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Decrecimiento, amenaza o oportunidad

2022/03/01 Agirre Ruiz de Arkaute, Aitziber - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Cada vez son más los científicos que proponen la decrecimiento como solución a la emergencia ambiental global: rechazar el crecimiento económico ilimitado y cambiar los patrones de consumo y profesionales de esta sociedad. Dicen que puede mejorar la sostenibilidad y el bienestar humano si se toma una profunda reflexión. Abordamos el debate desde el punto de vista económico, antropológico y urbanístico.
Ed. Juan García Hinojosa/Shutterstock .com

Científicos de la Universidad de Colorado han propuesto recientemente empezar a preparar a la sociedad para la desactivación. Y es que las previsiones apuntan a que el crecimiento económico en los países ricos se ralentizará considerablemente: porque la población envejece, la economía productiva pasa de un sistema a un sistema de servicios, porque la deuda pública y privada es insostenible... Según los investigadores, nuestro tiempo, de crecimiento económico continuo, no ha sido más que una anomalía histórica. Empezando por la revolución industrial y dando su último aliento ante nuestros ojos. Se trata del crecimiento económico más violento de la historia humana.

Para salir del colapso ecológico que ha creado, no basta con la contribución de las tecnologías verdes. Se ha analizado el potencial de todas las tecnologías bajas en carbono, y la difusión más optimista de estas tecnologías no sería suficiente para dar respuesta a la demanda de energía proyectada para 2050. El decrecimiento es, por tanto, una solución que la sociedad puede elegir conscientemente.

D. Universidad de Houston Según Vollrath, economicista, los propios avances en bienestar humano han provocado la caída del crecimiento económico. De hecho, el avance de las mujeres en los derechos ha traído consigo una disminución de la natalidad y, por lo tanto, de la mano de obra; y el aumento de los bienes materiales ha provocado un cambio hacia la economía de servicios. Por lo tanto, si el decrecimiento es causado por los avances en el bienestar humano, ¿por qué entenderlo como una amenaza?

Los investigadores de Colorado creen que el problema o la oportunidad, la decrecimiento, traerá grandes retos económicos y sociales y que, de no prepararse, puede provocar consecuencias duras. Para empezar, en los países ricos, esta generación será la primera generación con menos riqueza que sus padres.

Hemos preguntado a la economista Amaia Pérez Orozco, a la antropóloga Xabi Odriozola Ezeitza y a la arquitecta Miren Vives Urbieta sobre las posibilidades y retos que puede suponer la decrecimiento.

Una vida insostenible

“Inevitablemente aprenderemos a vivir con menos. Reducción del uso de materia, reducción de la energía y generación de residuos. Habrá un desastre metabólico, sí o sí. No es algo que podamos elegir nosotros”, explica Amaia Pérez Orozco, economista del Colectivo XXK. “Lo que está en juego es cómo se va a hacer, si queremos organizarnos mejor y vivir mejor”.

Y es que creemos que tenemos una visión de la economía muy reducida e injusta. “Tenemos que ver que nuestra forma de vida actual tiene como objetivo acumular bienes, pero no bienestar. Y la acumulación exige que se quite a los demás necesariamente. Eliminar a los que están en el otro extremo del planeta, robar el bienestar a las generaciones venideras… Y también quitar el tiempo de vida a los demás, porque para seguir el ritmo que nos exige la vida laboral no podemos hacer trabajos de mantenimiento de los recursos propios de la vida. No podemos cuidar adecuadamente a los familiares y allegados. Estas tareas básicas deben ser realizadas por otra persona, consumiendo la vida de los demás. No es una forma de vida que se sostiene por sí misma”.

Según los estudios, las relaciones sociales, el sentimiento de pertenencia a movimientos sociales, el acceso a la educación elegida, etc. son más satisfechos que la acumulación de riqueza. ED. : Yana Demenko/Shutterstock .com.

“Necesitamos una nueva organización económica”, afirma Pérez. “La mitad del trabajo que se hace en la sociedad se hace fuera del mercado: por ejemplo, esas tareas. No podemos seguir menospreciando y ignorando todo este trabajo. Las obras de guarda requieren energía y tiempo. La nueva organización económica puede no pagar, pero debe abarcar todos los procesos necesarios para mantener la vida. Lo actual deshace la vida”.

