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La mordedura, una sensación que todavía no sabemos qué es

1989/04/01 Agirre, Jabier - Medikua eta OEEko kidea Iturria: Elhuyar aldizkaria

Muesca, pimiento de gallina, dentición. El nombre no importa. La mayor parte de la gente experimenta una sensación no agradable ante ciertos ruidos o imágenes: cuando se rasca sobre determinadas superficies, cuando se oye el torno eléctrico del dentista, cuando suena el roedor de los entresijos o cuando se oye un simple doblado de un trozo de papel. ¿Por qué ocurre? Los científicos todavía no lo saben, y se utilizan diferentes hipótesis para aclarar este fenómeno.

¿Qué impresión produce el ruido de las uñas sobre la pizarra? Tranquilo. No vayas y sigue leyendo. Con sólo pensar se producen escalofríos a cualquier persona. ¿Sabemos por qué? La ciencia tiene mucho que decir, pero todavía no ha resuelto el problema.

Una encuesta realizada con el objetivo de analizar el suceso que conocemos como el “trasero de gallinas” nos ha dado una curiosa lista de cosas que nos hacen crear la mordedura. En primer lugar aparecían las uñas y la pizarra. Y después, lo más desagradable sería el ruido que hace el torno del dentista. Otros motivos que aparecen en la lista son el ruido que hace un globo al andar, la espuma de poliestireno, el ruido molesto de algunos rotuladores, el ruido de intriga de freno, el ruido de fondo de una alarma de coche o el estrechamiento de los veloces.

Hay cabezas rápidas y pizarra que forman el culo de la gallina.

Los síntomas son escalofríos, irritaciones o irritaciones que aceleran el latido cardíaco, o este carrasca molesto de dientes. Pero las razones son muy particulares para personas diferentes. Algunos sienten escalofríos cuando tienen polvos de talco entre los dedos o cuando tocan algún objeto de cerámica. Sin embargo, para los demás, esta sensación molesta se debe a ver quitando las bolitas de un jersey, ver rompiendo el hielo, o a hacer horcas a las uñas. No es una fobia o una manía especial, no es sólo miedo. Lo que pasa es que el simple visionado o escucha nos molesta.

Son muchas las palabras que describimos esta sensación: asco, mordedura, cimacio... El antropólogo Alan Dundes de la Universidad de California considera que todos son términos inapropiados. No creo que haya palabras precisas para definir el fenómeno de la uña contra la pizarra. Lo mejor es la expresión “oilo-ipurdi”. El término escalofríos se relaciona con la enfermedad y el temor al temor.


Pero, sea cual sea su nombre, este fenómeno de "pollos enanos" parece universal. Es un hecho que se ha podido recoger en todos los lugares y culturas. Aunque todavía no está muy claro, algo parece haber sucedido en la evolución humana. Una respuesta tan universal tendría cierto valor en un momento dado para la supervivencia. Para la mayoría de los neurólogos, la mordedura no sería más que un reflejo de la lucha o respuesta primitiva de escape. Una descarga de adrenalina de Bapate responde al sistema nervioso autónomo: se contrae los vasos sanguíneos y el pelo se aclara.

Al cerrar los capilares, la sangre se separa de la piel, la cara se pela, el cuerpo se agita. Los músculos se contraen y parece que todos nuestros cabellos están más grandes y peligrosos. William McClure, director del programa de Neurología y Comportamiento de la Universidad de California, afirma una respuesta totalmente irracional. Es un conjunto de emociones con más de 50.000 años de historia, que luchan con la cada vez más sofisticada sociedad de nuestro día, un recuerdo de las partes más antiguas de nuestro cerebro.

Cuando se activan estas estructuras nos ponemos inmediatamente en alerta, aunque no sabemos por qué. Quizás, y esto no es más que un supuesto, porque los sonidos que tanto nos molesta son similares a los que producirían las garras agudas de un leopardo contra una roca. El mensaje era claro para nuestros antepasados: déjanos y no mires hacia atrás.

Algunos consideran que la respuesta es puramente biológica debido a la forma en que el oído interno y una parte del cerebro, llamadas 44 áreas, procesan el sonido. Estos molestos sonidos indicarían que el espectro del oído está saturado. Esta explicación no aclara, sin embargo, la oposición de la gente a los polvos de talco o bolitas de jersey.

La psicoacústica pretende explicar el problema por otra vía. Ciencia que estudia las formas de respuesta humana ante los sonidos. Cuando se graba y analiza el ruido producido cuando se suelta una pizarra, la onda representativa es muy compleja. En los laboratorios especializados se eliminan ciertas frecuencias de grabación para ver la respuesta de diferentes personas a esas versiones reducidas o filtradas. En un principio se pensó que eran las altas frecuencias las responsables de esa aversión. Pero después de eliminar estas frecuencias, la gente seguía respondiendo de la misma manera.

Por lo tanto, la psicóloga Randolph Blake y sus compañeros piensan que no es una aversión adquirida o aprendida, sino una característica de nuestra biología. ¿Existe en la naturaleza un sonido similar al que producen las uñas contra la pizarra? Se analizaron las ondas de diferentes ruidos o ruidos, y las más similares fueron los gritos de alarma de los chimpancés. Por este camino, Blake sugiere realizar un experimento para analizar la respuesta del sonido de las uñas en la pizarra a los chimpancés.

Hay otros puntos aún sin resolver. ¿A qué edad empiezan a sentir descontento a través de esos sonidos? ¿Son más sensibles las personas mayores que los jóvenes? ¿Ambos sexos reaccionan igual?

Blake ha escuchado sus grabaciones cientos de veces y siempre ha sentido escalofríos. Aunque, como él mismo dice, estos escalofríos no siempre son desagradables.

En un estudio realizado en 1980 por el farmacológico Avram Goldstein, a casi la mitad de sus 249 pacientes se les ponía el culo de la gallina y un nudo en la garganta al escuchar música, ver películas de cine o ir al teatro, ante un paisaje espectacular o escuchar una escena heroica extraída de un libro. Los escalofríos siempre comenzaban en la nuca para extenderse a la cara y el pelo. Después se abrían hacia los hombros y brazos para descender por la columna. Según Goldstein, este recorrido está limitado por una parte del cerebro relacionada con las emociones y el funcionamiento del sistema nervioso autónomo.

Para ver si estas sensaciones dependían de la regulación de las endorfinas, Goldstein les pidió escuchar una pieza musical. Después les dio naloxona (droga que bloquea la acción de las endorfinas) y repetió la experiencia. Tres pacientes ya no sentían escalofríos. Goldstein cree que con altas dosis podría acabar y desaparecer la inquietud de todos los pacientes.

Como hemos visto, la ciencia puede aclarar cómo sucede, pero no por qué ocurre. Es curioso que en este momento en el que nuestras emociones están tan superficiales, mantengamos esa capacidad o capacidad de sentir escalofríos a lo largo de la evolución. Sin embargo, la mayoría de las preguntas iniciales siguen ahí: ¿por qué vibran y esas sensaciones? ¿Son sólo una huella de los miedos y amenazas que han sufrido nuestros antepasados? ¿O todavía hay algún otro elemento que la ciencia no haya aclarado? El futuro nos dará luz; del pasado sólo recibimos silencio.

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