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Boli, elefantes y tagua

2003/06/22 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia

En 1980, en África había más de un millón de elefantes, diez años después sólo quedaban seiscientas mil por culpa de la caza furtiva. Ante la gravedad de la situación, la Conferencia Internacional del Comercio de Especies en Peligro de Extinción, Cites, decidió en 1989 prohibir el comercio de bolos.
En los almacenes de la República Sudafricana, Botswana y Namibia hay sesenta toneladas de voli, la mayoría incautada a cazadores furtivos.

En noviembre del año pasado, sin embargo, Cites cambió de opinión y aceptó las peticiones de la República Sudafricana, Botswana y Namibia. En consecuencia, estos países están autorizados a vender el boli que tienen en sus almacenes. De hecho, entre los tres almacenamientos tienen 60 toneladas de boli, la mayor parte incautada a los cazadores furtivos.

Sin embargo, la organización internacional encargada del bienestar animal, Ifaw, está preocupada porque cree que la autorización del comercio fomentará la caza furtiva. Y es que no es posible distinguir entre el boli de contrabando y el comercializado legalmente.

Cites ha prometido que las ventas se harán bajo estrictas normas. Además, no se permitirá el comercio si no se demuestra que la caza furtiva no crecerá con ello, y ha puesto en marcha un programa llamado Mike (Monitoring Illegal Killing of Elefants) para conocer la influencia de la caza ilegal de elefantes en Asia y África. Cites también propone que el dinero de la venta del boli se destine a proteger a los elefantes.

Estas medidas son insuficientes para tranquilizar las preocupaciones de Ifawa. Según un informe emitido por esta organización a Cites, Mike todavía está en sus inicios y no creen que hasta 2008 haya datos suficientes para tomar decisiones. Para empezar, no saben cuántos elefantes quedan. Según datos de Ifawa, en África quedan entre 300 y 450 mil y en Asia sólo hay entre 35 y 50 mil elefantes salvajes. Sin un censo exhaustivo de elefantes, es imposible conocer la influencia del comercio en el número de elefantes.

Por otro lado, consideran que el dinero que hay que gastar para controlar a los cazadores furtivos puede ser equivalente al que se ha sacado de la venta del boli, por lo que no les parece que quede dinero para utilizarlo en programas en beneficio de los elefantes. La solución que se propone es que instituciones o gobiernos internacionales compren el boli reservado y lo eliminen del mercado, para que esos Estados que tienen el boli apilado tengan beneficios y no se pongan en peligro los elefantes.

En opinión de Ifaw, la resurrección del mercado del marfil supone la desaparición de los elefantes en algunos países en 20 años.

Todavía no han tomado la decisión final. Sin embargo, el problema no es fácil de resolver, ya que llevan años discutiendo el tema. Mientras tanto, la población de elefantes sigue descendiendo.

Material preciado

El mayor mercado de bolos se encuentra en Japón, donde las joyas y otros materiales elaborados con este material son muy apreciados. Por ejemplo, los abuelos adinerados regalan a sus nietos sellos de marfil al graduarse. Estos sellos se utilizaban antiguamente para imprimir nombres en documentos oficiales, y ahora son un símbolo de alto nivel social.

Dado que los sellos de Marfil tienen una gran demanda, no es de extrañar que sus anuncios aparezcan en los medios de comunicación. Además, la mayoría de los anuncios se publican en revistas dirigidas a jóvenes y mujeres, por lo que parece que los comerciantes quieren garantizar que la costumbre continúe durante años.

El mayor mercado de bolos se encuentra en Japón, donde son muy apreciadas las joyas y los utensilios hechos con bolos.

Además, muchos artesanos trabajan el boli en Japón y el gobierno no quiere perder esa industria. Por ello, tiene un acuerdo con Zimbabwe, Botswana y Namibia para comprar boli y, a cambio, Japón también aporta dinero a estos países para preservar la población de los elefantes.

Tagua, boli vegetal

Está claro que el mercado tan cerrado y difícil aumenta su estimación respecto a la bola. Y es que hay materiales como el boli, mucho más baratos y asequibles, pero no han conseguido sustituir el boli.

Sin embargo, el tagu o el boli vegetal tiene un gran éxito en algunos lugares. Tagua es la avellano del fruto de unas palmeras, Phytelephas seemannii y Phytelephas macrocarpa. Las palmeras crecen en Panamá, Colombia, Ecuador y Perú, tienen una longitud de cinco metros y un tronco pequeño y rastrero, dando lotes de frutos que alcanzan los 12 kilos de peso. Cada fruto contiene entre 6 y 9 avellanas recogidas.

A la Tagua se le llama también boli de origen vegetal, ya que tiene la apariencia de boli y sirve para hacer muchas de las cosas que se hacen con ella.

El tagu es de estilo boli, tanto en color, aspecto y dureza. Sirve para hacer muchas cosas que se hacen con bolos: joyas, adornos, teclas de piano... Antiguamente se usaba mucho: En 1880 salieron del muelle de Tumaco en Colombia cuatro mil toneladas de tagua. Con ello se fabricaban botones, mangos de paraguas y palos, pipas y otros muchos útiles. Pero cuando se inventó el plástico la demanda disminuyó mucho.

Ahora, el mercado de la tagua se está fortaleciendo y los trabajos realizados con este material son cada vez más apreciados. Por cierto, y aunque sea en cierta medida, si consigue sustituir la bola, oro con diamante.

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