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¡La vida del astronauta no es fácil!

2005/07/25 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia

Cuando nos preguntaban ¿qué quieres ser de mayor?, muchos respondíamos “astronauta”. Ser astronauta tiene cierta atracción, al menos igual que ser bombero. Pero luego uno se da cuenta de que será muy difícil llegar a ser astronauta. Y no sólo eso: Algunas acciones cotidianas muy comunes en la Tierra se complican mucho en la nave espacial. No tiene que ser fácil...
La falta de gravedad genera muchos problemas en el día a día.

¿Te has preguntado alguna vez cómo van al baño, qué comen o cómo se limpian? No es una ocurrencia rara, muchos tienen la misma curiosidad. Y es que también las cosas más sencillas que hacemos todos los días, ahí arriba, dentro de la nave espacial, tienen que ser diferentes. Y así es.

Por ejemplo, ir al baño no es tan fácil como en la Tierra, ni mucho menos. En el suelo, tanto los residuos sólidos como los líquidos van al suelo gracias a la fuerza de gravedad. Con el agua lo llevas lejos y listo, todo limpio. En la microgravedad espacial, sin embargo, los residuos flotan como el resto de cosas. Para solucionar este problema, los ingenieros han realizado una serie de intentos que, a pesar de estar en marcha, todavía no han sido superados.

Eso sí, han avanzado mucho. De hecho, la versión inicial no era muy sofisticada, es más, al principio no se había previsto nada. La primera nave espacial estadounidense que transportaba al hombre en su interior salió a la órbita en 1961, pero no debía hacer una órbita completa, sino un vuelo corto de cuarto de hora. Por eso a nadie se le ocurrió poner un baño. En una misión de quince minutos no se consideraba necesario. Sin embargo, el lanzamiento se retrasó mucho.

En consecuencia, el astronauta Shepard estuvo horas y horas dentro del barco, sin moverse de su lugar, dispuesto a lanzarse al espacio y rodeado de cámaras de televisión. No podía dejar el recipiente para cubrir sus necesidades fisiológicas, por lo que no tuvo más remedio que orinar allí mismo. Pero no se dio cuenta. De hecho, los de control estaban analizando la actividad del corazón del astronauta y para ello se le colocaron varios electrodos en el pecho.

Bajo los trajes especiales, los astronautas servían pañales hasta hace unos años.

Al extender la orina dentro del traje de astronauta, mojaron los electrodos. Y como la orina es rica en electrolitos que conducen electricidad, parecía que el corazón se volvió loco, ya que las mediciones se mezclaron totalmente. Sin embargo, la misión avanzó. Pocos minutos después, el primer astronauta salió al espacio como estaba. Mojada. Menos mal que para la siguiente ocasión inventaron una solución: le hicieron ponerse un pañal grande al astronauta.

Del pañal al al baño real

Aquel primer pañal era muy básico, pero evolucionó y se convirtió en una bolsa que se pegaba en el glúteo. Una vez hechas las deposiciones, las bolsas podían estar limpias, ya que las heces quedaban envueltas en ellas. Sin embargo, había que tener mucho cuidado para que no se escaparan antes de cerrar. Esto ocurrió alguna vez y las televisiones tuvieron que apagarlas para no ofender al público estadounidense.

Ahora, en sus naves espaciales, tienen aseos similares a los que tenemos en la Tierra. En el espacio el agua es equivalente al oro, por lo que se aprovechan del aire para llevar los heces, especialmente preparados para ser utilizados en microgravedad. El ejemplo es el Waste Collection System de la NASA, es decir, el sistema de recogida de residuos WCS.

Así es uno de los baños diseñados por la NASA.

El WSC no se limita a la recogida de residuos, sino que también los trata. Diseñado tanto para hombres como para mujeres, se encuentra en una habitación de 75 centímetros de ancho, en la cabina de la tripulación. Para quedarse sentado en el baño tiene una barra para rodear los muslos. Además, el astronauta se pega al baño con cuatro velcros y los pies también quedan atados.

El baño tiene forma de embudo y está unido a una manguera flexible. Se puede utilizar sentado o de pie. La orina es arrastrada hacia el interior por una corriente de aire y la mezcla entra en una cámara giratoria. La fuerza centrífuga separa ambos y la orina pasa al depósito de aguas residuales.

El asiento, además, es un poco blando y se adapta al cuerpo del que se sienta. De esta forma queda herméticamente cerrada al exterior. Dispone de un orificio de unos diez centímetros para residuos sólidos. Nada más empezar a utilizarlo, sale aire por unos orificios situados bajo el asiento. Emite 850 litros de aire por minuto, lo que hace que las heces vayan a una bolsa estratificada y porosa. A pesar de la extracción de aire de los poros, los líquidos y las bacterias quedan atrapados dentro de la bolsa. Por tanto, es totalmente higiénico.

¡Para ir al baño también hay que entrenar!

Una vez que el astronauta ha terminado los trabajos de inodoro, abren una válvula para depositar los residuos en el vacío del espacio. Inmediatamente los residuos sólidos quedan congelados, deshidratados y desodorizados. Posteriormente se almacenan para su análisis en la Tierra.

