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Cleopatra, perlas y lujo

2003/02/01 Apraiz Larrucea, Itxaso | Lakar Iraizoz, Oihane - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

A la hora de comer una ostra, cualquiera podría pensar que en su interior encontrará una perla. Pero esto no es así, porque las ostras que producen perlas y las que utilizamos para comer no pertenecen al mismo grupo, no están muy emparentadas. Es más, aunque ambos son acuáticos y en la mayoría de los casos marinos, son animales de distintas familias taxonómicas, aunque presentan características morfológicas y fisiológicas similares.

Joyas muy curiosas

Parece que los moluscos nacieron hace 530 millones de años, y desde ese momento hasta hoy han sido capaces de producir perlas. Cualquier molusco con concha es capaz de hacer perlas; en definitiva, tanto la concha como los perlas tienen los mismos ingredientes. Esta capacidad, sin embargo, sólo la utilizan unos pocos. Por eso, las perlas siempre han sido muy escasas.

El mayor de los hallazgos es ahora de unos 220-230 millones de años. En la naturaleza, sólo una de cada 10.000 moluscos produce perlas. Sin embargo, los fabricantes de perlas han desarrollado diversas técnicas para incrementar el número de productores de perlas bivalvas. Es así como se ha conseguido la mayor producción de perlas de todos los tiempos.

La concha de los moluscos está formada principalmente por carbonato cálcico. En ella se pueden distinguir tres capas: la externa (denominada periostra) es fina y aparentemente ramificada; la central tiene una estructura prismática; y la capa interior es irisada y está formada por nácar o perla.

A medida que se han ido desarrollando las técnicas de estudio, se ha podido comprender mejor la formación de esta concha mediante la cristalización del carbonato cálcico en cristales planos poligonales similares. La variedad de formas de colocación de los cristales varía de la especie a la especie: puede aparecer como columna, como escaleras, formando pirámides, etc. De esta forma se forma la concha que cubre el cuerpo blando del animal. Todos estos cristales están rodeados por una matriz orgánica de conquiolina, es decir, de periodicidad. Bajo esta capa de cristal se encuentra el nácar o la perla madre.

Carbonato cálcico dispuesto en cristales planos poligonales rodeados de matrices orgánicas de conquiolina.

La introducción de una fracción rara en el interior de la superficie corporal (un grumete de arena, un trozo de concha de otro animal...) cubre el cuerpo extraño molusco con miles de capas formadas por carbonato cálcico y conquiolina, en definitiva, un mecanismo defensivo. De esta manera se consigue aislar el cuerpo extraño y no dañar el interior del animal. La estructura interna de Perl es, por tanto, la misma que la de la concha, de hecho, es una concha formada alrededor del núcleo extraño. Cuando las perlas se forman de forma natural, normalmente se debe a la introducción de alguna grava de arena (o parásito o larva de un cestodo) en el interior de la ostra silvestre. Sin embargo, para la producción de perlas cultivadas en el cultivo se introducen fracciones de conchas en la cavidad corporal de la ostra. No obstante, para producir perlas de ostras de agua dulce, las partículas de conchas se sustituyen por fracciones textiles de otro molusco.

Como ya se ha indicado, el cultivo de perlas ha experimentado un gran auge en los últimos años. Cada vez hay más técnicas para empujar a las ostras a hacer perlas. La introducción del núcleo en el interior de la ostra a través del proceso de nucleación produce un estrés mortal, ya que las valvas de las ostras deben abrirse con fuerza. Por lo tanto, los operarios necesitan una gran habilidad para realizar el trabajo de forma rápida y correcta, al tiempo que se minimizan las pérdidas de sangre y deshidratación, ya que las ostras no pueden permanecer abiertas durante mucho tiempo. Si este proceso supera los veinte minutos, los moluscos mueren.

Además, hay que tener en cuenta que las valvas de las ostras se abren muy poco, por un límite físico del animal, por lo que el operario nucleará sin apenas ver nada del interior de la ostra. Las ostras de dos o tres años salen del mar, se nuclean y vuelven a salir al mar, metidas en cestos colgando en plataformas flotantes. Estas plataformas se desplazan frecuentemente para proteger a las ostras de los depredadores y de las temperaturas no favorables. Tras un periodo de cuidado de entre tres y seis años, las ostras se recogen para extraer las perlas y clasificarlas por su calidad.

