Historia de la Anestesia
2001/10/01 Roa Zubia, Guillermo - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
La disminución del dolor físico ha sido un deseo del ser humano desde hace tiempo. Con este objetivo, el primer paso en la anestesia para la medicina es el XIX. Se realizó a mediados del siglo XX. Fue un momento especial. En cualquier otro campo de la ciencia, la difusión de un descubrimiento suele ser lenta, y muchas veces buscar su aplicación puede ser un trabajo de décadas.
La anestesia es una excepción. Por ejemplo, la inhalación de éter etílico gas a pocos años de las primeras pruebas de éxito era una práctica generalizada. A partir de entonces, no era más que refinar las técnicas y buscar mejores sustancias, pero la verdadera revolución ya estaba hecha. En estas primeras etapas, además, los investigadores se hacían pruebas consigo mismos. No es de extrañar. Las operaciones realizadas hasta el momento generaban un gran temor tanto a los pacientes como a los cirujanos.
¿Años sin anestesia?
Al parecer, el Homo heidelbergensis de Atapuerca no conocía la anestesia. De hecho, en el yacimiento de La Sima de los Huesos murió un hombre de hace unos 300.000 años con una varilla rota e infectada. Tal vez no le sacaron ese diente porque no conocían sustancias narcóticas y, como nosotros, temían el dolor.
En posteriores civilizaciones no se puede afirmar que no se conocía el sueño, la pérdida de conocimiento o, en cierta medida, la falta de métodos para reducir la sensibilidad. A lo largo de la historia se han tratado muchos métodos y se han degustado muchas sustancias con este objetivo.
Por ejemplo, a los que vivían en pueblos mesopotámicos no se les hacían plantas extrañas con propiedades similares. Los indígenas de Sudamérica masticaban la planta de coca y los padres de Egipto usaban la hierba de loa para calmar a los niños llorosos. Además de los efectos de las plantas, se desarrollaron otros muchos trucos para ayudar a la medicina. Los asirios, por ejemplo, apretaban la arteria carótida hasta que el enfermo entraba en coma. Era un método peligroso, pero efectivo cuando el paciente no muere. Sin embargo, en lo que respecta a los pueblos antiguos, son realmente destacables algunos métodos: el opio, el mandragón, el cáñamo, el perfecto y el alcohol.
Durante mucho tiempo no ha habido mejor narcóticos que telas impregnadas de los estractos del mandrágoras. Sin embargo, la cirugía era un grave problema. No hay más que ver lo que escribió el médico romano Aulo Kornelio Zeltso en el siglo I: “Un cirujano debería trabajar con las manos fuertes, no dudar y ser tan hábil con la izquierda como con la derecha. Debería ser de visión rigurosa y clara, aparentemente tranquila y compasiva, para curar a los pacientes que trata. Además, sus telas no deberían producir cortes más rápidos o menos de los necesarios”.
En la Europa medieval la ciencia se puede considerar muy retrasada; en el ámbito de la medicina, por ejemplo, eso es evidente. XVI. En el siglo XIX, los cirujanos barberos pasaban por las calles haciendo curas para el humilde pueblo y, por supuesto, sin utilizar narcóticos.
La era de los avances científicos
XVII y XVIII. Durante siglos se desarrolló una metodología científica. Esta nueva mentalidad tuvo un gran reflejo en muchos ámbitos. La medicina, por ejemplo, avanzó muy rápido. Afortunadamente, muchas de las investigaciones llevadas a cabo en esta época fueron realizadas en el XIX. Abre sus puertas a la anestesia del siglo XIX.
En 1616 el médico inglés William Harvey descubrió el mecanismo de circulación sanguínea. Veintiocho años después, el físico italiano Evangelista Torricelli inventó el barómetro y comenzó a medir la presión de los gases. En consecuencia, se descubrió que el aire es más pesado en el litoral que en la cima de un monte. Esto repercutiría posteriormente en la investigación de gases para la anestesia.
