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Henry Bessemer

1993/08/01 Azkune Mendia, Iñaki - Elhuyar Fundazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria

Entró en el Charlton (Hertfordshire) de Inglaterra el 19 de enero de 1813. El joven Henry, padre de familia de caracteres tipográficos, pronto empezó a trabajar con gran facilidad para preparar nuevos aparatos. Inventó un nuevo sistema para sellar los escritos y el gobierno británico lo tomó inmediatamente sin pagar nada. Por ello, desde entonces puso sus inventos con mucho cuidado a la patenta.

A principios de la década de 1850, los ingleses, unidos a los franceses, combatían a los rusos en el Crimen. Entonces, Bessemer buscaba idear un nuevo y mejor proyectil para los cañones, con el fin de tener un mayor tirón y ser más precisos.

La Ministra de la Guerra inglesa ignoró el proyecto y dedicó sus trabajos al gobierno francés. Napoleón III le ayudó a realizar sus ensayos. Se trataba de ir girando el proyectil al salir del cañón. Para ello el proyectil debía estar perfectamente ajustado en el interior del cañón, ya que de lo contrario, al estallar la pólvora, los gases salían al exterior perdiendo fuerza. Por lo tanto, dentro del cañón habría más presión, y como los expertos franceses insistían en la ironía, al estallar el cañón y en lugar de matar al enemigo morirían los lugareños.

Bessemer aceptó esta crítica y comenzó a buscar hierro de alta resistencia para cañones de gran tirón. El material adecuado podía ser el acero, pero en aquella época era muy caro (casi igual al oro).

Lo que salía de las fundiciones era el hierro fundido, con un alto porcentaje de carbono, muy duro y frágil. Por lo tanto, había que reducirlo. Al hierro sin carbono, dulce, se le podía dar cualquier forma de forjado por ser maleable. El acero en cantidades intermedias de carbono entre el hierro dulce y el fundido, presentaba dureza y dificultad. Era por lo tanto ideal para hacer cañones. Pero había un obstáculo para conseguir este tipo de acero. Primero había que convertir el hierro fundido en dulce y luego añadir el carbono que necesitaba.

Bessemer ideó el sistema adecuado para realizar esta conversión. En el sistema hasta entonces se fundía el hierro fundido y se le añadía midiendo el mineral de hierro. Los átomos de carbono se combinaban con los átomos de oxígeno del mineral y salían al exterior como gas obteniendo el hierro dulce.

Sin embargo, Bessemer inventó un nuevo sistema de aporte de oxígeno al fundido sin añadir mineral. En lugar de meter el mineral, le introduciría una corriente de aire para que la fundición líquida captaría el oxígeno. Bessemer temía que el aire enfriara la masa fundida, pero al ensayar sucedió al revés. El oxígeno del aire quemaba carbono y de paso calentaba la masa. Cortando la corriente de aire en el momento adecuado, se obtenía un acero con la cantidad de carbono adecuada, que era mucho más barato que antes.

Dio cuenta de su sistema en 1856, pero fracasó. De hecho, en sus ensayos Bessemer utilizó un mineral sin fósforo y posteriormente se sometió a pruebas industriales con fósforo. Sin embargo, Bessemer sabía el porqué del fracaso y construyó su fábrica en 1860 en Sheffield pidiendo dinero.

En pocos años se hizo muy rico y en 1879 fue nombrado miembro de la Real Sociedad. Murió el 15 de marzo de 1898 en Londres.

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