A pesar de que los moluscos son los que más trabajo realizan en la formación de Perlas, el ser humano se esfuerza constantemente en mejorar la calidad o en conseguir un linaje o característica que los perlas no tienen por sí mismos, aunque los métodos ideados para ello sean perjudiciales para el animal. Sin embargo, las perlas naturales siguen siendo las más apreciadas.

La nucleación provoca un estrés letal en las hostales.

A pesar de estas técnicas de cría de perlas, la producción anual de perlas defectuosas es relativamente baja. Por ejemplo, en Japón, la mitad de las ostras nucleares no llegan a producir perlas, el 25% son perlas muy malas y el 20% son de calidad media-baja, aunque se venden. Por lo tanto, del total de ostras, sólo un 5% considera satisfactorias las perlas clasificadas. Este porcentaje varía de la especie a la especie y del pueblo, pero los defectos de perla son en todos los casos excepcionales.

En cualquier época, las perlas siempre son atractivas

Al parecer, la admiración de la perilla comenzó en el tiempo de los romanos y los bizantinos. Todas las civilizaciones han dado una importancia muy diferente a los perlas. Parece ser el XIX. Que los japoneses que antes del siglo XX buscaban la concha no hacían caso a los perlas descubiertos. Los polineses crecían ostras perleras, pero para aprovechar las conchas (y no las perlas). Las perlas eran usadas por los niños en caniques. Sin embargo, más cerca de nosotros, uno de los motivos que Julio César tuvo para invadir Bretaña fue el deseo de hacerse con los perlas.

Eso es lo que nos cuenta, al menos, Plinio el Viejo (d.C.) 23-79) en su conocida Historia Naturalis. Según escribió, en los mares de Roma no se hallaban perlas y, aunque se descubrieran, eran pequeñas y de baja calidad. Por eso, en palabras de Plinio el Viejo, Julio César decoró la perla en inglés, un templo construido en honor a la Diosa Venus.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, la iglesia y la nobleza europeas se dotaron de perlas para adornar trajes, joyas y adornos. La mayoría de las perlas de entonces fueron producidas por ostras de agua dulce en Alemania, Escandinavia y Rusia.

Más aún, en el Renacimiento las perlas fueron las piedras preciosas de Europa. Cuando se establecieron redes de comerciantes como consecuencia de la colonización americana, el XVI. En el siglo XX, las perlas estuvieron más accesibles que nunca en Europa. Se establecieron dos mercados en Lisboa y Sevilla, a los que llegaban constantemente las perlas adquiridas en la India, el Golfo Pérsico y el Caribe. Los grandes mandias se adornaban todos los días con perlas, por lo que la perla se convirtió en una muestra de riqueza, estatus y buen gusto. Cabe destacar, además, que en esta época eran las perlas de aspecto raro y forma irregular las que más admiraban.

A pesar de la existencia de técnicas avanzadas de cría de perlas, el número anual de perlas actrices producidas es relativamente bajo.

Sin embargo, aquella fiebre de los perlas fue disminuyendo en el siglo XVII. A finales del siglo XX, por un lado, por la situación político-religiosa de entonces, y por otro, porque desde el Nuevo Mundo ya no llegaban las primeras perlas.

Cuando se desarrollaron las técnicas de diamantado y laboreo, estas piedras preciosas atrajeron el deseo de los europeos, pero sin embargo, el XVIII. En el siglo XIX se siguió utilizando perlas, sobre todo en palacios. Se usaban en cuellos, muñecas, grietas y otros adornos. Por supuesto, también se usaban para embellecer los objetos de la iglesia. Después, el XIX. En el siglo XVIII se descubrieron nuevas fuentes de perlas en Centroamérica, lo que resucitó el interés perlés.

De cualquier manera, en los años 1700-1800, entre los de clase media (con dinero suficiente para comprar) se extendió el interés perlés, tanto en Europa como en Estados Unidos. China e India eran los principales productores. Como un periódico viajaba en 1870, “las perlas son maravillosas y muy adecuadas para regalárselas a su novia”.

Es evidente que hoy en día las perlas siguen siendo muy apreciadas; en todo el mundo miles de millones de dólares se mueven en negocios alrededor de las perlas.

