado (The Plague Tales) apareció un gran azaro: XIV. una enfermedad del siglo XXI llamada peste negra. ¿Qué ocurriría cuando en el siglo XX los antibióticos han perdido toda su eficacia? ¡Quién sabe! (Afortunadamente, el libro era de ciencia ficción).

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