Por su parte, el arquitecto inglés Christopher Wren inyectó la primera inyección en 1656. Utilizando la pluma de un ave y la vejiga de cerdo, inyectó vino a un animal. De acuerdo con esta investigación, nueve años después, el médico Sigmund Elsholtz inyectó opio en las venas a un paciente con la intención de inducir anestesia.
En 1661, el físico irlandés Robert Boyle descubrió la posibilidad de la compresión de los gases y escribió la ley física de este proceso. En el siglo siguiente se realizaron numerosos experimentos con los gases atmosféricos, entre los que se encontraban el químico inglés Joseph Priestley, que en 1772 encontró óxido nitroso y oxígeno en 1774.
Revolución de la anestesia
La investigación médica requería ver el cuerpo humano vivo desde dentro. Pero el mayor obstáculo para la investigación in vivo era el dolor, la anestesia era imprescindible. La cirugía era la última solución del médico, había que intentar cualquier cosa antes de cortarla.
No sólo para el paciente, sino también para el cirujano, las operaciones eran muy duras, por lo que se realizaban lo antes posible. Muchas veces era necesario atar al paciente, otras veces el corte se realizaba sujetando cuatro o cinco personas. XVIII. A finales del siglo XX, por ejemplo, un cirujano inglés cortó una pierna en 35 segundos. Tras la intervención el paciente también se percató de la falta del testículo izquierdo.
Son muchas las anécdotas de este tipo que se produjeron en estos años, hay que tener en cuenta que se operaban muchas veces. Una joven que iba a ser operada por el cirujano francés Velpeau se suicidó en la víspera de la operación.
No es de extrañar que algunos médicos no puedan dormir durante los días previos a una operación, pero, por otro lado, ese miedo impulsaba la investigación para obtener anestesia. Pusieron música, hipnosis (mesmerismo), apretaron el cuello, congelaron las partes del cuerpo, tocaron la cabeza y, aunque parezca mentira, metieron cigarros puros del recto.
Tuberías y otros útiles
La medicina se enfrenta a problemas de todo tipo, por lo que siempre se han tenido que tener en cuenta las soluciones más originales. En 1848, por ejemplo, para ayudar a la respiración en casos de asfixia, a los médicos ingleses Snow y Boucher se les ocurrió introducir un tubo en la tráquea del paciente.
En 1880 se realizó la primera intubación sin traqueotomía. A partir de entonces se descubrieron muchas aplicaciones a la intubación, lo que tuvo su reflejo en la tecnología muy rápido: Para 1885 se diseñó el primer equipo de tuberías ‘estándar’. Este equipo fue acondicionado para anestesia.
Por otra parte, los respiradores utilizados para la anestesia mejoraron notablemente. La primera herramienta destacable de esta mejora es el respirador Roth Dräger, ideado en 1895. En Europa Central fue habitual durante aproximadamente 50 años. Posteriormente, en 1926, se diseñó el respirador Ombredanne.
Más sustancias
En cuanto a la anestesia por inhalación, las tres sustancias principales fueron el etileno, el diviniléter y el ciclopropano. Los avances han traído consigo la aparición de nuevos compuestos que han ido superando los problemas que planteaban los gases utilizados hace tiempo. El ciclopropano, por ejemplo, es una molécula muy inflamable, por lo que mantener este producto en quirófano era a menudo más peligroso para el paciente que la enfermedad que se quería curar.
XIX. En el siglo XVIII los científicos trataron de desentrañar la relación entre la estructura molecular de los gases y el efecto anestésico. Sin embargo, debido a los conocimientos analíticos y de fisiología humana de la época, no fue posible obtener grandes conclusiones. Es un tema muy complejo, por lo que el mejor camino para avanzar era la experimentación, la prueba.
