Sobre la digitalización
2022/06/01 Olatz Arbelaitz Gallego - UEUko Informatika saileko kidea eta EHUko irakasle eta ikertzailea | Martinez Peña, Iñigo - Filosofoa eta Batxilergoko irakaslea
La digitalización está revolucionando la sociedad. Rápido. Estamos hiperconectados, lo que nos está afectando a todos los ámbitos: nos está cambiando el estilo de vida, la forma de concebir el bienestar, el desarrollo económico… Y se han creado nuevos modelos de poder a partir de datos obtenidos de la digitalización y la inteligencia artificial.
Una sociedad que ensalza la novedad. ¿Pero sabemos adónde nos lleva la digitalización? Es un tema que merece una reflexión profunda. Porque hay muchas preocupaciones en boca de todos: privacidad, control, brecha digital, sobreinformación, seguridad, exclusiones…
¿Qué oportunidades y riesgos se concentran en el acceso globalizado a las tecnologías digitales? ¿Qué limitaciones éticas y democráticas queremos poner a la digitalización? Para el debate hemos traído la opinión de dos expertos:
“Digitalización: El descubrimiento y el reverso”
Olatz Arbelaitz Gallego
Informático e Investigador en Inteligencia Artificial
La digitalización nos ha entrado en casa, en el trabajo, en la educación y en el ocio, y nos hemos convertido en una sociedad digital. Las innovaciones digitales permiten crear entornos más saludables en el campo de la salud, optimizar la detección, diagnóstico y tratamiento de enfermedades y mejorar la eficacia y calidad del cuidado; pueden servir para crear infraestructuras para gestionar el impacto del cambio climático y la transición hacia una mayor sostenibilidad; la fabricación y la industria han cambiado drásticamente debido al uso intensivo de datos y las impresoras 3D; permiten mejorar los modelos de gobernanza, ayudando a los políticos a tomar mejores decisiones y a involucrar a los ciudadanos.
Nosotros mismos tenemos la información a nuestro alcance en todo momento para resolver dudas de cualquier ámbito o para encontrar el camino a seguir para llegar a un destino, nos comunicamos más fácilmente con los compañeros lejanos, podemos trabajar sin movernos de casa y se han multiplicado las posibilidades de socializar nuestras ideas. Pero esta moneda también tiene otras diferencias.
Brechas nuevas
A pesar de que Internet y la digitalización han pasado de ser una herramienta de lujo a ser una herramienta imprescindible, 3,6 mil millones de personas en el mundo aún no tienen conexión. Las desigualdades digitales reflejan la discriminación existente en la sociedad y, en consecuencia, son las niñas, las mujeres y los grupos marginados quienes menos oportunidades tienen de acceder a la tecnología.
Aunque la tecnología no sea justa, los más afectados son los mismos grupos personales. De hecho, nos hemos fijado en la capacidad transformadora de la tecnología, sin darse cuenta de que los sistemas creados pueden ser excluyentes. Hoy en día, en una parte significativa de la digitalización, en la inteligencia artificial, los algoritmos se entrenan con un propósito concreto y utilizando una gran cantidad de datos. Los datos son, en general, un reflejo de la sociedad, y si no los seleccionamos y analizamos cuidadosamente, los sistemas que se van a generar no serán neutros, van a suponer un riesgo de exclusión. Por ello, los sistemas de inteligencia artificial, a pesar de ser muy útiles como herramientas de apoyo, deberán ser utilizados con cautela, especialmente en aquellos ámbitos que afecten a las condiciones de vida de las personas. Para la consecución de una ciencia de datos responsable será imprescindible un trabajo interdisciplinar en el que la informática y los científicos de base colaboren con expertos en ciencias humanas y sociales.
Consumo energético y emergencia meteorológica
Según fuentes diversas, al utilizar Internet y la tecnología generamos una huella ecológica enorme. En palabras de Greenpeace, si la nube fuera un país, en 2011 sería el sexto país del mundo que más contaminaba. Este puerto ha sido sobrepasado y actualmente consume el 8% de la energía mundial.
Según el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), generamos también 50 millones de toneladas de basura tecnológica al año, que produce un alto nivel de consumo y produce efectos negativos sobre la salud y el medio ambiente. Y es que, aunque al trabajar desde casa evitamos la contaminación por desplazamiento, las aplicaciones con las que nos comunicamos contaminan mucho y las nuevas computadoras adquiridas aumentan la cantidad de basura tecnológica. Será necesario avanzar en tecnología y energía verde.
