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Terremotos: Energía oculta destructiva

1999/02/07 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia

El terremoto que ha azotado Colombia la semana pasada -como ocurre de forma esporádica– ha convertido a estos fenómenos más violentos de la naturaleza en desafortunadas noticias. El hombre tiene miedo al terremoto. A lo largo de la historia ha sido así, ahora es así, y si no se va al espacio seguirá siendo así. ¿Pero qué es ese fenómeno de la naturaleza?

El terremoto es sólo la energía que se desprende bruscamente bajo los pies. De repente, en la superficie terrestre, las rocas que han estado en tensión durante cientos de años sucumben y se rompen como si fueran muelles que soportan demasiadas tensiones. El corte se extiende bajo el subsuelo al deslizarse dos bloques de roca en una falla. Dependiendo de la potencia del terremoto, la falla puede circular unos centímetros o cientos de metros. Al moverse uno contra otro, las rocas destrozadas provocan la vibración. Estos frotamientos indeseables dan lugar a ondas sísmicas que se extienden por toda la tierra, como las ondas que se propagan al lanzar al agua una piedra volátil. Estas ondas son las que mueven la tierra, las que se perciben en la superficie terrestre. El lugar en el que se produce la ruptura profunda se llama hipocentro, y el equivalente en superficie epicentro. Hasta que en 1906 San Francisco quedó destrozado, no se hacía conexión entre las fallas y los terremotos. Se comprobó entonces que la sacudida se debió a un deslizamiento de 5 metros sobre la falla de San Andrés de cientos de metros. Además se diferenciaron varios tipos de patinaje. Por un lado, son habituales los que se producen cuando, siguiendo la tensión que el bloque de roca tira, comienzan a alejarse en un plano inclinado. En estos casos la tierra tiende a descender creando paisajes llamados rift. Por otro lado, hay fallas que se producen por compresión, provocando fenómenos opuestos al anterior, como la formación de montañas. Por último, hay deslizamientos horizontales, un bloque se desliza contra otro sin crear relieve. San Andrés de California es una de esas fallas.

El calor de la Tierra es la causa de la lucha de los bloques de roca, ya que las rocas a 2.900 kilómetros de profundidad generan calor de forma continua. Para poder mantener el equilibrio térmico, la Tierra debe liberar esta energía. Al ser las rocas malos conductores del calor en sí mismas, las corrientes de convección gigantes elevan a la superficie terrestre lentamente. Estos movimientos son muy lentos, de unos 10 centímetros al año, pero son ellos los que provocan el movimiento de las placas tectónicas. En profundidad las rocas son sólidas, pero se deforman lentamente y sin romperse, mientras que en la superficie, en los primeros 20 kilómetros, las rocas permanecen frías y se rompen debido al movimiento profundo.

El 80% de la energía sísmica se libera en zonas de subducción, en las que el suelo oceánico penetra bajo el continente, de ahí que haya tantos terremotos en Japón y Andes. El resto de la energía sísmica aflora en límites tectónicos en lugares donde confluyen continentes como los Alpes o el Himalaya. Pero fuera de este tipo de lugares también se asusta la tierra. Y es que cuando la tierra asusta, los temblores que parten del hipocentro se extienden por todas partes. Las vibraciones son de dos tipos: por un lado, las que empujan y tiran las rocas; por otro, las que cortan las rocas, las más peligrosas. Las primeras son rápidas y las segundas más lentas pero más fuertes. Las vibraciones no terminan con esto, ya que la tierra no es homogénea, ya que las ondas pueden llegar incluso por rebote, provocando otro tipo de vibraciones. Afortunadamente, las ondas pierden fuerza a medida que se alejan del hipocentro y su efecto es menor. La magnitud y la intensidad se utilizan para medir los terremotos. La magnitud corresponde a la escala de Richter, es decir, a la amplitud de las ondas que miden los sismógrafos. Además, la magnitud también está directamente relacionada con la longitud de la falla y el tamaño del deslizamiento de ambos bloques. La intensidad es sólo una estimación de los daños producidos por el terremoto en un lugar determinado. Las zonas sísmicas más afectadas son los terremotos. Sin embargo, hay más agentes que hacen más peligrosos los terremotos que el número de personas: la potencia de las ondas, la cercanía del hipocentro, las características de la tierra, las características de los edificios y la hora en que se produce el terremoto. Algunos ejemplos son: En México murieron en 1985 20.000 personas, a pesar de que el epicentro del terremoto se situaba a 350 kilómetros de distancia, señal de las características de la tierra. En 1994, el terremoto de magnitud 6,8 azota Los Ángeles y sólo mata a 61 personas, ya que los edificios están preparados, mientras que en El Cairo, un terremoto mucho más pequeño asesinó a miles de personas en 1992. Y en 1986 un terremoto destruyó la ciudad griega de Calamata, pero la mayoría de la población se encontraba en fiestas, por lo que pasó poco. Las matanzas se producen cuando se reúnen estos agentes.

Para combatir los terremotos, como en otros temas, la clave está en la prevención. Sin embargo, hoy en día es imposible predecir cuándo y dónde se producirá el terremoto, ya que todavía no se conoce el mecanismo que lo provoca. Los pequeños temblores de la tierra, el ensuciamiento del agua de los pozos, los cambios en los manantiales, la rareza de las actitudes de los animales y el calentamiento de las aguas subterráneas han sido considerados como señales de terremotos, pero esto tampoco aporta certeza.

A la vista de lo visto, es decir, que no se puede predecir ningún terremoto, que no se puede impedir y que también costará tomar la medida más eficaz que se pueda tomar, volver al principio. El hombre siempre ha temido el terremoto, hoy también tiene motivos para tener miedo, y hasta que sea posible predecir todavía tendrá razón para temer al terremoto. Sin obsesiones, claro.

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