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La última palabra de Lovelock. El padre de la hipótesis Gaia genera debate

2004/06/20 Roa Zubia, Guillermo - Elhuyar Zientzia

El indio norteamericano formaba parte de la zona. No era testigo o observador de la naturaleza, era naturaleza. Además, no era el propietario de la tierra, sino el inverso, sino el propietario del indio. También del lobo, del búfalo y del árbol y de cualquier otro ser vivo. Y de ello dependían todos ellos.
Debemos dejar de emitir dióxido de carbono para combatir el efecto invernadero.

Esta filosofía no se correspondía con la europea. El europeo se apropió de la tierra. De hecho, cuando ambas culturas, europea e india, se encontraron, la propiedad de la zona fue uno de los principales problemas de entendimiento. El hombre blanco ponía barreras en los terrenos y las hacía suyas. Luego era el dueño de la zona en la que escribía en papel, y a partir de entonces otros seres humanos debían respetar ese disparate. Todos: tanto los blancos como los indios. El absurdo de los europeos ganó la batalla entre las filosofías.

El punto de vista indio, el punto de vista perdedor, era inteligente. La Tierra está ahí y el hombre vive en ella, es más, forma parte de ella.

Antes de avanzar, lector, por si acaso, deberemos recordar que tú y yo somos un ferviente seguidor del absurdo; que queremos para nosotros la tierra que es nuestra, y que estamos a favor de ser así, aunque a veces reivindicamos a nivel teórico la filosofía de los indios.

En la sociedad occidental no somos los primeros en promulgar esta teoría. Por ejemplo, Platón escribió que el planeta Tierra podía ser un ser vivo. Pero no se puede decir que esta idea haya tenido mucho éxito. Sí, se extendió en la sociedad occidental, pero como un concepto muy teórico. En definitiva, en una sociedad basada en la propiedad privada difícilmente avanzará una idea de este tipo.

James Lovelock, creador de Gaia.

La consideración de la tierra como un ser vivo desde el punto de vista ecológico. Supone una reflexión ecológica tanto sobre la relación con la biosfera, con todos los seres vivos, como con la atmósfera. Esta conciencia ecológica se desarrolló a partir de la década de 1960, año en el que James Lovelock estaba estudiando la relación entre los planetas y la vida. Lovelock estaba analizando la supuesta vida de Marte para la NASA, pero sus reflexiones empezaron a aplicarse en el caso de la Tierra.

La atmósfera terrestre es muy especial, sobre todo en comparación con el planeta circundante. Y es que esta atmósfera, como aprendimos en la ikastola, está compuesta principalmente por nitrógeno y oxígeno. Obviamente, esta composición química es el resultado de la vida, es decir, tenemos el oxígeno en el aire porque la Tierra está viva, y analizando la atmósfera, uno de los venidos del espacio puede saber que la Tierra está viva. Todo esto lo tenía claro Lovelock, incluso pensaba que si la vida desapareciera cambiaría la composición de la atmósfera, no lo sería. Por ejemplo, el oxígeno oxidaría la Tierra y desaparecería del aire.

Sin embargo, existen otros gases en la atmósfera terrestre en proporciones muy pequeñas. Uno de ellos es el dióxido de carbono. El dióxido de carbono es muy abundante en la atmósfera de los planetas que lo rodean; la densa atmósfera de Venus y la fina atmósfera de Marte están formadas por dióxido de carbono. En la Tierra hay muy poca cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, pero la actividad humana está provocando un aumento de este gas.

La hemos hecho dueña de la Tierra, la hemos fraccionado para decir que es nuestra.

En la actualidad está asumido el aumento del dióxido de carbono, el efecto invernadero y el calentamiento del planeta. La Tierra no es la única, en Venus el efecto invernadero es enorme y la piel está a 464 grados de media. No hay duda de que la probabilidad de vivir allí es muy pequeña.

Evidentemente, la Tierra no llegará a esta situación, entre otras cosas porque no llegará a tener una atmósfera tan intensa como Venus. Sin embargo, el aumento de la concentración de dióxido de carbono es un problema grave. Lovelock se percató de ello y así se lo dijo al presidente Margareth Thatcher, en una época en la que había poca gente que se preocupaba por este problema.

La principal aportación de Lovelock fue recoger esta teoría que considera la Tierra como un ser vivo y desarrollarla desde el punto de vista de un estudio científico. El tema se llamó hipótesis. El tema lanzó la hipótesis hacia 1980 y desde entonces se ha convertido en un clásico en ecología.

Ahora, Lovelock tiene 84 años y lo consideramos un científico de prestigio. No hay duda. Por eso ha sorprendido a mucha gente con el artículo que ha publicado hace dos semanas en The Independent.

¿Funciona correctamente Lovelock? ¿La energía nuclear es la única alternativa?

En este artículo, el legendario James Lovelock, modelo ecologista, ha defendido la energía nuclear. Ha sorprendido a ecologistas, científicos y otros expertos. En cualquier caso, hay que decir que no son ideaciones locas de un anciano, sino una cosa bien pensada. Lovelock considera que la energía nuclear es la única opción para combatir rápidamente el efecto invernadero. La razón es muy sencilla: la energía nuclear no genera emisiones de dióxido de carbono.

¿No hay otra alternativa? ¿Ni uno? Greenpeace y otros grupos ecologistas responden con rapidez. Ellos apuestan por las energías renovables como la mejor solución para empezar a reparar el calentamiento del planeta. Sin embargo, en la actualidad, las energías renovables no proporcionan la energía suficiente para abastecer a todos nosotros. Un problema complejo, ¿no?

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