Gonzalo Martín Guzman, 40 años inmerso en el mundo de los polímeros
1989/12/01 Irazabalbeitia, Inaki - kimikaria eta zientzia-dibulgatzaileaElhuyar Fundazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria
Conocí a Gonzalo Martín Guzmán en el año 1975, cuando, siendo joven, comencé a estudiar en la Facultad de Química de San Sebastián, recién nacida con la intención de licenciarse en Química. Era comisario decano de la facultad y profesor simultáneamente de Química General.
Era una persona destacada, de las que no genera inferencia. Puedes estar a su favor o en contra. Es un hombre capaz de crear el mayor odio y el más ferviente achicarrado.
Para sacar adelante la Facultad de Químicas de San Sebastián se necesitaba una persona como ella y ella ha utilizado todas las fuerzas para hacerlo. Si en la actualidad la Facultad de Química de San Sebastián es una realidad próspera y plural, ha sido la “culpa” de este simpático y eficaz hombre, y por eso Euskal Herria y la cultura vasca tienen una gran deuda con ella.
Con la excusa de haber sido nombrado profesor Emérito, nos hemos acercado a él para conocer su vida.
Elhuyar: Usted nació en Madrid en 1924 y cursó allí sus estudios. ¿Qué recuerda de aquella época?
Gonzalo Martín Guzmán: Terminé el bachillerato en el instituto Cisneros después de la guerra civil y luego empecé a licenciarme en la Facultad de Químicas de la Ciudad Universitaria. Al mismo tiempo fui profesor de la academia Marin Amat. Allí preparé yo la entrada a la universidad y como tuve el Premio Especial, el director me propuso ser profesor. En aquella época era de gran prestigio la academia Marin Amat. Terminé mi licenciatura en 1946.
E.- ¿Qué especialidades había en aquella época?
PS- Entonces las especialidades eran clásicas: orgánica, analítica e inorgánica. No había bioquímica. Nosotros en la licenciatura no estudiamos bioquímica. La Facultad de Químicas de Madrid tenía un gran prestigio y había buenos profesores, pero su currículo era muy clásico.
Yo me dirigieron hacia la química orgánica. El catedrático de química orgánica de entonces me puso a trabajar en una complicada síntesis de compuestos heterocíclicos. Pero en verano, trabajando solo en el laboratorio, se produjo una gran explosión y sufrí un gran shock. Por lo tanto, solicito un cambio en el tema de investigación. Entonces, la sección de plásticos del patronato Juan de la Cierva era de abrir y pasé allí. Hice una tesis sobre siliconas, la primera realizada en España. Terminé la tesis en 1950 y pasé a ser colaborador del instituto, concretamente en el departamento de Plásticos y Cauchos.
E.- Siguió a Birmingham.
GMG.- Gracias a una beca concedida por el patronato Juan de la Cierva me fui a Inglaterra, concretamente al departamento de Química Física de la universidad de Birmingham. Dirigido por Sir Harry Melville, era un laboratorio de primer nivel en el campo de los plásticos. Tenía una infraestructura enorme. Además de contar con muchos investigadores y grandes profesores, disponía de una infraestructura de laboratorio y servicio óptima. No lo he visto en ningún otro lugar: talleres mecánicos de precisión, talleres mecánicos de precisión media, talleres de electrónica, madera y vidrio. Con la ayuda de estos talleres, la sección de química física de polímeros diseñó y construyó un espectrómetro de dispersión lumínica (light scattering). Este espectrómetro fue producido comercialmente por una casa inglesa y utilizado durante varios años como modelo estándar en la investigación de soluciones poliméricas.
Su sistema era muy adecuado. Trabajadores especializados y artesanos no abandonaban la universidad porque pagaban bien. Surgía la tradición. Por lo tanto, se creaban generaciones de trabajadores, electricistas y mecánicos con conocimientos de instrumentación científica, y si usted les daba una idea, podían entenderlos y fabricarlos.
E.- ¿Cuál es el tema de su tesis en Birmingham?
GMG.- Estudié el ramificación de las macromoléculas mediante radioisótopos. En este trabajo se obtuvieron por primera vez constantes cinéticas de las transferencias de cadenas de radicales polimerizantes. Se obtuvieron valores cuantitativos de las constantes de velocidad. El trabajo fue muy importante.
E.- En 1954 regresó a Madrid y acudió al patronato Juan de la Cierva. Tuvo problemas.
