}

Si cada uno se quedara en su lugar de origen...

2001/02/18 Mendiburu, Joana - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa

Dos
grandes meteduras de pata en detrimento de la fauna y la flora australianas se realizaron en 1925 y 1935. En 1925 se introdujo un insecto para frenar la invasión de la llamada cactus Opuntia humifosa y en 1935 se comía caña de azúcar contra los escarabajos, sapo sudamericano. La primera, en detrimento de una planta, y la segunda, en detrimento de la fauna; una de ellas provocó consecuencias rápidas, la otra de la otra ha tenido que esperar 60 años para nadar, pero las dos especies entraron en la región de Queensland y ambas han provocado la pérdida del equilibrio ecológico.


Agricultores en busca de soluciones


No es fácil decir qué solución hay que tomar para afrontar los problemas que impiden la producción en una región agraria. Y es que los campesinos tienen muchos problemas y aunque la actitud contra los pesticidas y los herbicidas es clara, a menudo no se les ofrece otra solución. Sin embargo, en Australia se han inventado varias veces cómo afrontar los problemas provisionales, aunque no han medido bien las consecuencias a corto y largo plazo de su acción.

Por
ejemplo, hacia 1925, sobre todo en la zona de Queensland, los campesinos se enfrentaron al cactus Opuntia humifosa. En esta región había 24 millones de hectáreas de cactus que no podían cultivarse y dedicarse a la agricultura. Por ello, desde Argentina, se llevaron 2.750 huevos del insecto Cactoblastis cactorum para frenar la invasión. En este caso la naturaleza trabajó muy pronto y en un año se estimó que había 2,5 millones de huevos y 2,25 millones de insectos. En 1930 la eliminación masiva de los cactus era evidente. En la actualidad, esta especie de cactus se ve muy poco y este insecto se ha extendido sin medida.


No es ésta la única especie que ha entrado en Australia, ni mucho menos. En 1935, ante el alto número de escarabajos que amenazaban la producción de la caña de azúcar, los productores manifestaron su intención de actuar. Para ello se les ocurrió llevar los sapos de América del Sur (Bufo marinus), que por aquel entonces no tenían productos químicos. Pensar y hacer. En la región de Queensland se introdujeron los sapos sudamericanos, hasta entonces extraños. En este caso, la naturaleza y el hombre han mostrado dos ritmos diferentes. Y es que la especie introducida hace 65 años, con buena intención e inactividad, se está extendiendo a una velocidad de vértigo. Según los expertos, esta especie de sapo está ganando 30 kilómetros cada año hacia el centro y noreste de Australia y, por el momento, aunque han tenido algunas ideas, no encuentran una solución adecuada.


No se dan soluciones adecuadas

Se ha
visto que el uso de pesticidas y herbicidas para proteger las producciones de los agricultores no será la solución más adecuada, pero tampoco el traslado de las especies de un lugar a otro puede ser una forma de evitar las nuevas invasiones que puedan surgir.

En las
grandes llanuras australianas, el Cactoblastis cactorum no encuentra ningún obstáculo y ahora el problema del cactus se ha convertido en un problema del insecto. Se ha tratado de encontrar el pesticida apropiado para matar al insecto, pero no conviene abusar de los pesticidas, ya que puede suponer un peligro para la fauna.

Por otro
lado, en cuanto a la invasión del sapo de América del Sur, se pensó en introducir en primer lugar una nueva especie en detrimento del sapo. Aunque la idea es buena, hay un grave problema: estos sapos tienen un peligroso veneno que mata al depredador en quince minutos. Además, al igual que el sapo, sus huevos y renacuajos son venenosos. Por ello, además de los grandes cocodrilos y depredadores, existe el riesgo de que peces y pájaros puedan morir en cantidades importantes. Este veneno es muy efectivo y el sapo aprovecha para matar a su presa después de cazar.

Por
ello, los científicos del Centro de Investigación Tecnológica y Científica de Australia pusieron sus esperanzas en un virus. Este virus afecta a los apodos en las proximidades de Caracas. Su intención era llevarlo a Australia, como lo llevaron hace 60 años. Sin embargo, para no cometer otro error, acudieron a Caracas y realizaron estrictas investigaciones. Entonces se dieron cuenta de que el virus no sólo afectaría al sapo de América del Sur, sino también al resto de la población australiana. En la actualidad, investigadores de la Universidad de Adelaida están trabajando en otro proyecto para hacer frente a la invasión de los Caribes, Hawai, Filipinas, Papua, Nueva Guinea y otros reflejos del Pacífico. Por el momento, no hay ninguna solución para frenar la extensión de los sapos, pero, sin embargo, para proteger el Parque Nacional de Kakadu, los aborígenes han propuesto construir una herrería que abarque todo el entorno. Los expertos consideran que no es una solución adecuada ya que diez kilómetros de hierro no impedirían la entrada de los sapos en el parque natural.

Como
se ve, el traslado de especies de un lado a otro puede ser tan peligroso como la contaminación química. Australia ha sido testigo en más de una ocasión del desequilibrio ecológico, pero también en nuestro entorno han sido causa de este tipo de catástrofes. A partir de ahora, por lo tanto, ¡fue cuestión de los viajes en los que se trae el animal exótico!

Planicies ilimitadas en Australia


Australia es el continente más pequeño del mundo (7,6 millones de km2), pero aún así tiene muchos tesoros para los biólogos. Sólo 18,3 millones de habitantes viven allí y no es de extrañar que el clima es muy árido. Entre los once desiertos de Australia ocupan el 20% de su superficie. En cuanto al relieve, es el continente con menor altitud media, siendo Koscius la montaña más alta (2.228 m). El paisaje más visible es la extensa y antigua llanura, por lo que los nuevos animales que penetran en Australia, si se adaptan a su clima, no presentan mayores obstáculos para su expansión.

El
clima es árido pero, sin embargo, en Australia se pueden observar paisajes tan diversos como los desiertos de piedra, las cucharadas oeste y central y las praderas costeras orientales.

Al tratarse de un continente con diversidad de
fauna y flora, 58 millones de hectáreas son zonas protegidas. Entre ellos se encuentran parques nacionales, reservas, parques de conservación y parques de protección ambiental. Es imprescindible la existencia de este tipo de espacios protegidos, ya que además de contar con una variada fauna y flora, es muy antiguo. Por ejemplo, en la región de Queesland se pueden encontrar 13 de las 19 familias de plantas más antiguas del mundo.

Publicado en el suplemento Natura de Gara

Gai honi buruzko eduki gehiago

Elhuyarrek garatutako teknologia