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De la explotación a la conservación de la naturaleza

2017/02/15 Mikel de Francisco Pastor - HAZI Fundazioko Ingurune Naturaleko Arloko buruaHAZI Fundazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Gema Arrugaeta

Los recursos naturales sustentan nuestra economía y bienestar. Dependemos de las materias primas: necesitamos combustibles, metales y minerales, así como alimentos, tierra, agua, biomasa y ecosistemas. Sin embargo, la creciente presión sobre los ecosistemas pone en peligro el suministro futuro de los bienes que necesita la humanidad.

La principal vía para responder a este reto son las políticas de protección del medio ambiente. Desde sus inicios, dos enfoques complementarios (y en ocasiones opuestos) han servido para definir el objeto a proteger. Uno de ellos trabaja con una naturaleza limpia, que no ha sufrido la influencia humana. El otro, por su parte, abarca parte de los paisajes creados por el hombre y considera que algunos paisajes culturales deben ser protegidos.

El primero de estos enfoques aboga por la reducción o eliminación total de la explotación, mientras que el segundo apuesta por el mantenimiento y la actualización de los paisajes que se quieren proteger.

La mayor controversia se produce cuando los hábitats que se pretenden proteger se deterioran por falta de gestión o explotación. En general, en la mayor parte de nuestro territorio, la vegetación potencial es el bosque, que puede desarrollarse de forma estable sin intervención humana. Esta vegetación suele ser estable, ya que si no se producen grandes cambios (producidos por el hombre o por desastres naturales) se necesitan decenas de años para que se produzcan cambios sustanciales. Sin embargo, cuanto más alejada es la vegetación de su potencial óptimo (matorral arbustivo, pastizal-herbáceo), más rápido es el cambio y, por tanto, más necesaria una intervención activa que permita su conservación. Las herbáceas seminaturales son las que presentan una mayor necesidad de gestión y conservación.

En este sentido, la Comisión Europea informa que las principales presiones de la biodiversidad en las zonas de montaña europeas son la falta o ausencia de pastoreo suficiente como consecuencia de la progresiva abandono de las actividades humanas en estas zonas de baja productividad. Para la conservación de estas zonas y sus hábitats se suelen combinar medidas que evitan su desaparición y que evitan presiones puntuales como roturación, forestación o urbanización. Por otro lado, se fomenta la ganadería a través de acciones que promuevan la sostenibilidad de las explotaciones, o mediante la concesión de ayudas a ganaderos y agricultores para que puedan hacer frente a los costes adicionales o pérdidas de renta que les induzca a abandonar su explotación.

Ejemplos de estas medidas son las recogidas en los Planes de Desarrollo Rural que apoyan la explotación sostenible de los pastos de montaña en el País Vasco y en el Monte LIFE Oreka, que promueve la planificación para encontrar el equilibrio entre la conservación y la explotación de los hábitats de pastos de los montes vascos.

Por otro lado, en muchos de nuestros bosques se encuentra una biodiversidad menor de la esperada. Esto es debido a que se trata de hábitats simplificados, con escasa diversidad de especies arbóreas y arbustivas y con pocos árboles viejos en distintas fases de envejecimiento. Puede pensarse que con el paso del tiempo se alcanzarán los objetivos de mejora de estos hábitats. No obstante, este proceso puede acelerarse mediante una explotación planificada y sostenible.

De esta forma se consigue financiar con la explotación de recursos forestales las intervenciones forestales y la mejora significativa del hábitat. Entre estas estrategias, LIFE Pro-IZKI de Álava es un ejemplo de éxito. Se ha puesto en marcha un plan forestal que, mediante la adquisición de productos forestales de calidad, financia en el Parque Natural de Izki las intervenciones forestales que mejoran el estado de conservación de los marojales y ayudan a las especies amenazadas como el pico mediano y el murciélago Bechstein.

En algunos casos, aunque la explotación tradicional de los recursos naturales no supone una amenaza para alcanzar los objetivos de conservación, se aboga por limitar los usos para alcanzar mayores niveles de naturalidad en las áreas protegidas. En cualquier caso, estas estrategias resultan perjudiciales para los propietarios y usuarios cuando generan un sentimiento negativo hacia la protección del espacio y en ocasiones pueden dificultar la aplicación de medidas de conservación. Numerosas políticas basadas en la expropiación y en el establecimiento de límites por parte de propietarios y usuarios han fracasado por la creación de un conflicto social y la falta de capacidad de gestión del territorio por parte de la administración.

En este sentido, el principal instrumento de conservación a nivel europeo, la Directiva Hábitats, señala en su preámbulo que la adopción de un objetivo global de desarrollo sostenible debe promover el mantenimiento de la biodiversidad, además de tener en cuenta las exigencias económicas, sociales, culturales y regionales. Es posible que para mantener la biodiversidad sea necesario que las actividades humanas continúen y aumenten.

Por tanto, en muchos casos, la explotación de los recursos naturales no es incompatible con la conservación, es necesario para su mantenimiento.

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