En estas pruebas se recuperó el gas de la risa que ya estaba casi olvidado para la anestesia. Para mejorar el efecto de este gas, comienza a respirar mezclado con el oxígeno. Sin embargo, no es éste el único ejemplo de experimentación. Además de las sustancias puras, los médicos comenzaron a probar las mezclas, mezclando tanto gases como líquidos y gases.
Al comenzar a trabajar con los líquidos se abrió una nueva vía: se comenzaron a diseñar grandes máquinas para la anestesia. Paralelamente se empezaron a utilizar circuitos cerrados para almacenar el anestésico. Además de perder menores cantidades de la sustancia inhalada, pudieron controlar las dosis administradas al paciente.
La invención de la jeringa abrió las puertas a una época de investigación sobre los productos inyectados en las venas. En 1904 se probó un producto sintetizado por los químicos alemanes Emil Fisher y Joseph von Mering del ácido barbitúrico. Este barbital tenía las propiedades adecuadas para provocar el sueño del ácido original. El barbital es el ‘miembro más antiguo’ de la familia de los barbitúricos; a partir de entonces la familia fue creciendo y en la actualidad hay cientos de compuestos. La familia de los barbitúricos se expandió muy rápido.
Anestesia local
En muchos pueblos indígenas antiguos de Sudamérica se conocían las consecuencias de la masticación de la planta de coca. La coca se extendió por el mundo, descubriendo y aislando químicamente el alcaloide, la cocaína, que le confiere propiedades especiales. Lo logró el alemán Albert Niemann hacia 1860.
En esta época, la cocaína se consideraba una droga sin riesgos. Se probó en muchos experimentos. En un congreso de oftalmología de 1885, el médico austriaco Carl Koller expuso la anestesia local causada con cocaína.
Esta sustancia tuvo mucho éxito en el tratamiento del ojo, la oreja y la garganta. Pero su uso no se limitó a eso; el estadounidense James Corning inyectó cocaína a un perro en la médula espinal y la anestesia afectó a las piernas.
Una gran ayuda
Al igual que ocurrió con otros campos, el estudio de la anestesia se extendió notablemente durante el siglo XX. En el siglo XX. En ese siglo se convirtió en la especialidad de la medicina. Tiene mucho que ver con otros muchos campos y el mecanismo de acción de la anestesia sigue siendo desconocido.
La anestesia es un complemento a la investigación y cirugía de la fisiología. Quizás no siempre se le ha dado la importancia que merece. Por ejemplo, muchas veces se dice que el descubrimiento de antibióticos es el paso más importante en medicina (y ciencia). Pero hay varias razones para considerar otros puntos de vista. A la vista de la resistencia que desarrollan las bacterias, ahora se cuestiona la capacidad de los antibióticos. Además, otra cosa que hace discutible esta afirmación es la anestesia. Y es que, aunque no salve vidas en directo, desde el principio de la medicina moderna ha sido imprescindible.
Según el hombre de antaño que no podía controlar la naturaleza, el dolor era enviado por los dioses, por lo que cualquier intento en contra era inútil (sin embargo, se hicieron muchos intentos de recorrer ese camino contrario). Pero esa opinión no era el XIX. A partir del siglo XX fue muy sostenible. Inmediatamente después de encontrar el primer efecto anestésico, la idea del deseo divino fue revisada.
La ciencia moderna considera el dolor como un truco de la naturaleza, una vía de respuesta del cuerpo para evitar grandes daños y, como sabemos, superable. Y por otro lado, esa superación es imprescindible. A los dentistas, por ejemplo, les abriremos la boca, sí, pero siempre con la ayuda de ese invento, ¿no?
Gas de la risa
En 1800, el químico inglés Humphrey Davy experimentó con el óxido nitroso. De un experimento dedujo la composición del gas y, en otro, inhaló. Se da cuenta de su efecto anestésico y describe este experimento en una revista especializada.