El bienestar humano no tiene mucho que ver con la acumulación de riqueza. Diferentes estudios demuestran que las relaciones sociales, la educación, la satisfacción con la vida, el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, el compromiso con la sociedad... Es importante que la sociedad replantee qué es el bienestar humano, ya que con la desaceleración puede pasar que el trabajo remunerado no esté para todos. Reducir las horas de trabajo semanales y repartir el trabajo entre todos. Puede solicitar la reestructuración de nuestra vida.

Amaia Pérez Orozco. Economista. Colectivo XXK.

“Tendremos que reorganizar totalmente los trabajos”, cree Pérez. “Primero tenemos que pensar cuáles son necesarias. Pero no quién da la oportunidad de que crezca más producto interior bruto, sino que debemos aclarar cuáles son los trabajos necesarios para vivir bien como sociedad. La industria y la tecnología no lo solucionan todo. Quizás necesitaremos más trabajos del sistema sanitario, de atención a dependientes, de sostenibilidad del sector primario…”

“Y para mí hay otra cuestión clave en este debate: tenemos que pensar en nuevas formas de compensar los servicios sociales que recibimos los ciudadanos. ¿Por qué vinculamos los derechos sociales al trabajo remunerado y a la cotización a la Seguridad Social? Quizás el sistema sanitario y las pensiones deberían ser derechos universales. Es decir, diría que la forma de prepararnos para el decrecimiento es desmercantilizar la vida y colectivizar las estructuras que necesitamos para sustentar la vida”.

Reforma fiscal

“¿Cómo se puede mantener esto en moneda? Quizás deberíamos preguntarnos cómo hemos apoyado estos mercados hasta ahora, invisibilizando y marginando todas las tareas de vigilancia. Y la segunda pregunta es cómo queremos hacerlo a partir de ahora. Luego buscaremos la forma de sustentar todo ello en moneda. No puede ser la primera pregunta”, afirma Pérez.

“Además es económicamente viable. Pero para ello hay que quitar poder y recursos al poder corporativo. ¿Cómo? Con una profunda reforma fiscal. Hay que perseguir el fraude fiscal y los paraísos fiscales y cambiar la fiscalidad de las grandes empresas, que apenas pagan nada. Podemos subir los impuestos sobre sociedades, los impuestos sobre grandes sumas, los impuestos sobre el patrimonio, y establecer un impuesto real y progresivo sobre la renta para que los que tienen mucho paguen proporcionalmente… Conseguir dinero no es un problema real. El Gobierno Vasco ha reclamado a los fondos europeos la misma cantidad de dinero que supondría una presión fiscal que la media de la Unión Europea”.

“Pero la clave está en iniciar un proceso político. La sociedad debe reivindicarse. Porque si lo hacemos desde las creencias y la estructura actual, donde el poder y la decisión son las grandes empresas y corporaciones, porque no llegamos a ningún sitio. Tal y como está ahora, si pusiéramos en marcha una reforma fiscal de este tipo, algunas empresas decidirían marcharse. Pero esto es una lucha política en la que los ciudadanos tenemos que partir con presión política. Para mí la pregunta es la capacidad de presión colectiva. ¿Estamos preparados?”

Xabi Odriozola Ezeitza. Antropóloga. Asociación Ongiz.

El capitalismo está mutando

“Es tan insostenible la actual organización económica que el capitalismo ya ha empezado a mutar por sí mismo”, afirma Pérez. “Una de las mutaciones que veremos es un proceso de desglobalización. En Pandemia se ha demostrado que este mundo hiperconectado globalizado es también hiperfrágil. Las cadenas globales de suministro también han estado en peligro. Por tanto, se tenderá a realizar procesos más locales. Sistemas tan grandes y complejos se han ahogado en su grandeza. Eso sí, si no nos anticipamos y no ejercemos presión política, el capitalismo aprovechará su proceso de deshabituación”.

