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La revolución copernicana

1989/09/01 Bandres Unanue, Luis Iturria: Elhuyar aldizkaria

La tradición cosmológico-astromónica procedente de Grecia a través de los árabes hasta el oeste de Europa se basaba principalmente en dos nombres. Por un lado, Aristóteles, el último gran cosmólogo clásico y filósofo que tuvo una influencia más amplia y profunda en el pensamiento de la Edad Media, y en cierta medida del Renacimiento. Su importancia queda reflejada en la labor de todos los futuros científicos y filósofos por la construcción completa y sistemática de la sabiduría de su tiempo y por la unidad básica entre el hombre y el universo.

El mundo según Aristóteles (O. Finé, Theórique des ciels, 1528).

Por otra parte, y separado de Aristóteles por un período de cinco siglos, tenemos el nombre de Ptolomeo, que sin labios es la cumbre de la astronomía clásica. Ptolomeo, que aceptaba la física aristotélica, se ocupaba de la estructura matemática de los problemas astronómicos (excluyendo los aspectos mecánicos, es decir, los físicos). En las obras de Ptolomeo no se hace referencia a la causa del movimiento de los cuerpos de la masa ni a la naturaleza del universo o a las leyes que rigen sus partes. Por tanto, el objetivo de Ptolomeo era expresar y predecir los movimientos de los cuerpos de amasar mediante combinaciones de ciertos movimientos circulares y uniformes.

Por supuesto, la teoría ptolomeana también tuvo sus enemigos en el mundo clásico y utilizó sus herramientas (epiciclos y excéntricos a. C.). III y II. Los instrumentos geométricos creados por Apolonio e Hiparkus durante siglos, y el ecuante, ideado por el propio Ptolomeo, chocaban con la otra vía geométrica muy extendida en aquella época, la de las esferas homocéntricas. Sin embargo, finalmente, la astronomía ptolomeana se sitúa por encima de todas las demás y se sitúa en el XVI. Permaneció firme hasta el siglo XIX.

Por lo tanto, al amanecer de la revolución renacentista, como sistema de referencia de la sabiduría en esta materia, contaban con la cosmología de Aristóteles, especialmente indicada en sus obras “Física” y “De coelo”, y con la astronomía de Ptolomeo, recogida en su “Almagesto”.

Pero estas fuentes no estaban al mismo nivel. A pesar de ser ambos puntos de referencia, la astronomía ptolomeana no conoció cambios sustanciales, es decir, su esquema conceptual no se cuestionaba. De la cosmología aristotélica no se puede decir lo mismo. Tras Ptolomeo y hasta la llegada de Copérnico no apareció ningún otro tratado astronómico importante.

Así pues, mientras la obra de Ptolomeo llegó a manos de los astrónomos del Renacimiento en su totalidad y con toda autoridad, la cosmología de Aristóteles llegó a discutirse de alguna manera. En este debate se incluía, sobre todo, la teoría de sus elementos, los fundamentos cualitativos de su física, las ideas sobre sus movimientos y la distinción entre su mundo de la crianza y el mundo de la fuente.

El universo de Ptolomeo (h. Finé, Théorique des ciels, 1528).

Aunque antes de la ciencia moderna se remarca la relación existente entre astronomía y cosmología, este segundo campo era más apropiado para desarrollar la responsabilidad filosófica que el otro. La construcción de un sistema que refleje en su totalidad los elementos que lo componen y sus interrelaciones, constituyó una competencia de gran contribución a la inteligencia humana. En esta época, y teniendo en cuenta el nivel de pensamiento científico, hay que considerar como fundamental la influencia de los modelos cosmológicos que algunos pensadores elaboraron. En este sentido debemos tener en cuenta la importancia que ha tenido el trabajo de Niquola de Cusa para el desarrollo de la astronomía.

La Nikola cardenal de Cusa (1401-1464) era de corriente neoplatónica y neopitagórica vigente en la época renacentista. El Universo no tiene límites. Entre otras cosas, las fronteras irían en contra del poder de todo Dios. Este juicio rompe la jerarquización cósmica. Por lo tanto, según esto “el centro está en todas partes y el círculo en ningún sitio”. El razonamiento del cusano era místico y su pensamiento se encuentra especialmente en la obra “De docta ignorantia”. Para él las apariencias que no implican la infinitud de Dios ni los conocimientos establecidos académicamente no tienen ninguna importancia. Y aunque esto no tiene el espíritu de la cientificidad, su importancia es innegable, puesto que ponía patas arriba a la cosmología aristoteliar-ptolomeana aprobada en aquella época.