Por el contrario, los líquidos recogidos en el depósito de agua residual son eliminados periódicamente. Un astronauta señaló que la imagen que se produce al vaciar líquidos al atardecer es realmente hermosa. En cualquier caso, el espectáculo será un merecido premio, una vez tomadas estas obras...

Proyecto MELISSA para viajes largos

Aunque los astronautas tienen aseos similares a los que tenemos ahora en la Tierra, la ESA quiere dar un paso más y convertir los residuos en agua, oxígeno y comida. Para ello ha creado el proyecto Melissa. En el proyecto participan numerosos centros de investigación europeos, así como agencias espaciales canadienses.

Empezó en 1989 y su objetivo es hacer frente a los problemas de suministro que surgen en viajes largos. Imagínate cuánto agua, comida y oxígeno necesitarían los seis astronautas para ir a Marte, por ejemplo. Hay que tener en cuenta que el desplazamiento al planeta rojo tarda al menos tres años. Así, se ha calculado que la nave espacial sólo debería transportar 33 toneladas de material. Eso hace imposible el viaje. Por lo tanto, para empezar a organizar este tipo de viajes es imprescindible encontrar una solución al problema y lo mejor es crear elementos útiles a partir de los residuos.

El viaje a Marte dura unos tres años.

El proyecto Melissa comenzó en 1989 y ya ha avanzado bastante. El sistema es un ecosistema en miniatura que transforma los residuos y el dióxido de carbono en biomasa comestible a través de la energía de la luz. Dicho de otro modo, realiza la fotosíntesis. El sistema consta de cinco partes o compartimentos. En tres de ellas hay diferentes tipos de bacterias que degradan los residuos, en otras bacterias fotosintéticas y vegetales, y en la última, por supuesto, va la tripulación.

El primer apartado es muy importante. Allí se licuan los restos de la tripulación y se convierten en ácidos grasos volátiles, amoniacales y minerales. El dióxido de carbono generado se lleva al compartimento de las plantas. En la segunda parte, el carbono inorgánico se convierte en carbono orgánico y, en la tercera, el amoniaco de la primera parte se convierte en nitrato. Debido a que las plantas también necesitan nitrato, se lleva al cuarto compartimento.

En este cuarto apartado se utilizan, por tanto, compuestos generados en los anteriores para el cultivo de las plantas. De alguna manera, se trata de una especie de huerta. Además, las plantas y las bacterias fotosintéticas producen oxígeno y agua.

Tras quince años de investigación, han demostrado que más del 70% de los residuos son reciclables y reutilizables. Ya se han realizado algunas instalaciones piloto y están listas para ser probadas en el espacio. Posteriormente, en función de los resultados, se deberá ajustar, afinar o modificar, pero básicamente así será el sistema de futuro.

Cabe destacar que algunos de los avances generados para este sistema tienen aplicación en otros ámbitos. Por ejemplo, la casa de vinos Freixenet utiliza unos sensores ideados para el sistema. En la base de investigación Concordia de la Antártida se ha instalado un sistema basado en el primer compartimento para el reciclaje de las aguas residuales.

Menú espacial

Menú de astronautas.

Comer es tan imprescindible, cotidiano y básico como ir al baño. La comida de los astronautas está preparada para ocupar el menor espacio posible, pesarse poco y durar. Algunos alimentos no requieren tratamiento y pueden ser llevados a bordo como las barras de cereales y los frutos secos. Otros son los macarrones, el queso y los huevos. Los astronautas deben echar agua antes de comer. Frutas, yogures y algunas carnes son tratadas con calor para matar bacterias e incluso deshidratadas en parte. Otras carnes se irradian.

De una u otra manera, han conseguido que los astronautas puedan comer un menú similar al que se come en la Tierra. De hecho, al principio comían una especie de papilla empotrada en los tubos, lo que al parecer no satisfacía a los astronautas.

Sin embargo, todavía no pueden llevar cualquier comida. Los alimentos que dejan los pechugas son especialmente peligrosos, ya que flotan, pueden introducirse en la máquina y dañar el sistema. Y los astronautas pueden enfermar por inhalación.


Sin ducha

No ducharse después de trabajar duro. ¡Es una marca!

Dicen que la estación espacial MIR tenía un olor propio, un armario lleno de calcetines. Y no es de extrañar, porque limpiar en el espacio no es cosa de bromas.

Actualmente los astronautas utilizan productos especiales para limpiarse. La clave es no gastar agua. Es por ello que se utilizan unos champús que se formaron en los hospitales, ya que una vez utilizados no es necesario enjuagarse para eliminar el jabón. También son muy útiles los trapos húmedos utilizados para limpiar el trasero a los niños. Sin embargo, deben tener cuidado con los componentes. No pueden contener alcohol ni glicol de propilles por sus problemas de reciclaje. En consecuencia, los champúes contienen componentes de origen vegetal.

Para lavar la ropa deben utilizar la menor cantidad de agua posible, pero al menos no tienen problemas de secado, ya que el aire suele ser seco dentro del recipiente. Ahora se están diseñando prendas que evitan la proliferación de bacterias. El tejido tiene hilos de plata, ya que el metal impide el crecimiento de bacterias. Parece que da buenos resultados, y ahora las sábanas, toallas, etc. comienzan a fabricarse con ese tejido.


Publicado en el apartado D2 de Deia.