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Las caricias actúan sobre los genes

2005/10/09 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia

Las caricias tienen un efecto beneficioso, no hay duda. Es más, son imprescindibles para un buen desarrollo psicológico. Todos necesitamos caricias, sin ellas no creceríamos bien. En ello coinciden abuelos, padres, maestros y científicos. De hecho, son muchos los experimentos y los indicios que demuestran el valor de las caricias y ahora están investigando su influencia biológica.
Las caricias son imposibles para un buen desarrollo.

Hace unos cincuenta años el pediatra y psicoanalista estadounidense John Bowlby propuso que el contacto físico era tan necesario como la comida para el recién nacido. Durante años estudió a los niños y sus alrededores y estudió la infancia de quienes padecían enfermedades mentales. De ahí dedujo que era imprescindible acariciar, abrazar, para que el niño se desarrollara correctamente.

Cinco décadas después, los investigadores continúan estudiando la relación biológica existente entre las caricias y el desarrollo de su madre. Y, como ocurre en muchos estudios, han recibido algún susto. Por ejemplo, en Canadá han visto que la influencia de las caricias no sólo es psicológica, sino también genética.

El equipo canadiense investiga el estrés y la ansiedad del recién nacido. Para probar las teorías existentes sobre el origen de estos problemas, analizan las ratas. Así, en estos animales se ha observado que el comportamiento de las ratas que han recibido poco mimo y cariño es mucho más violento en situaciones de estrés que el de los demás.

Mecanismo biológico

Las caricias demuestran que activan unos genes.

Un ejemplo: los investigadores disponen de dos ratas hembras con sus crías de una semana, cada una en una jaula. Una de las madres acaricia a menudo a sus crías. Por turnos, acaricia uno a uno y los cachorros dejan que su madre se haga suya. La madre tarda diez minutos en mimarlas todas. La madre de la otra caja ha terminado el ritual en tres minutos, a pesar de tener tantos hijos como el resto.

De repente, uno de los investigadores ha aplaudido un fuerte aplauso. Los cachorros de la primera caja se asustan, pero enseguida se aflojan y vuelven a su cabeza. La segunda caja tarda bastantes minutos en calmarse.

Sin embargo, esto es sólo una parte del experimento. A lo largo del tiempo y en diversas circunstancias, los investigadores han medido concentraciones de hormonas relacionadas con el estrés en la sangre de ratas (hormonas ACTH y gukokorticoides). La conclusión es que hay una gran diferencia en la concentración hormonal en función de las caricias que se reciben cuando son crías.

Influencia en los genes

Los experimentos se han realizado con los ratones, pero es muy probable que en el ser humano ocurra algo parecido.

Ahora se está estudiando la parte biológica de esta diferencia. Las biopsias han demostrado que las caricias de su madre influyen en la función de unos genes presentes en el cerebro. Parece que las caricias de la madre activan los genes de las neuronas del interior del hipocampo, que está relacionado con la reacción en el estado de estrés.

Estos genes activados por las caricias son los encargados de producir los receptores de glucocorticoides. Cuando los glucocorticoides se unen a los receptores pierden efecto. Esto evita una respuesta desproporcionada a la situación de estrés. De hecho, a mayor concentración de glucocorticoides en sangre, mayor respuesta. Por tanto, las caricias son imprescindibles para desarrollar un mecanismo anti-estrés adecuado.

Todo ello ha sido demostrado en ratas, pero es muy posible que en el ser humano exista una relación de este tipo entre las caricias y el mecanismo anti-estrés. Además, es posible que las caricias también afecten a otros mecanismos biológicos. ¡Seguro que el impacto será positivo!

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