Dice que además de por el medio ambiente, los factores sociales y económicos, también por la soberanía y la democracia se necesita decrecimiento: “Cuando los circuitos financieros son demasiado grandes, no puedes ni entenderlos. ¿Y cómo opinas? Debemos dejarlos en manos de quienes creen que entienden. Pues no, para poder intervenir económicamente en la política de nuestro país necesitamos una economía más cercana”. El bienestar tiene mucho que ver con la participación social y política.

Resistencia

Sin embargo, el proceso puede no ser sencillo. Sabemos que el modo de vida de los países ricos no es sostenible y es absolutamente injusto con respecto a otros países, pero nos costará mucho renunciar a esta supuesta vida privilegiada. Vamos a poner mucha resistencia, según los investigadores. Por lo tanto, la clave para iniciar el decrecimiento es mirar las entrañas de esta resistencia.

Miren Vives Urbieta. Arquitecto. Proyecto URBES.

Los investigadores creen que los hombres pueden sentirse más amenazados en la desaceleración. De ahí puede derivarse una de las principales resistencias al cambio. De hecho, es posible que no haya trabajo remunerado para todos, y históricamente el trabajo profesional –y el estatus social que se consigue con ello– ha otorgado a los hombres una percepción del valor personal. Así, consideran que pueden tener una crisis de identidad, hasta el punto de sentir nostalgia hacia las estructuras sociales patriarcales.

“En la sociedad patriarcal capitalista, al hombre se le ha asignado el rol de productor, de proveedor material. La familia ha tenido que traer las cosas que necesita para su mantenimiento físico, siguiendo la costumbre. El sueldo, al fin y al cabo”, afirma el antropólogo Xabi Odriozola Ezeitza. Lleva casi cuarenta años dirigiendo equipos masculinos y haciendo ver a los hombres la influencia del patriarcado. “Desde pequeños hemos sido educados y criados en estos roles. Cuando produce cosas, la sociedad ha reconocido y aplaudido al hombre y ha aprovechado para construir con firmeza su identidad masculina. Y cuando no puede jugar ese rol, se le crean grietas en su identidad masculina. Se siente cerca del modelo de hombre que ha fracasado”.

“Por tanto, si queremos que los hombres acepten un decrecimiento del capitalismo patriarcal, habrá que tener muy en cuenta cómo vamos a desmontar los arraigados de este esquema de crecimiento masculino. Porque, si no, pueden entender que la decrecimiento les traerá su “desapoderamiento”. Tras una educación estrecha y dura para asumir estos roles como hombres, la expropiación de los mismos requiere un nuevo proceso. Por lo tanto, antes de la decrecimiento, deberíamos iniciar un proceso de deseducación”, explica Odriozola. “En este proceso de demolición los hombres tienen que ver que su vida tiene sentido no por lo que hacen, sino por lo innato; por existir, por ser son personas enteras y valiosas. Ahí deben encontrar su valor y ofrecerles una educación no sexista. Si no, siempre encontraremos una pared inexpugnable en los hombres para renunciar a lo que han conseguido una gran resistencia. Inconscientemente porque sentirán: “Yo no me desaceleraréis porque traeréis mi desastre. Todo lo que me ha resultado difícil lo mandaréis a pique”.

Odriozola cree que para dar ese paso deberíamos situarnos fuera del capitalismo. “Llevo muchos años trabajando con los hombres, poniendo las bases de la demolición masculina, y el capitalismo no para de pisar los intentos, porque el capitalismo necesita a los hombres en esa cadena productora materialista y sexista. Tenemos que construir una nueva estructura socio-económica que permita a los seres humanos entendernos en valores humanos, y a los productores, fuera de los valores devastadores de esa estructura”.

“Sin embargo, en este sistema económico no sólo está el hombre en crisis, sino el hombre. Los derechos de las mujeres no han sido reconocidos; la gente joven está en crisis porque nadie las toma en serio como personas enteras; y las personas mayores también porque la sociedad no reconoce su saber, su aportación. Lo mismo con personas de colores, migrantes e indígenas”.

Urbanismo y transportes productivos

Al igual que nuestra necesidad de crecimiento económico constante ha condicionado nuestra existencia, bajo su dogma han surgido todas nuestras estructuras sociales. Las ciudades y la propia red de transporte están estrechamente relacionadas con la visión productivista actual. Se trata de modelos urbanos funcionalistas y fragmentados, organizados básicamente en función de cuatro ámbitos monofocales: áreas de trabajo (polígonos industriales), áreas residenciales, áreas de ocio (grandes espacios) y una potente red de movilidad basada en el vehículo privado. Esto condiciona totalmente la vida de las personas.

