Tritón palado, peculiar danzante de bodas
1996/06/01 Elosegi Irurtia, Migel M. Iturria: Elhuyar aldizkaria
Como normalmente la mayoría de los animales salvajes se esconden a toda velocidad, es difícil, si no es a través de los libros, conocer los detalles de sus vidas y costumbres. Sin embargo, hay excepciones que se pueden observar con calma. Si empezamos a fijarnos en los pozos que casi siempre evitamos, por ejemplo, encontraríamos entre muchos otros seres vivos, los tritones. Por su carácter tranquilo y por ser los más extendidos en su entorno, son los tritones palmeados los más fáciles de encontrar. Por eso su increíble danza de bodas puede ser un espectáculo para cualquiera que lo intente.
El tritón pálido ( Triturus helveticus ) es un esbelto anfibio de pequeño tamaño. Los machos tienen una longitud de 55-70 mm y las hembras algo más, de unos 60-80 mm. El cuerpo de estos anfibios está vestido de suave piel parda decorada con cicatrices negras. La parte inferior es blanquecina y en la parte central y longitudinal tiene una huella de color naranja como adorno.
A ambos lados de la cabeza se puede distinguir la huella oscura que pasa por los ojos. El dimorfismo entre los sexos es evidente. En general, la hembra es algo mayor que el macho y más redondeada, con un color más claro. Pero, sin duda, el mejor momento para diferenciar el macho de la hembra es el celo, ya que los machos adquieren una indumentaria nupcial inconfundible en este temor: desarrollan un elegante penacho en la espalda y sobre todo en la cola y la punta de la cola termina en un filamento negro de 5-6 mm. Por otro lado, los testículos se hinchan totalmente y desarrollan membranas entre los dedos de las patas traseras formando pies palmeados. De ahí su nombre de “palmado”.
Como en la mayoría de los anfibios, una fase del ciclo de vida de los tritones palmeados es de obligado cumplimiento en el agua, es decir, de origen larvario, por lo que en época reproductiva viven en humedales. Se trata, por tanto, de zonas de charcas, charcas, lagos, abrevaderos, pantanos o arroyos. Aunque pueden aparecer en corrientes de agua, los pozos inertes les gustan mucho más.
Parece que la presencia de vegetación o no, o el tamaño de la charca no condiciona la presencia de estos anfibios, así como pequeños puntos de agua como los abrevaderos de las fuentes son aptos para su cría. Por otro lado, se pueden encontrar tanto en la llanura como en tierras bajas como en el monte (entre 1.500 y 2.000 metros). Por lo tanto, también habitan bosques, pastizales de montaña y otros muchos hábitats, siempre que existan los espacios húmedos necesarios.
En cuanto a la distribución, podemos decir que se trata de la especie occidental de Europa, que se extiende desde la región cantábrica hasta Francia, Gran Bretaña, Benelux y Suiza (río Elba), que es el origen del latín “helveticus”. En la península Ibérica sólo podemos encontrarla en el norte, en la línea que va de Galicia a Cataluña. Los humedales atlánticos son el lugar idóneo para encontrar la especie en Euskal Herria. Sin embargo, en la vertiente mediterránea también es abundante entre el sur de la Ribera de Estella y las Bardenas. Al sur de estos territorios secos, aunque se puede encontrar de vez en cuando, es extremadamente pobre.
Aunque estos urodelos tienen una fuerte relación con el agua, se hacen más secos fuera de la época reproductora. No obstante, una vez en tierra, deben pasar el día guardado bajo piedras o troncos para no deshidratarse y sólo pueden dejar el escondite al anochecer para salir a la caza. Durante las batidas suelen capturar insectos, lombrices, crustáceos y otros pequeños invertebrados. A finales del otoño en las regiones más frías se guardan entre hojarasca y piedras para hibernar, pero en general, tienen una actividad de casi todo el año.
A principios de primavera comienza un periodo de celo que puede prolongarse hasta el verano. A partir de enero o febrero comienzan a ponerse en contacto con el agua y enseguida se inician los sorprendentes juegos de bodas. El primer paso que se da es conocerse unos a otros y, entonces, el macho comienza a prestar atención a las personas que le rodean. Cuando se encuentra con otro macho se separan inmediatamente, pero si es hembra, comienza una peculiar danza de bodas. En primer lugar, cortando el camino a traviesas de la hembra. A continuación, la cola se inclina hacia la zona de la hembra y comienza a agitar con la punta bailando.
Este movimiento provoca una corriente de agua que envía a la pareja sustancias olorosas con mensaje bioquímico, sugeriendo una señal de fecundación. Sin embargo, para que se produzca la fecundación, el espermatoforo del macho (pequeña estructura con masa de espermio) debe llegar a la cloaca de la hembra, para lo que utilizan una curiosa forma de proceder: una vez que la hembra ha sido cosechada, el macho sale a pie y, si la pareja está dispuesta a reproducirse, le sigue. El macho entonces suelta el espermatoforo al fondo del agua y la pareja lo recoge con las cloacas y lo internaliza fecundando los huevos que lleva dentro. No se da por lo tanto coplas, pero se produce una fecundación interna.
Unos días después de la fecundación, hacia marzo o abril, la hembra pone con cuidado y uno a uno 200-300 huevos. Pero para evitar que los enemigos los descubran, se sirve de la tapa adhesiva que tienen los huevos, para dejarlos bien atados a los mares vegetales. Cuando las condiciones meteorológicas lo permiten se tarda un par de semanas o más en producirse la eclosión. Sin embargo, las larvas extraídas de los huevos pueden separarse fácilmente de las larvas de los anuros (sapos y ranas). De hecho, las larvas de los tritones no son tan grandes como los renacuajos y presentan branquias externas.
Por otro lado y a diferencia de los renacuajos, primero se extraen las patas delanteras. Estas larvas son hábiles depredadores que se alimentan intensamente de insectos, crustáceos, moluscos y otras pequeñas larvas. Cuando alcanzan un nivel de desarrollo adecuado, sufren un proceso de metamorfosis y desarrollan las estructuras necesarias para una vida seca. Tras todo ello, se convierten en pequeños tritones de 30 mm de grosor. Sin embargo, la alta mortalidad hace que apenas alcancen la metamorfosis y de éstas, sólo una de ellas llegará a ser una de esas curiosas danzantes de bodas.
Especie: Triturus helveticus |
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