Por otra parte, las perlas, y el nácar en general, se han utilizado como materia prima para la fabricación de botones, ¿quién nunca ha visto los botones accesibles de los trajes y telas de nuestros abuelos?

En la actualidad estamos en la época dorada de los perlas, y aunque de hecho están casi al alcance de todos, siguen conservando el glamour de siempre.

Dos palabras sobre los productores de ostras

Cuadro de Jan vermer.

Hasta ahora hemos hablado de los perlas, presentados como trabajadores en beneficio del ser humano, pero no hay que olvidar que la sobreexplotación ha hecho desaparecer a las ostras perleras en muchos lugares, tanto en el mar como en el agua dulce. Por ejemplo, en el mar de Madagascar, la ostra perla Pinctada margaritifera, antaño muy abundante, está en grave peligro de extinción.

Las ostras de agua dulce, entre las que se encuentran las margaritíferas Maragritifera, tienen que hacer frente a una serie de problemas: en fase larvaria para no ir aguas abajo o al fondo de los lagos, tienen que asentarse en los branquios o aletas de los peces autóctonos, ya que si llegan al mar morirían inevitablemente, y, de paso, consiguen los alimentos que necesitan. Así, tanto los peces como las larvas de la ostra dependen totalmente del medio, ya que deben alimentarse de los alimentos que allí se encuentran. Por tanto, como consecuencia de la continua destrucción del hábitat en el que viven, es decir, de las canalizaciones, de la contaminación de las aguas por actividades humanas, etc., los ecosistemas de aguas dulces están cada vez menos ocupados por ostras perleras, que permanecerán así mientras no se produzca un cambio en la gestión de las aguas.

La ‘formación’ de Perlas en la época romana

El Viejo Plinio explicó en la enciclopedia Naturalis Historia varios aspectos sobre las perlas, describiendo por un lado el proceso de formación de las perlas y, por otro, los factores que influyen en las características de las perlas. Entre otras cosas, dijo que si los perlas recibían algún rayo de sol se daban por dorados, tal y como ocurre con el ser humano, o que cuando estaban creciendo había un rayo, no crecían correctamente porque se amedrentaban. Por otro lado, habló de los problemas que plantea la recogida de perlas: que el que va a recoger las perlas tiene que hacer frente a los monstruos marinos, que las valvas de las ostras atrapan y cortan la mano del pescador, que las ostras viven en lugares rocosos y profundos, vigiladas por las focas, etc.

Pero, sin embargo, el hombre no teme ir en busca de perlas, sino que las perlas son forzadas por las damas y las anderas. En este sentido, el novelista de ciencia ficción Jules Verne nos escribió hace tiempo las aventuras submarinas del capitán Nemo. Nos enseñó un molusco de trescientos kilos que encontró en el mar de Ceilán durante una excursión, con unos quince kilos de carne y una perla del tamaño del fruto del coco.


La cena más cara de la historia

Plinio el Viejo nos trae otra historia de la época romana. Lo más destacado es la apuesta entre Cleopatra y Marco Antonio. Cleopatra, por herencia, era el dueño de las dos perlas más perfectas del mundo. M. Antonio siempre estaba dispuesto a satisfacer todos los deseos y necesidades de Cleopatra, y en ello se gastó un montón de sestercios. Un día Cleopatra le prometió devolverle todo el dinero gastado en una cena. Claro, M. A Antonio le resultó absolutamente imposible y se hizo una apuesta para decidir el asunto.

La cena fue un buen banquete, diez millones de sexertzios según Plinio, pero no era en absoluto M. Lo mismo que Antonio gastó con Cleopatra. Por supuesto, M. Antonio califica la apuesta como ganadora. Pero la creencia es la mitad corrupta, hasta que Cleopatra pidió un vaso con vinagre y cuando le trajeron, quedo de las orejas una de las dos maravillosas perlas colgando y la metió en vinagre. El vinagre, al ser ácido, tiene la capacidad de disolver las perlas. El cleopatra esperó a que la perla se derretiera y después bebió vinagre. El valor de esta perla única superaba en infinidad de ocasiones lo disipado por Marco Antonio y, por tanto, M. Antonio perdió su apuesta.

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