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¿Fiebre, enemigo o amigo?

1987/10/01 Agirre, Jabier - Medikua eta OEEko kidea Iturria: Elhuyar aldizkaria

Tenemos que considerar nuestro cuerpo como una cazuela, con su termostato. Cuando nos atacan los microbios, la olla comienza a hervir. Es entonces cuando la fiebre sube con toda la sintomatología que ella trae.

Tenemos que considerar nuestro cuerpo como una cazuela, con su termostato. Cuando nos atacan los microbios, la olla comienza a hervir. Es entonces cuando la fiebre sube con toda la sintomatología que conlleva: te parece que la cabeza va a saltar, el pulso empieza a bailar, el sudor mojará los sábanas. Mucha sed. Tienes hambre, pero es un hambre sin ganas de comer. El calor está semideslizado, pero al mismo tiempo un temblor por los escalofríos te sacrificará de arriba abajo. No hay duda de que por la noche has tenido fiebre y el termómetro asegurará el diagnóstico.

La mayoría de nosotros padecemos sucesos de este tipo. Pero, ¿qué es la fiebre al fin y al cabo? ¿Una señal de alarma que predica una enfermedad, una reacción defensiva del cuerpo o ambas cosas a la vez? Entre la gente, y también entre los médicos, las opiniones no coinciden. Para algunos la fiebre es un enemigo perverso perverso que debe luchar de cualquier manera. Para otros, sin embargo, no es más que un recurso que la naturaleza nos ha proporcionado para actuar contra las enfermedades.

El hombre, que es un animal de sangre caliente, normalmente se mantiene a una temperatura de unos 37ºC, quemando en el ejercicio las reservas de calor que nos entran con los alimentos. Cuando el ambiente se enfría, la máquina calienta más (moviendo los músculos, y la transpiración disminuye, disminuyendo la temperatura con todo esto. Pero cuando la fisiología no es suficiente, utilizaremos recursos externos (un jersey o leche caliente). Para combatir el calor, sucede exactamente lo contrario: el cuerpo genera su propia energía (movimientos, etc.) amortigua y posteriormente aumenta la pérdida de calor, aumentando la transpiración. Por eso tenemos sudor cuando hace calor.

Normalmente una olla necesita la ayuda de un termostato para funcionar correctamente. Estudios recientes señalan que el termostato del cuerpo humano, centro de regulación térmica, está situado en el sistema nervioso central, el hipotálamo. A través de los impulsos nerviosos y de la circulación del hipotálamo, el hipotálamo recibe información constante para evitar alteraciones de la sangre en la piel. Y según estos datos pone en marcha sus células termosensivas para que la temperatura corporal se mantenga lo más cerca posible de los 37ºC.

Cuando aparece fiebre, el termostato del hipotálamo se regula a 39,65 ºC en lugar de a 37 ºC convencional. Por lo tanto, el cuerpo recibe la orden de subir su temperatura. Pero si la máquina se calienta más, hay riesgo de grandes masacre. La presión arterial a partir de 40,5°C no puede mantenerse a nivel normal. La deshidratación provocada por la excesiva transpiración produce un descenso brusco del tono corporal con altas probabilidades de que se produzca un golpe de calor (convulsiones, delirio, vómitos, ganancia, etc.).

Si superamos los 42°C (algo por debajo en el caso de los niños pequeños), las células nerviosas del cerebro se destruyen y llega la muerte. Afortunadamente, estos casos son muy raros y hay más muertes por infección que por fiebre excesiva.

La fiebre es, por tanto, un mecanismo de regulación. Normalmente se trata de un mecanismo que se pone en marcha cuando un agente patógeno se agota. La fiebre amortigua y frena el ataque de microorganismos (bacterias y virus). Por ejemplo, el virus de la poliomielitis se propaga 250 veces más rápido a 37ºC que 40ºC. Y al mismo tiempo, al igual que inhibe el culto a los microorganismos, acelera los mecanismos de defensa del paciente.

Por lo tanto, como la fiebre tiene sus ventajas y se ha podido ver en los vertebrados durante millones de años, desde el punto de vista evolutivo se puede pensar si sus beneficios no van a ser mayores que los daños. En la naturaleza no hay nada en vano. Esto nos plantea otra pregunta: ¿contra el fuego, sí o no? Este es un tema para otro día.

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