Un universo sin fronteras no tiene centro, puede ser cualquier centro con los mismos derechos. Por tanto, el superior o el inferior, la derecha y la izquierda, fundamentales en la física aristotélica, pierden por completo su significado las ideas de atrás y de adelante. La Tierra no debe estar en la parte inferior de los astros, ya que todos los cuerpos que hay en el Cosmos son del mismo nivel. La diferenciación entre un mundo de amasamiento impugnable y perfecto y el mundo terrenal desaparece. La revolución que podía suponer la reflexión del cusano era tan grande que, a excepción del Leonardo de Vinci, sólo logró el rechazo de sus contemporáneos.

Copérnico

Aunque muchas veces se ha hablado de la “teoría astronómica” de Ptolomeo, como si Ptolomeo hubiera hecho un sistema completo de representación de los movimientos de los cuerpos de amasado, en realidad no ocurrió, es decir, no existe ninguna teoría sistemática completa de Ptolomeo. Esto hizo que se utilizara una herramienta matemática para expresar de alguna manera el movimiento de cada cuerpo de amasado, pero que a menudo debía ser diferente en uno u otro cuerpo para coincidir con los datos.

Por ello, en algunos casos la resolución que encontraba ante un problema era contraria a la que debía adoptar en el otro. Según el trabajo de Ptolomeo y la escuela que viene de él, el objetivo era simplemente “sacar los fenómenos adelante”, es decir, que las posiciones de los cuerpos de amasado que se veían pudieran esperarse a través de la teoría construida, aunque ésta no fuera coherente ni fundada en ningún fundamento.

Copérnico, copia de un autorretrato.

Los cortes que Ptolomeo tuvo que hacer nunca estaban en contra del principio básico de Platón aprobado por Aristóteles en su física. Según este principio, aunque el movimiento de los cuerpos de amasado parezca complicado, finalmente se indicaban mediante combinaciones de movimientos circulares uniformes. A pesar de que Ptolomeo, en su tercer libro de Almagesto, manifestó la aceptación de este principio, cuando tenía que desarrollar con precisión las trayectorias de los planetas, la uniformidad de los movimientos no sería más que aparente, y los centros de los excéntricos los adaptaría como quería. Además inventó el otro instrumento compensatorio cuando necesitaba, los ecuantes. Para justificar de alguna manera esta falta de uniformidad y de sistemática nos dirá: “el astrónomo tiene que intentar ... que sus hipótesis ... y los movimientos de los cuerpos de amasado coincidan… pero si no lo consigue aceptará las hipótesis necesarias”.

Todo ello, por un lado, y por otro, la inadecuación de los instrumentos que había que aprobar para expresar discrepancias entre la teoría y las observaciones, o la falta de destreza de los astrónomos, había que concluir que nunca se cuestionaba la propia teoría. Los astrónomos del Renacimiento tenían esta competencia delante. Fue aceptado por Copérnico y la respuesta era “De revolutionibus orbium coelestium”.

El matemático y astrónomo polaco Mikolaj Kopernik (1473-1543) latió su nombre en forma de “Copernicus”. A lo largo de su vida hizo muy pocas observaciones, un máximo de cien, y no todas las utilizó para hacer su “De revolutionibus”. Su obra es una obra puramente matemática. Después de estudiar en la facultad de literatura de la Universidad de Cracovia, Kopernik fue a Bolonia a estudiar las leyes. Pero tanto en uno como en otro se puso en contacto con los astrónomos locales.

Las líneas maestras de su sistema astronómico parecen provenir mucho antes de escribir “De revolutionibus”, veinticinco años antes. Tras su regreso de Italia, donde estuvo entre 1500 y 1504, Copérnic escribió y difundió un folleto que se conoce como “Commentariolus”. Este libro recoge un esquema breve y claro de los principios de su sistema. Tras una crítica a las teorías de su tiempo, tomando como punto de partida la inlogicidad del sistema de Ptolomeo y para eliminarlo, puso siete bases:

