Por el declive de los anfibios
2002/04/01 Imaz Amiano, Eneko - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria
En muchas ocasiones no conocemos los factores que han provocado el descenso de las poblaciones, aunque se están investigando en diferentes ámbitos. Por ejemplo, se ha estudiado el cambio climático (muchas especies de anfibios desovan entre 1 y 2 meses antes que hace muchos años). La contaminación, la lluvia ácida, la radiación ultravioleta, los productos químicos agrícolas, etc., han sido objeto de investigaciones sobre diversos factores.
Sin embargo, la mayoría de los estudios son puntuales y de respuesta a situaciones puntuales y se observa que cada especie de anfibio responde de manera diferente a cada situación. Es decir, se ha observado que las especies que viven en ecosistemas montañosos tienen una mayor protección frente a la luz ultravioleta (mecanismos de reparación del ADN dañado, formas de protección del huevo…).
Los que preocupan a los herpetólogos, sin embargo, no son sólo situaciones puntuales. Se habla de una combinación de motivos para explicar la reducción de las poblaciones en todo el mundo. En nuestra latitud, la incidencia de la radiación ultravioleta ha aumentado un 10% en verano y un 4-5% en invierno desde que comenzó a medirse. Y si además se elimina la vegetación de ribera, por ejemplo, aumenta mucho el efecto de la radiación. O la disminución de los niveles de agua por cualquier causa aumenta la influencia de la radiación al desaparecer la protección que ofrece la profundidad.
Por medio de hongos
La primera respuesta de los investigadores fue estudiar problemas abióticos para explicar el declive de muchas especies, pero posteriormente se ha detectado la presencia de factores bióticos, más concretamente de anfibios inducidos por el hombre. En EE.UU. descubrieron que las larvas enfermaban y murían. Primero pensaron en causas abióticas, pero posteriormente, en 1949, identificaron la enfermedad causada por la bacteria Aeromonas hydrophila. Posteriormente, la bacteriana fue considerada como una enfermedad secundaria, ya que ya se había detectado que los iridobirus afectaban a los ejemplares enfermos. Ahora la pregunta es ¿por qué ha aumentado la incidencia de los virus que ya existían? La mayor afección a las poblaciones con inmunodeficiencia y a los hábitats modificados hace que los investigadores se consideren directamente afectados por la modificación de los factores abióticos.
Las infecciones de los hongos kitriberes también se están popularizando. Se trata de una enfermedad identificada tras el descubrimiento de nuevas especies de anfibios en los lugares más recónditos del mundo y una disminución drástica de las poblaciones ya conocidas en entornos limpios y protegidos a los pocos años. Afectó al sapo común en el Peñalara español. Fue detectado en 1997 y se comenzó a investigar en 1999, tras la desaparición de los sapos del 90% de los pozos. Vieron que estaban afectados.
El grupo de estos hongos es muy diverso y cosmopolita, aunque más abundante en los charcos de los altos montes. Afecta especialmente a los ejemplares que han hecho metamorfosis reciente y es muy letal (en Peñalara bastan unos 100 zoosporas para matar un cura en 35-47 días). Antiguamente convivía con los anfibios locales en equilibrio, pero en los últimos años (más o menos desde los años 70) el equilibrio ostental-patógeno se ha roto aquí. Además, se ha comprobado que el hombre (también los investigadores) ha llevado el hongo a lugares donde no estaba, llevando esporas en prendas de vestir, guantes, material… Por ello, en un congreso celebrado en Australia en el año 2000 se tomaron varias decisiones sobre estos hongos:
- elaboración de un protocolo de trabajo con anfibios.
- No realizar traslocaciones o accesos.
- evitar la contaminación por investigadores.
- desinfección del material.
Pero, además de que el ser humano haya trasladado la enfermedad a nuevos lugares, ¿por qué se ha roto el equilibrio de huésped/patógeno? Esta es la pregunta básica de muchas investigaciones.
En general, está muy extendido el declive de las poblaciones de anfibios. Sin embargo, y a pesar de no poner en duda esa convicción, hay quien dice que la duración de muchas de las investigaciones que se llevan a cabo parece que no es posible decirlo. Muchas investigaciones duran un año, dos, tres, etc., porque en la mayoría de los casos es difícil encontrar financiación plurianual. Sin embargo, en muchos casos este periodo de tiempo no es suficiente para ver las tendencias de las poblaciones en estudio, sobre todo en zonas donde el clima o el medio físico son variables. En un estudio realizado en el sur de España, concretamente en Murcia, 13 especies fueron seguidas durante 16 años. La cantidad de lluvia en la zona no es la misma cada año. Así, a finales de la década de los 80 sufrieron una fuerte sequía. En esos años fueron menos charcos, menos escasos y de menor duración, y aunque cantaron los machos aparecieron muy pocas hembras. La metamorfosis también la hizo muy pocas larvas. Si cualquier investigación sobre anfibios se llevase a cabo durante los 3-4 años de sequía, se habría deducido que las poblaciones de estas 13 especies se encuentran en pleno declive. Aunque se sospeche el efecto de la sequía no sería posible conocer las situaciones anteriores y posteriores. Sin embargo, durante los 16 años que duró la investigación se observó que las fluctuaciones de las poblaciones se debían a cambios meteorológicos puntuales. El año siguiente a la sequía llovió y, al siguiente, aumentó mucho el número de anfibios, especialmente el de hembras, y las larvas que metamorfosearon ese año y los siguientes. Ahora, el mismo equipo de investigación dirigido por Manuel Tejedo está trabajando en técnicas genéticas para determinar si las poblaciones se ven afectadas de forma frecuente. |
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