También ha llegado el momento de buscar nuevos modelos. La arquitecta Miren Vives Urbieta propone la naturalización de las zonas urbanas y la transformación de los espacios públicos en espacios de relación humana. Diseña un urbanismo inclusivo y los ve básicos para la calidad de vida.

“Los espacios azules y verdes son un recurso indispensable para la protección y promoción de la salud y el bienestar. Por ejemplo, ahora, las inundaciones en Alemania han hecho que la renaturalización de las zonas urbanas sea fundamental en toda Europa. La impermeabilización del suelo en las urbanizaciones provocó la muerte de 200 personas como consecuencia de la lluvia. Por tanto, en las zonas urbanas se ha minimizado el uso de hormigón y se ha generado un movimiento muy fuerte a favor de la permeabilización del terreno. Reintroducción de hierba y tierra. Será un boom".

Es imprescindible la integración de espacios naturales en las ciudades. Ayudan a que las personas de todas las edades recuperen el bienestar y es una forma de centrar el cuidado. ED. : Pxhere.

“Y como animales sociales, los espacios urbanos deben diseñarse para que satisfagan la necesidad de la socialización de la gente: asientos cómodos en todas partes, mesas, árboles de sombra, refugios de lluvia grandes, aseos, estructuras de juego, hierba, arena, aparcamientos para bicicletas…”

Vives reivindica que la organización productivista de las ciudades vuelva a traer al centro las obras descartadas e integrarlas en el diseño de las zonas urbanas. Por ejemplo, que los niños puedan recuperar la calle para jugar libremente. O crear pequeños equipamientos comunitarios en el barrio: por ejemplo, crear comedores o puntos de encuentro para mayores en locales vacíos.

En Europa es cada vez más frecuente la rehabilitación de casas antiguas y la instalación de terrazas prefabricadas para mejorar la calidad de vida. En muchos casos, las terrazas tienen un uso privado y comunitario para fomentar las relaciones sociales. ED: Beth Hughes.

Pero para que todo esto funcione realmente, la clave es eliminar la estructura dispersa de las ciudades. “Ahora los barrios no son autónomos ni completos. Estas zonas monofocales y vacías no son atractivas. Lo que nos gusta a los seres humanos es reunirnos y compartirlos con otros seres humanos. Se trata, por tanto, de crear estructuras multifuncionales en núcleos menores. “Así, en el barrio y en el radio de un kilómetro, la gente tendría los servicios que necesita para dar respuesta a las necesidades. A pie o en bicicleta”. Esto reduciría el consumo de energía urbana y mejoraría notablemente la calidad del aire.

“No valoramos lo suficiente, pero en Euskal Herria muchos pueblos tienen un tamaño inmejorable. Sobre todo en Gipuzkoa y Bizkaia”, cree Vives. “A diferencia de lo que ocurre en Europa, estamos en una situación muy buena - o para trabajar esa escala local. Pero es importante no cerrar los comercios de los pueblos. Si no, se perderá todo. Al igual que se crean viviendas de protección oficial, deberán crearse tiendas de protección oficial o hostelería si se ve que el barrio lo necesita”.

Sin embargo, esta reorganización no puede pedir que se construyan más. Hasta ahora, los pueblos y las ciudades han crecido constantemente porque era la forma de financiarse más. Tampoco se deben derribar los edificios antiguos. “La clave está en la rehabilitación de edificios y en la densificación de algunos barrios ya construidos: Aislar bien las viejas viviendas de obrero de la década de los 70, colocar paneles solares y unir una hermosa terraza prefabricada. Es un modelo sólido que proviene de Europa”.

Por otro lado, habrá que revisar las redes de movilidad: “Deberán ser en transporte público. El vehículo propio no es sostenible”.

De la mano de la desaceleración, en el urbanismo, en la economía y en la antropología, surgirán retos significativos. El futuro dirá si han servido para vivir mejor.

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