Más riesgos
Las nuevas formas de comunicación pueden, además, reducir nuestras capacidades sociales y eliminar la fuerza de la comunidad. Pueden hacer que la sociedad sea más pasiva y crear en los niños ansiedad, inseguridad y problemas emocionales. Por otra parte, la información centralizada da paso a los crímenes digitales y será necesario acordar y regular los derechos digitales.
Por lo tanto, la digitalización no es todo oro. Nos puede aportar muchos beneficios pero no será un reto si queremos evitar o minimizar los problemas que puede generar.
"La revolución tecnológica: ¿el único camino para imaginar el futuro?"
D. Iñigo Martínez Peña
Filósofo y profesor de Bachillerato
Lo más habitual era imaginar el futuro a través de las revoluciones políticas. Hoy en día, en lugar de hablar de las revoluciones políticas, hemos pasado a hablar de la revolución tecnológica, nuestros futuros imaginarios han tomado la forma de ciencia ficción, para bien y para mal. El optimismo tecnológico y el pesimismo conviven en nosotros, como la serie Black Mirror o las promesas funerarias de activistas de Silicon Valley. Y el paradigma de esta revolución es la “transformación digital”. Ése es el lema de todos los gobiernos, empresas e instituciones actuales, el mandato ineludible a seguir, el único camino para unirse al rumbo de la historia. La presión del lobby de la industria digital es terrible y quieren que la guía algorítmica de la vida se extienda a todos los ámbitos para exagerar su negocio. ¿Sólo hay una inclinación de la cabeza frente a este supuesto destino ineludible?
Guía algorítmica de la vida
La digitalización pretende, por tanto, establecer una completa guía algorítmica de la vida cotidiana. Pero detrás de esta tiranía digital, disfrazada de buenas intenciones para facilitar la vida, hay enormes intereses económicos privados. Dicen que los nuevos dispositivos digitales son indispensables para poder llevar nuestra vida, como los colchones conectados a nuestro smartphone, los cepillos de dientes, los inodoros, las básculas, los espejos o los trajes de baño. Ninguno de nuestros gestos puede escapar a la industria de la vida cotidiana, quiere convertir todos los movimientos en datos para explotarlos.
Por la mañana, por ejemplo, el smart colchón conectado al smartphone me va a decir qué tal he dormido y qué puedo dormir mejor; después de levantarme, mientras me cepillo los dientes, el smart cepillo de dientes me va a estudiar el estado del esmalte de mis dientes, y me va a proponer una nueva pasta dentaria que más me conviene… ¡ya no tenemos que decidir nada! ¿Dónde ha quedado la responsabilidad que suponen las decisiones? ¿A qué modelos de racionalidad nos sumamos?
El final de las decisiones y la tiranía digital
Hay muchos ejemplos preocupantes como el modelo algorítmico de enjuiciamiento en marcha en el ámbito de la justicia. Aunque parezca mentira, en Estados Unidos muchas decisiones judiciales se toman de forma digital robotizada. Un programa informático calcula las posibilidades que tiene el prisionero de repetir el delito y le obliga a liberarlo o a permanecer en prisión. Este proceso kafkiano se realiza sin juicios ni jueces, los algoritmos determinan. Pero, ¿dónde está el derecho a la defensa del preso? ¿Qué ha pasado con la posibilidad de hablar y reflexionar sobre uno mismo?
Riesgos ecológicos y nuevos retos
Aunque la lista de riesgos es extensa, muchas veces se descarta el análisis de los efectos ecológicos de la digitalización. No hay mucho interés en medir el coste energético de los almacenes de este Big Data, a pesar del creciente número de voces que últimamente están poniendo sobre la mesa esta preocupación. Javier Echeverria, por ejemplo, el envío de una fotografía a través de Instagram equivale a tener encendidas cuatro bombillas durante veinticuatro horas. Parece que van a una velocidad de calentamiento global y digitalización.
Por lo tanto, en los últimos años hemos estado fascinados por la digitalización, todo ha sido muy rápido y no hemos tenido mucho margen para pensar políticamente al respecto. Pero ya estamos sufriendo algunas consecuencias y necesitamos compartir una reflexión crítica sobre esta situación. Eric Sadine, por ejemplo, reivindica la renuncia a todos los dispositivos y sensores conectados y pide que no se compren. ¿Estamos dispuestos a escuchar? ¿O estamos atrapados por los dispositivos y no vemos nada más allá de las pantallas?
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