GMG.- Tuve muchos problemas porque la época era adecuada. En aquella época, el control de los centros del patronato lo tenían personas poco o más vinculadas al régimen. La fuente de los problemas era mi actitud hacia la investigación. Yo quería hacer una investigación y no quería otro trabajo. Sin embargo, el objetivo del patronato era apoyar a la industria, pero al igual que hoy, la industria no sabía qué quería y el trabajo se limitaba a las sesiones de control y ensayo. Yo no quería eso. Así que yo impulsé que parte del patronato se dedicara a la investigación sobre polímeros. Yo solo en esa lucha y de ahí surgían los problemas. Trabajé siempre solo y nunca tuve presupuesto. En escalafón fui bastante arriba, pero siempre tenía problemas.
E.- ¿Cuál fue su línea de investigación concreta en aquella época?
GMG.- Trabajamos muchas cosas. Trabajamos en la cinética de la polimerización, sobre todo en monómeros vinílicos y acrílicos. Se desarrollaron nuevas y muy concretas técnicas para medir el peso molecular de los polímeros. La gente cree que los pesos moleculares no tienen importancia, pero el peso molecular de los polímeros superiores es muy serio y delicado. En el patronato diseñamos un osmómetro para medir pesos moleculares. También hablamos de polimerización iónica, un tema muy de moda en aquella época.
E.- A continuación fuiste a EEUU. ¿Qué le decimos de aquella experiencia?
GMG.- A través de la Fundación Fullbright me dieron un visiting professorship. En 1962 trabajé en investigación y a la vez en docencia en la Universidad Nôtre-Dame (Indiana). Estudié cómo asociar los carbohidratos a los polímeros sintéticos. En EEUU era entonces un tema de moda. De hecho, existía una gran cantidad de residuos agrícolas y se estaba estudiando su aprovechamiento.
Después fui a Philadelphia al profesor Price, invitado por él. Price fue uno de los pioneros en el mundo de los polímeros en EEUU. Trabajé con un grupo de bioquímicos macromoleculares en Philadelphia, que necesitaban la visión de un químico macromolecular para afrontar los problemas que tenían. Los laboratorios eran estudios del cáncer generado en los animales. Investigábamos qué pasaba en los ácidos nucleicos cancerígenos. Cuando volví a España en 1964 quiso seguir en eso, pero fue imposible por las condiciones laborales que había en el Instituto de Plásticos.
E.- Vine de América y volvió al Instituto de Plástico y Caucho, el antiguo Patronato Juan de la Cierva, pero pronto fue a Barcelona catedrático de termodinámica...
GMG.- Viniendo de EEUU seguí trabajando en Madrid como antes. A finales de 1967 me sentía muy incómodo. Llevaba veinte años en el instituto y seguía luchando. El director del instituto se retiró y se sustituyó por un amigo suyo. Vi que no tenía ningún inmigrante y que la situación podía empeorar. Entonces aparecieron las oposiciones de catedrático para las Escuelas de Ingenieros. Lo presenté y conseguí plaza.
Cuando fui a Barcelona, en las escuelas de ingenieros no se hacía investigación. Por lo tanto, mi idea era dar clases en la escuela y estudiar en la rama de Barcelona del instituto. No me dejaron y lo pasé muy mal, quiero decir económicamente grave. Y es que entonces los catedráticos de las escuelas de ingenieros no tenían dedicación exclusiva (porque la mayoría tenían otro trabajo fuera de la escuela en algún estudio) y mi salario era muy escaso. Menos mal que cambié la ley y conseguí dedicación exclusiva.
Estuve en la escuela de Terrassa con una idea fija. Los ingenieros no son normalmente investigadores, son profesionales, y mi objetivo era demostrar que los ingenieros también pueden realizar una investigación básica y abundante. Durante los años que hice en Terrassa y en las escuelas de ingenieros de Barcelona, puse a muchos ingenieros en el camino de la investigación. Fue entonces cuando empezaron los primeros doctores verdaderos, los de la tesis, y no los doctores que hasta entonces habían obtenido prestigio profesional. No ha sido tarea fácil cambiar la mentalidad de los ingenieros... Un año dije la Conferencia de Introducción para el nuevo curso en Barcelona y me comenté que los ingenieros tienen que hacer investigación y surgió un escándalo.
E.- Donostia después...