  1. No todas las esferas o círculos de amasado tienen un único centro.
  2. El centro de la Tierra no es del Universo, sino de la órbita de la gravedad y la luna.
  3. Todas las esferas giran alrededor del Sol, éste es su centro y, por tanto, el Sol es el centro del Universo.
  4. La relación entre la distancia de la Tierra al Sol y la distancia de la Tierra al límite del universo es muy pequeña. Por ello, el primero no se nota frente a la altura del amasado.
  5. El movimiento que nos indica el amasado no proviene de él, sino del movimiento de la Tierra. La Tierra, junto con los elementos que la rodean, realiza cada día una completa vuelta a sí misma, mientras tanto el amasado y el cielo superior permanecen inmóviles.
  6. Las que vemos como movimiento del Sol son sólo apariencias y corresponden, como cualquier otro planeta alrededor de la Tierra y del Sol, a los movimientos de nuestra esfera que gira. La tierra, por tanto, tiene más de un movimiento.
  7. El movimiento directo y retrógrado de los planetas son sólo aparentes; las consecuencias del movimiento de traslación de la Tierra. Por tanto, el movimiento de la Tierra es suficiente para expresar las aparentes diferencias de los cielos.

Una vez fijadas estas bases, trataré de demostrar brevemente cómo se puede salvar sistemáticamente la uniformidad de los movimientos. Sin embargo, en este trabajo no he puesto demostraciones matemáticas y las he reservado para mi trabajo principal.”

Por lo tanto, Kopernik nos anuncia a través de estas líneas su obra principal, “De revolutionibus”. En este trabajo, titulado “Commentariolus”, sólo nos dará la expresión cualitativa de su sistema heliocéntrico. Según esto, 34 círculos son suficientes para explicar los movimientos de todos y cada uno de los planetas.

El universo de Copérnic (De revolutionibus).

La luz y leyenda que “De revolutionibus orbium coelestium” vio pocos días antes de la muerte de su autor (24 de mayo de 1543), dice que la primera impresa fue adquirida en su cama por Copérnico. Para escribir este libro Kopernik tomó como patrón y guía a “Almagesto”. Ambos son libros matemáticos dirigidos a astrónomos de su época, es decir, a personas con una sólida base previa. En el libro “De revolutionibus” no encontramos el esquema cualitativo sino el cuantitativo.

Copérnico no ha sido el primero que permitió a lo largo de la historia el movimiento o movimiento de la Tierra. Él lo sabía. Pero su mayor resultado ha sido: Las conclusiones astronómicas derivadas del movimiento de la Tierra expusieron de forma matemática concreta la de ser la primera, es decir, la de haber construido un sistema matemático completo y coherente para expresar los movimientos de los cuerpos de amasado, una vez asumido que la Tierra tiene movimiento como hipótesis. Tenemos que decir que este libro es realmente difícil de leer, absolutamente matemático, y no tiene casi ninguna consecuencia física.

Si dejamos a un lado el movimiento de la Tierra, consecuencias que luego se han conocido como fruto de la revolución copernicana (desaparición de esferas de vidrio, expansión del universo hasta el infinito, eliminación de epiciclos y excéntricos, consideración del Sol como cualquier otra estrella, etc.) no se mencionan en “De revolutionibus”. Por lo tanto, esa revolución no se realiza a través de este libro, sino que se inicia. La idea de explosión es el movimiento de la Tierra, pero la estructura matemática del libro abrió una nueva era al mundo de la astronomía y a la historia del pensamiento. La astronomía se había lanzado de una manera nueva y el sistema antiguo quedó superado y arruinado para siempre.

El sistema matemático construido por Copérnic era al menos tan preciso como el de Ptolomeo, pero en realidad no mucho más preciso. Por ello, el camino se abrió poco a poco. Fue aprobada por unos pocos matemáticos: John Field, John Dee, Frisius, etc. Pero Copérnik demostró que ver el mundo con otra luz. De este modo, la Tierra descendió de ser el centro del universo a cualquier otro planeta y este cambio se opuso a ciertas convicciones de la época. Por lo tanto, que las nuevas teorías sean enemigas es algo normal. Por otro lado, se oponía al sistema científico “oficial”.

Por ello, los responsables del bienestar espiritual e intelectual de Europa no aceptaron este peligroso sistema. Por eso, cuando varios años después Galileo acudió a Roma para expresar con alegría su teoría, tuvo una colisión terrible y fue derribada. De paso, la Iglesia, tras definir la teoría de Copérnico como “falsa y totalmente contraria a la Sagrada Escritura”, condenó su obra.

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