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Tratando de comprender el comportamiento humano

2003/12/07 Agirre Ruiz de Arkaute, Aitziber - Elhuyar Zientzia

Nuestra sociedad es un ejemplo absolutamente atípico en el mundo animal. La división de los trabajos es muy concreta, existe una gran cooperación entre los miembros de la sociedad, no sólo entre familiares, sino también entre grandes grupos de individuos que no tienen ninguna relación genética. El altruismo y la egoísmo tienen mucha fuerza en la sociedad, pero las teorías genéticas de la evolución no pueden explicar este fenómeno. ¿Qué hay detrás del altruismo humano?
Los seres humanos tienden a apoyarse mutuamente, más que otros animales. ¿Por qué?

En las sociedades modernas el ser humano se reúne en grandes grupos. Ha desarrollado modelos organizativos complejos en los que la colaboración es imprescindible. A cada uno se le ha asignado un trabajo en el que participan todos. Pero no sólo en las sociedades modernas, sino también en las sociedades antiguas. Ellos también tenían una organización de intercambio de alimentos y una caza cooperativa, entre otros.

En la naturaleza, el resto de animales tienen una distribución de trabajo mucho más sencilla. Se organizan en grupos mucho más pequeños y no dependen uno del otro. Normalmente los miembros de la misma familia se ayudan, pero no otros. Y es que ayudar a los hijos tiene sentido: el gen de cada uno ayuda a pasar de generación en generación. Pero, ¿tiene sentido colaborar con los individuos de otras familias?

No mentimos, hay una organización compleja, como los insectos sociales. Pero su organización tiene una base genética, esa es su principal diferencia respecto a nosotros. En el caso de las hormigas y abejas, por ejemplo, cada individuo tiene genes que le obligan a ser obrero, reina o soldado. Se activan distintos genes para unos y otros, lo que limita su ocupación.

En el caso de los seres humanos, sin embargo, la cooperación no es un fenómeno genéticamente orientado. No hay en nuestro genoma ningún género que nos empuje a cooperar y, sin embargo, lo hacemos. ¿Para qué? Como este fenómeno no tiene una base genética, las leyes genéticas básicas de la biología no han encontrado la forma de explicarlo y han tenido que abordarlo otros campos científicos.

Experimentos con seres humanos

En algunas especies los animales apenas colaboran.

Está claro que el hombre es altruista respecto a sus familiares, algo que nadie pone en duda. ¿Pero por qué altruista con los demás? ¿Recibe algún tipo de retribución?

Algunos investigadores de Zurich han realizado diversos juegos experimentales para conocer la naturaleza y el porqué de este altruismo. Se han seleccionado personas desconocidas, de diferentes orígenes y culturas. Se les une por parejas en una habitación y les dan una cantidad de dinero. Eso sí, con la condición de que ambos decidan cómo repartir el dinero. La primera persona deberá proponer la distribución exacta del dinero y la segunda indicará si está o no de acuerdo con dicha distribución. Si está de acuerdo, el dinero lo repartirán así, tal y como ha dicho el primero, y si no está de acuerdo, lo devolverán al investigador, quedando ambos sin dinero.

En este ensayo han visto que en el 25% de los experimentos la segunda persona se ha opuesto al reparto de dinero. Esto demuestra que no han apostado por su propio interés. Si fuera así, aceptarían en todos los casos la oferta de la primera para recibir el premio. Sin embargo, el 25%, ante esta injusticia, opina que recibirían poco dinero y prefieren renunciar al dinero.

Castigo altruista

Las abejas son insectos sociales, pero este sistema de cooperación tiene una base genética diferente a la humana.

Según estos experimentos, muchos hombres y mujeres han mostrado una tendencia a castigar a personas que no han actuado correctamente. Decir no a la oferta cuesta mucho para quien se niega, pero el sicario castiga al otro porque ha incumplido la norma de la sociedad. Como consecuencia de esta penalización, en los próximos experimentos la mayoría de los que tienen que licitar han seguido esta regla.

En realidad, este experimento imita muchas situaciones de la vida normal. Salvo que las leyes lo obliguen directamente, el ser humano se encuentra a menudo en situaciones similares: ¿actuar honestamente o hacer trampas? Según los investigadores, la propia sociedad obliga, de alguna manera, a mantener una conducta honesta, ya que de otra manera le castiga. Los investigadores le han llamado una pena altruista.

Pero los experimentos demuestran que la cooperación de los demás es fundamental para hacer realidad esta conducta altruista. Eso es lo que genera equilibrio. Si la conducta de las otras personas no es correcta, ninguna de ellas es honesta. Además, cuando se juntan dos personas y se les da dinero, el altruismo es mucho menor si se les asegura que no volverán a ver a otras personas y se hace de forma anónima. Porque al ser humano, además de la justicia, le afectan conceptos como el prestigio. De alguna manera, tiene que creer que actuar honestamente le reportará ventajas en el futuro, no lo hace. No existen en el resto de animales.

¿Tiene algo que decir la evolución?

El ser humano ha creado una sociedad compleja que lleva mucho tiempo mostrando a los niños la importancia de ayudarse mutuamente.

Los biólogos saben que todo esto no tiene base genética, que no hay género que lo produzca. Pero ¿influye la propia evolución? Es decir, ¿el altruismo mejora o asegura después la supervivencia de esa sociedad? ¿Tiene ventaja frente a otras sociedades? De ser así, la selección natural estaría favoreciendo el altruismo.

Los investigadores así lo creen. De hecho, los padres y madres tienen una larga labor de educación y socialización. ¿Y tendría sentido si eso no fructificase después?

Los científicos siguen investigando el altruismo humano. Parece que se debe a la fuerza evolutiva de la naturaleza. Sin embargo, todavía quedan muchos interrogantes sin resolver, ya que en la naturaleza no hay otro ejemplo.

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