GMG.- Sí, en 1975 surgió el proyecto de la Facultad de Petroquímica de San Sebastián y me propusieron ser decano comisario de la nueva facultad. Yo me encantó la idea. Por un lado, mi mujer Arantxa es donostiarra y por otro, mi destino ha sido afrontar nuevos retos. Y esto era un verdadero reto. En el Estado no había facultades similares. Había que empezar por cero. Cuando vine a San Sebastián, dos de los impulsores más entusiastas de la nueva facultad, Juan María Araluze, presidente de la Diputación, y Felipe Lucena, Director General de la Universidad, murieron. Todo me resultó muy duro, pero por fin lo conseguimos y viendo el fruto de 14 años después estoy muy contento.
En aquella época dependíamos de la universidad de Valladolid y estábamos lejos y como éramos pequeños no nos hacían caso. Posteriormente se creó la Universidad del País Vasco, en tres campus. Me nombraron vicerrector y Martín Mateo lo abandonó. La época fue muy turbulenta. Tuvimos todo tipo de problemas. Vivíamos en la miseria económica. Imagínate que ahora la universidad tiene un presupuesto de 13 mil millones y entonces sólo 200 millones.
E.- Volviendo a la investigación y a la creación de la Facultad de Química de San Sebastián, creo que tu trabajo fue enorme. Creo que en gran medida te debemos a ti ser el centro más fructífero desde el punto de vista de la investigación de la Universidad del País Vasco en diez años desde cero.
GMG.- Agradezco sinceramente lo que has dicho. Yo he puesto todo lo que he hecho el esfuerzo y además siempre que ha sido necesario he cerrado los ojos y he ido hacia delante. Vine a estudiar y lo hicimos desde el primer día. En 1979 fueron leídas las primeras tesis por los doctores Iruin y Zamora. En 1976 vino Ramón Mestres como catedrático de química orgánica e impulsó la investigación. Era entonces un profesor muy joven. Mestres y yo éramos los únicos veteranos.
El espíritu de las universidades medievales, la pequeña comunidad de maestros y discípulos, fue una realidad durante años. Se percibía en todo lo que hacíamos: en la coherencia de los alumnos, en la colaboración, en la alegría de las fiestas que hacíamos. Algo muy bonito, aunque sea muy pobre.
E.- Dejaré en este punto las preguntas que yo pensaba hacer. ¿Quieres añadir algo?
GMG.- Sí, la verdad. Desde el principio he visto una evolución muy compleja; instituciones muy diferentes, 8 años en las escuelas de ingenieros, 15 facultades, 20 años en un centro de investigación. Además he trabajado en la administración profesional: Fui decano de la Asociación de Químicos de Madrid y presidente de la Asociación Nacional de Químicos de Madrid. He conocido el problema de la ciencia desde muchos aspectos en los últimos 40 años.
Se ha avanzado en estos años, pero el avance se ha producido en noviembre y no se ha conducido. Hay que tener cuidado. Para ello, los políticos deben entender qué es ciencia y tecnología. El progreso no se basa únicamente en la tecnología. Si no hacemos una ciencia que nunca podrá difundirse, esa ciencia nos vendrá de fuera y además tendremos que comprar tecnologías. En la actualidad, la tecnología más avanzada está basada en la ciencia de alta calidad. Por tanto, la universidad debe ser considerada como una institución que puede entrar en el mundo de las tecnologías. Y para ello hay que dotarle de infraestructuras y posibilidades.
No hay infraestructura ni servicio para realizar la investigación. Por ejemplo, podemos conseguir una suma de dinero para comprar equipamiento de alta calidad, pero no hay personal especializado que manipule el equipo. La tecnología actual es compleja y no se puede pensar que el investigador tenga un profundo conocimiento de todas las herramientas que necesita. Yo lo llamo infraestructura de mantenimiento y servicios. Se requiere personal especializado. Ahora no tengo nada que aprender el manejo de la máquina de rayos X y mañana de la dispersión de luz láser.
Aquí tenemos 14 años. En el departamento no tenemos secretarios, no hay talleres de vidrio, ni mecánicos, ni electrónicos... Mientras esto no esté, los investigadores universitarios no podrán dar todo lo que tengan dentro.
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Gonzalo Martín Guzmán nos contó más cosas. No podemos transcribir todos aquí. Martin Guzmán es un personaje difícil, discutible, con el que muchas veces no coincidiremos, pero que uno de los impulsores de la investigación que ahora se realiza en nuestro País ha sido el mismo. Estas líneas sirvan para agradecer lo que este gran investigador ha hecho por Euskal Herria.
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