El descubrimiento de Davy no tuvo mucha difusión, pero el óxido nitroso fue el XIX. Los jóvenes del siglo XX lo usaban como droga en las parroquias. El gas, inhalado, provoca el deseo de reír, por lo que se le denominó ‘gas de la risa’.
Aunque no veía que podía tener aplicación en medicina, el gas de la risa se utilizaba en exhibiciones públicas. Durante una demostración de este tipo, el dentista estadounidense Horace Wells pensó donar gas a sus pacientes. El 10 de diciembre de 1844 Wells y su mujer asistieron a una exhibición del médico Gardner Quincy Colton, el más prestigioso médico que en aquella época mostraba públicamente los efectos del gas. Colton anestesió a un espectador voluntario, el tendero Samuel Cooley, que hirió su rodilla sin sentir dolor.
Al día siguiente, Wells probó el gas consigo mismo: John M después de ser anestesiado. El dentista Riggs le sacó un pincho mientras Colton y Cooley eran testigos. En las próximas semanas utilizó el gas unas quince veces con éxito. Wells, fascinado, organizó una exhibición en el hospital de Massachusetts, pero durante la extracción de un pincho el paciente gritó y la demostración fracasó. La derrota deprimió completamente a Wells, abandonó la medicina y se retiró a París.
William T. G. Morton buscaba cualquier otra sustancia que pudiera producir anestesia y el químico James Jackson le propuso el dietileno. Antes, el éter se utilizó para experimentos similares. Morton, tras unas pruebas, extirpó a un joven un tumor bajo la influencia del éter en el hospital de Massachusetts.
Era el 16 de octubre de 1846, fecha que se ha considerado como ‘fecha de nacimiento’ de la anestesia. En el plazo de un año el uso del éter se extendió a la práctica totalidad del mundo. Este año, por ejemplo, se utilizó por primera vez la anestesia en la zona de batalla durante la guerra entre Estados Unidos y México.
¿Wells o Morton? ¿Cuál fue el verdadero inventor de la anestesia? Surgió la polémica y, además, Jackson y otros se metieron en ese debate. Al fin y al cabo, todos tuvieron mérito en su justa medida. Pero el debate tuvo consecuencias graves para todos. Horace Wells se suicidó en 1848 (claro, tras haberse anestesiado), William Morton murió estresado y sin dinero, y James Jackson se volvió loco.
Cloroformo y mujeresEn el Reino Unido, a partir de 1847 se comenzó a utilizar cloroformo. Aplicación de esta sustancia James Y. Fue promovida por el médico escocés Simpson. El éter sufre un mal olor y además irrita los bronquios del paciente. Simpson y sus compañeros aseguran inhalación de cloroformo y acción anestésica. Simpson era obstetra y empezó a dar cloroformo a las mujeres que partían. Esto le provocó otro tipo de problemas. La iglesia calvinista era anti-anestesia, ya que en la Biblia, Inicio III, en el párrafo 16 estaba claramente escrita: “Cuando te quedes embarazada, sufrirás dolor y tendrás a tus hijos con dolor; la risa te empujará a tu marido, que será el principal”. Pero el médico escocés se opuso por un argumento extraído del mismo libro. Inicio II, párrafo 21, donde dice: “Entonces, el Señor de Dios sumergió al hombre en un letargo. Cuando se dormía, le quita una costilla que le llenó de carne el hueco del hueso”. La polémica acabó con una sorpresa. El médico John Snow anestesió a la reina Victoria de Inglaterra, su octavo hijo, Eduardo VII. el parto. Amigo de Snow Simpson, ayudó a ampliar algunos avances en la medicina de la época. La alegría de la reina era evidente; tras el parto, silenció el clero y nombró a Simpson sir. Durante estos años se dieron a conocer otros dos inventos de gran importancia: En 1851, la jeringa del francés Charles Gabriel Pravaz y, en 1854, la pura aguja metálica de Wood. A pesar de la sencillez de sus herramientas, la medicina sufrió numerosos cambios. |
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